Este viernes, Palma despide a Pedro Bermúdez, más conocido por su nombre artístico Azuquita, quien falleció a los 47 años dejando tras de sí una huella imborrable en la música popular española. El artista valenciano se había asentado en Mallorca en los últimos años, donde seguía vinculado a los escenarios a través de la formación Rumba Kings, con la que actuaba en festivales, hoteles y salas locales.
El velatorio tendrá lugar este sábado en el tanatorio de Son Valentí, en Palma, en un adiós que reunirá a familiares, amigos y seguidores que han celebrado durante décadas su estilo inconfundible y su carácter alegre.
El nacimiento del rumbakalao
Azuquita alcanzó notoriedad en 1993 con una versión rumbera del éxito “Así me gusta a mí” de Chimo Bayo. Su propuesta, cargada de creatividad y humor, llamó la atención de un público que buscaba frescura en la escena musical de los años 90. A partir de ese momento, consolidó un estilo propio al que bautizó como rumbakalao, una fusión singular de la rumba española con la energía del bakalao, que lo situó como un referente de aquella década.
En apenas cuatro años publicó tres discos que reflejan la esencia de su propuesta musical: Rumbakalo (1994), Escucha que te digo (1995) y Sinelo Kalo (1997). Este último incluyó una sorprendente adaptación en clave rumbera del tema “Gangsta’s Paradise”, rebautizada como “Rejas de cristal”, que ejemplificó su capacidad para reinterpretar éxitos internacionales con un sello personalísimo.
Una carrera marcada por la innovación
Más allá de sus inicios, Azuquita se mantuvo fiel a la experimentación. Durante la década de los 2000 sorprendió con una colaboración internacional junto al cantante alemán Matthias Reim, con quien grabó una versión bilingüe del tema “Verdammt ich lieb dich”. Esta experiencia le abrió las puertas de escenarios europeos y le permitió expandir su propuesta más allá de las fronteras españolas.
Aunque nunca persiguió el éxito masivo en el circuito comercial, su música conectó con un público diverso que valoraba la mezcla de baile, cultura popular y humor. Su estilo, lejos de lo convencional, consolidó a Azuquita como un artista inclasificable, capaz de ganarse la simpatía de audiencias variopintas.
Residencia en Mallorca y etapa con Rumba Kings
En los últimos años, Pedro Bermúdez había fijado su residencia en Mallorca, donde encontró un entorno propicio para seguir desarrollando su pasión. En la isla se integró en el grupo Rumba Kings, con el que ofrecía actuaciones frecuentes en hoteles, salas y festivales locales. Su presencia en el circuito musical balear se caracterizó por la cercanía con el público y una energía que transmitía en cada espectáculo.
Sus compañeros de formación y seguidores lo recuerdan como alguien que mantenía intacta la alegría y el entusiasmo que siempre le habían definido. En Mallorca, Azuquita no solo prolongó su trayectoria artística, sino que también consolidó vínculos personales que lo acompañaron hasta sus últimos días.
Un legado que trasciende modas
La aportación de Azuquita a la música española reside en su capacidad de haber creado un género híbrido, el rumbakalao, que supo combinar tradición y modernidad en una propuesta tan festiva como original. Su obra representa a toda una generación que vivió los años 90 entre la rumba y la cultura de club, uniendo dos mundos que parecían opuestos.

Aunque su carrera no siempre estuvo bajo los focos mediáticos, sus discos y actuaciones siguen siendo recordados por quienes disfrutaron de aquel sonido inconfundible. Con su muerte, desaparece una figura que aportó autenticidad y frescura a la escena musical española.
La muerte de Azuquita deja un vacío en el panorama musical, pero también un legado que seguirá resonando en quienes lo escucharon y compartieron con él momentos de baile y diversión. Su figura simboliza la capacidad de la música para derribar barreras culturales y estilísticas, y su recuerdo permanecerá ligado a la sonrisa de un público que siempre encontró en él un motivo para celebrar.











