Benirràs, la playa símbolo de la Ibiza alternativa, vive su verano más tenso y dividido. La prohibición total de la música, impuesta por una normativa municipal que ya tiene años, pero más reforzada por controles policiales, ha cambiado por completo la convivencia en la playa.
Ahora, la polémica ya no es solo entre músicos y autoridades, sino también entre los propios tamboreros: vídeos recientes, sanciones, denuncias y recelos han fracturado la comunidad, enfrentando a quienes siguen tocando y a quienes han dejado de ir tras multas o por puro cansancio.
Jams públicas y grieta tamborera: ¿Qué pasó?
El enfrentamiento se fue haciendo más visible desde las primeras intervenciones policiales que realiza la Policía Local para algunos músicos, mientras en redes sociales todo parece seguir igual y sin control para otros grupos.
Tras la polémica y las quejas en Ibiza porque los tambores de Benirràs estaban acorralados por la policía y silenciados como los DJs de Sa Trinxa, La Voz de Ibiza ha recogido testimonios de un sector que expone una división entre los que tocan -expresa este bando- como parte de su esencia y cultura, frente a los que siguen tocando y promocionando con fines comerciales o recaudatorios, y que no parecen caer ante los operativos policiales.
«Unos si o tros no, ¿por qué?», preguntan percusionistas históricos a La Voz de Ibiza.
Lo que terminó de encender el conflicto es que en los últimos días, la diseñadora y musica Beatrice Ibiza (@beatrice_ibiza) ha publicado stories y vídeos tocando guitarras y tambores en la playa, invitando abiertamente a participar en nuevas jams. El martes 1 de julio, tras una jam celebrada el lunes, compartía: “Do you want to come this evening for a Kirtan Music Jam at Benirràs?” (¿Quieres venir esta tarde a una Kirtan Music Jam en Benirràs?)
En otro post reciente, celebraba: “Was such an amazing Kirtan Music Jam last Monday at Benirras with so many talented musicians.” (Fue una Kirtan Music Jam increíble el lunes pasado en Benirràs con tantos músicos talentosos.)
Su exposición pública es motivo de indignación para otros músicos, muchos de los cuales han dejado de acudir tras haber sido sancionados o por estar en desacuerdo del tinte que han tomado los encuentros del atardecer.
“Hay quien va de frente, pasa de todo y no le importa la ley. Otros ni se acercan por miedo a la sanción”, apunta un tamborero habitual e histórico con mas de una década tocando «por gusto y tradición». La sensación de desigualdad y arbitrariedad está en boca de casi todos.
Los «acorralados»
El sector que se puso en comunicación con La Voz de Ibiza incluso explica, por ejemplo, que fueron ellos mismos quienes decidieron no tocar mas lo domingos porque todo se desvirtuó. «Nosotros tocamos para compartir, no para ganar nada, yo no gano un duro tocando”.
“A uno le cae la multa y al otro lo filman como si nada”, añade el tamborero. La bronca es total: “Ahora se hace una jam sin nombre, sin identidad, sin respeto. Se hacen cosas invocando a la Pachamama, se prende un incienso, se viste con un poco de yoga… Tocan y pasan la gorra. Eso no es compartir. Eso es cobrar sin decirlo”, acusa.
Además, insisten en que los toques del sector acorralado no son organizados ni comercializados por los músicos: «Simplemente es una expresión libre, es una ceremonia que se ha convertido en símbolo de Ibiza y que atrae a gente de todo el mundo. Pero no puede ser que algunos son perseguidos mientras otros siguen tocando como si nada».
Los «permitidos»(de lunes a sábados)
Consultada por este digital, por si no tenia miedo de ser sancionada o que le quiten los instrumentos ya que está prohibido lo que está promocionando y haciendo, Beatrice respondió: “Prefiero mantenerme fuera de este asunto”. Su negativa contrasta con la naturalidad y continuidad con la que convoca e inmortaliza las jams en público.
El sector Kirtan es uno de los señalados por el bando de los acorralados (ya que se expone sin tapujos a la violación de la normativa) pero no es el único, en un crisol de percusionistas, guitarristas, invitados y cantantes difícil de delimitar definitivamente.
Por su parte, Trijn, quien hizo la primera denuncia pública sobre la intervención policial, recalca: “Nadie de los músicos hace un peso de dinero con eso. Es comercialmente interesante para los restaurantes y el turismo, no para los cantores.”
Por otro lado, es un secreto a voces que distintos grupos se acomodan en días puntuales para poder llevar adelante su toques y cantos no solamente violando la normativa sino directamente publicitándolo, aprovenchando todos los días excepto el domingo.
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Normativa, sanciones y «lotería» policial en Benirràs
La ordenanza municipal de Sant Joan prohíbe expresamente el uso de “aparatos sonoros que alteren la tranquilidad de la playa” y cualquier actividad musical no autorizada. La infracción puede acarrear multas de hasta 1.500 euros y la requisa de los instrumentos. O hasta 3.000 si es reiterada.
