En uno se mantiene un canal de diálogo en busca de evitar el conflicto. En el otro se rompieron todos los puentes y se llegó a una huelga salvaje casi extorsiva, en la época más importante para la isla. En una han postergado la medida de fuerza. En la otra dieron un portazo de última hora. Las diferencias entre Formentera e Ibiza, por una situación casi idéntica, son elocuentes.
Sería ingenuo pensar que los sindicatos no son especialistas en huelga. Es un expertise, su know how, su arma de presión para –de manera idílica- pelear por los derechos de los trabajadores. Para ellos, el fin siempre justifica los medios.
Sin embargo, cuando esos medios pone en riesgo la salud pública, destruye los parámetros mínimos de convivencia y hace tambalear a la economía de la isla, se vuelven reprobables.
Es el ejemplo de lo que está sucediendo en Ibiza. Cuando todos los caminos conducían hacia un acuerdo de paz con el incremento salarial que estaba reclamando, el sindicato CCOO se ha echado para atrás a último momento e inició una huelga indefinida y salvaje, más allá de que los reclamos económicos sean válidos.
En la otra isla, el conflicto se desarrolla en forma diametralmente opuesta. Después de la huelga de Semana Santa en Formentera, donde se cumplieron los servicios mínimos durante esos días, se había llegado a un acuerdo que la empresa concesionaria PreZero no respetó. Por eso, habían convocado a una nueva huelga –ahora indefinida- para fines de junio.
Sin embargo, en un acto de “buena fe” por parte del sindicato –tal como lo han calificado- decidieron suspender el inicio de la huelga hasta este miércoles 3 de julio para continuar negociando entre las partes, con la intervención del Consell de Formentera.
Mañana martes habrá una nueva reunión en la sede de Palma del Tribunal de Arbitraje y Mediación de las Islas Baleares (TAMIB). No obstante, la UGT mantiene su demanda de un aumento salarial del 4,5%, que ha sido el punto de discordia que ha llevado a esta situación.