El silencio de Es Vedrà no siempre fue silencio. Durante meses, antes de que se cerrara su acceso, el antiguo mirador acumulaba restos de botellones, fogatas improvisadas y latas donde docenas de sargantanas aparecían atrapadas y sin vida. Dean Gallagher, voluntario y residente en Ibiza, pasó medio año retirando basura, cortando matorral quemado y encontrándose escenas que —dice— “nadie imaginaría en un lugar así”. Su relato, compartido en redes, ha convertido la restauración del enclave en una radiografía cruda del impacto humano sobre uno de los paisajes más reconocibles de Sant Josep y de toda la isla de Ibiza.
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Basura y lagartijas muertas: Es Vedrà, al borde del colapso ambiental
“Retiramos alrededor de una tonelada de basura”, relató Gallagher, que participó como colaborador en las labores de limpieza de la finca, de propiedad privada. Su relato aporta una visión en primera persona del estado en que quedó la zona después de temporadas consecutivas de visitas descontroladas.
La experiencia del voluntario en un espacio al límite
Gallagher explica que al llegar encontró botellas y latas con lagartijas muertas, pequeños incendios que había que apagar de inmediato y restos de fiestas improvisadas. El contraste con la imagen idílica del acantilado sorprende incluso a quienes conocen bien la zona, convertida en un símbolo de Ibiza para visitantes e influencers.
El voluntario admite que al principio no compartía la idea de cerrar el acceso, una decisión tomada por los propietarios de la finca para poder limpiar y proteger el entorno. “Yo también lo había visitado muchas veces”, reconoce, pero asegura que trabajar sobre el terreno le permitió ver hasta qué punto el impacto humano había superado cualquier capacidad de recuperación natural sin intervención.
En una ocasión, encontró a una persona con una sobredosis de drogas en pleno día, mientras en el suelo había jeringuillas, vidrios rotos y pañales sucios. “¿Qué demonios?”, escribió, subrayando la escena como un ejemplo del deterioro general que motivó el cierre.
Radiografía del deterioro del mirador
La masificación convirtió el antiguo mirador en un punto crítico. Gallagher detalla episodios de vandalismo, como el corte reiterado del vallado instalado para proteger la finca, con entradas constantes pese a las señales que indicaban la prohibición. Entrar allí, recuerda, es allanamiento, un extremo que muchos visitantes ignoraban.
También denuncia que algunos influencers utilizaban el espacio sin respeto por la fauna. En un caso, afirma que una persona grababa un vídeo para TikTok mientras perturbaba un nido de halcones peregrinos, lo que podría haber provocado que la pareja abandonara la zona. El voluntario advierte de que situaciones así tendrían consecuencias inmediatas en cualquier reserva natural del extranjero.
Pese al cierre del mirador, insiste en que ver Es Vedrà sigue siendo posible por rutas legales, como los caminos señalizados hacia la costa o la torre des Savinar. Los propios gestores públicos han reforzado la señalización para ordenar el flujo de visitantes, especialmente en Sa Pedrera (Atlantis), donde también se habían detectado accesos no autorizados durante los últimos años.
La sargantana ibicenca, víctima silenciosa
La presencia de docenas de lagartijas muertas atrapadas en envases es, para Gallagher, uno de los aspectos más impactantes del deterioro del mirador. Se trata de ejemplares de sargantana ibicenca (Podarcis pityusensis), una especie endémica cuya situación se ha agravado por la expansión de serpientes invasoras.
El voluntario subraya que la finca es uno de los últimos refugios de esta especie, lo que convierte su protección en un asunto especialmente sensible. Su relato refleja cómo la combinación de basura y presión humana puede multiplicar los riesgos para una fauna que ya se encuentra en declive, y por qué la restauración del entorno no es solo estética, sino ecológica.
Un debate sobre el modelo turístico
La publicación de Gallagher generó un intenso debate entre residentes, muchos de los cuales agradecen su trabajo y consideran que la situación evidencia la necesidad de replantear el modelo turístico de la isla. “Es el residente quien acaba minimizando los efectos de un crecimiento desbocado que solo beneficia a unos pocos”, lamentó una usuaria.
Otros recordaron episodios recientes, como la fiesta del DJ Diplo en este mismo mirador, que originó sanciones y fuertes críticas. Algunos apuntaron a la contradicción entre quienes protestaron entonces por el cierre y ahora celebran su restauración, como escribió un participante en la conversación digital.
También hubo mensajes que apelaban a la convivencia y al respeto al entorno, destacando la importancia de que la comunidad local mantenga viva la conciencia ambiental frente a la sobreexplotación y a los comportamientos irresponsables de algunos visitantes.
Qué ocurre ahora con el acceso a Es Vedrà
El antiguo mirador permanece cerrado, pero existen alternativas legales y accesibles para ver Es Vedrà desde otros puntos de la costa. Gallagher agradeció en su publicación las actuaciones del Ayuntamiento de Sant Josep y del departamento de Medio Ambiente, que han instalado señalización, cuerdas y postes para guiar a los visitantes por rutas permitidas y reducir la erosión en zonas sensibles.
El voluntario también reconoce el trabajo del COFIB, organismo del Govern balear con el que se están impulsando iniciativas de conservación. Sin embargo, considera que no es suficiente, y pide a residentes y turistas que actúen como aliados en la protección de la biodiversidad local.
“Ayudadnos a proteger las especies endémicas en peligro de extinción”, escribió, recordando que cientos de fotografías no compensan el daño causado cuando se ignoran las normas básicas de respeto ambiental.