En la práctica, la aplicación de la norma depende de la presencia policial y del momento. “En 2021, hubo redadas, sanciones, denuncias, con drones, policías en moto, a pie, de paisano y hasta con cámaras ocultas”, recuerda el tamborero. “A veces vienen y te quitan el tambor y otras veces no pasa nada. En teoría está prohibido, pero hay días que se toca igual y no pasa nada”.
La consecuencia, insisten varios músicos, es la sensación de un sistema aleatorio, donde algunos pueden tocar y otros se quedan fuera. “A veces hay policía, otras no. Te multan o no. Te quitan el tambor o no. No se sabe. No hay lógica.”
El ambiente de desconfianza y de sospecha sobre “quién puede tocar y quién no” se ha hecho cotidiano.
Privilegios, reproches y negocio: una grieta interna inédita
La situación se agrava por las sospechas sobre “privilegios” y trato desigual. “Gente que tiene permiso, que son los amigos, los que tienen padrinos, los que van a talleres o clases de alguno de los grandes”. Desde el sector de de los tambores históricos denuncia que han usado “nuestras fotos, nuestras jams, para ponerlas en los folletos. Y ahora nos persiguen”.
Subraya este bando: “Cada uno monta su chiringuito para lo suyo. El del chiringuito se enfada si no hay tambores, los del mercadillo también se quejan. Cuando no tocamos, la gente se va de la playa. No hay magia, no hay venta”.
El resultado, concluye, es que “el que se pone a tocar ahora, se lleva la fama, los vídeos, la gorra. Pero no las multas”. El ambiente de la playa, según varios testimonios, está marcado por la división y el recelo: “Lo que molesta no es la música, sino el ruido, la basura y la masificación. Pero es algunos músicos que nos persiguen”.
Búsqueda de diálogo ante una isla que «pierde la energía»
En medio del enfrentamiento, hay quienes reclaman diálogo y convivencia, aunque no ocultan el desencanto. Trijn explica: “Creo que el ayuntamiento no quiere que haya demasiada gente porque puede ser peligroso, por eso ahora vienen a la playa para controlar. Entiendo que en el pasado fue demasiado… Por eso han prohibido los domingos”.
Trijn también comparte su frustración: “Antes los discotecas tenían la energía de libertad, ahora la gente dicen que el dinero cuenta más… las cosas alternativas muy populares tienen que parar de tocar música. Eso destruye la buena energía de la isla, y muchos turistas alternativos están muy tristes y enojados por eso”.
Aun así, su mensaje final es de esperanza: “Mi más grande sueño por Ibiza es que todos podamos conectar y hablar en diálogo. Creo que es posible unir todos por una isla limpia, sana, segura, fértil y llena de amor, como Tanit lo quisiera.”
La versión oficial: control limitado, sanción aleatoria
Desde el Ayuntamiento de Sant Joan subrayan: “Entendemos que pueda haber grupos enojados, pero que al final lo que hace la policía local es asegurarse de que se cumple la ley en el momento en el que ellos están presentes.” Aclaran que “ahora mismo no hay efectivos disponibles para poder llevar a cabo dispositivos en todas las playas, por lo que siempre puede haber alguien con la suerte de llevar a cabo una actuación sin consecuencias.”
Respecto a la normativa vigente, insisten en que “prohíbe la realización de actividades musicales no autorizadas en espacios públicos como playas, con el objetivo de preservar el entorno natural, evitar molestias acústicas y garantizar la convivencia entre usuarios.”
Y remarcan: “la normativa actual prohíbe la realización de actividades musicales no autorizadas en espacios públicos, como playas, con el objetivo, pues eso, de preservar el entorno, de evitar molestias acústicas y de garantizar un poco la convivencia con el resto de personas que también van a la playa”.
Sobre el operativo, el Consistorio explica: “La policía no está haciendo una acción diaria respecto a esto porque el cuerpo de policía tiene los efectivos que tiene y hay un montón de cosas que cubrir.” Y concreta: “Los domingos, que son los días que hay más volumen de tráfico y de personas, es cuando están un poco más encima porque tienen que ir ya directamente a Benirràs. De ahí que no puedan llegar a controlar todos los días que no se realice ninguna”.
Un ritual fracturado y una polémica viva
Benirràs, durante décadas el símbolo de la Ibiza más libre, vive hoy una división que ya no es solo entre ley y costumbre. El ritual sobrevive, pero lo hace entre grietas internas, acusaciones cruzadas y un clima de recelo.
Las sanciones, los vídeos y las convocatorias en redes han partido la playa en dos: entre “los elegidos que pueden tocar” y los reprimidos por la ley, la comunidad tamborera se enfrenta a una división expuesta .
La batalla de Benirràs no es solo por la música, sino por el sentido mismo de comunidad, libertad y convivencia en una Ibiza cada vez más fracturada.