Es un día tranquilo, ya pasó el aguacero de agosto y se respira mejor. Voy al encuentro de Luis Gallego Pegalajar (Madrid, 1977), escultor, o podríamos clasificarlo como un transformista, ya que metamorfosea cosas inertes y sin misión alguna en piezas únicas de arte, con un propósito, una identidad, con una vida nueva. Luis es una de esas personas a las que llaman personajes, una muy particular, una muy original.
Lamentablemente nos citamos en un bar porque justo en este momento está buscando un espacio donde instalar su nuevo taller. Una pena, siempre me ha fascinado visitar las cuevas de los creadores porque en ellas puede verse el caos organizado, ese torbellino de creatividad amontonada. Ya iré cuando se instale.
Encontramos la mesa más apartada de todo y todos, nos sentamos y comenzamos otro viaje al centro de una persona con una historia y un talento para compartir.
-¿Cómo empieza tu historia?
-Yo empecé estudiando Dirección de Cine y Televisión en el Instituto de Cine de Madrid, una diplomatura de tres años. Cuando termino y acabo mi primer corto To the Auto-destructor decidí irme a algún lado y mi hermano había estado rodando El Sueño de Ibiza de Igor Fioravanti en 2002 y para esa peli compraron un 4 latas que mi hermano había dejado aparcado en casa de unos amigos. Entonces pensé en ir a Ibiza porque al menos tendría un coche para moverme. Y de repente aquí estaba, en el peor sitio del mundo para poder hacer cine y tele, porque sólo estaba la TEF y poco más… pero yo la verdad es que lo de estudiar cine era más que nada quitarme una espina que llevaba desde pequeño, pero luego lo de dedicarme no lo tenía tan claro. Por eso vine a la isla, y me puse a buscar trabajo y casa. Acabé en una casa en Cap Martinet pequeñita y con vista al mar muy chula. Luego, buscando trabajo, leo que se necesitaba a un joven responsable para manejar aves rapaces, y pienso “responsable no soy pero joven sí” [risas], llamo y quedo con ellos para ir a verles. Resultó que el puesto era de halconero para el aeropuerto de Ibiza y cuando llego veo que había como unas 300 mil personas. Creído que no tenía ninguna opción pero cuando acabo y me voy me llaman y me dicen que para ibiza no pero para Santander sí que les venía bien y que me podían formar junto con la persona candidata para Ibiza. Lo hago y a último momento el candidato se les va y entonces me quedo yo para Ibiza. De allí a Menorca a un poco más de formación y de vuelta con el transportín y mi halcón llamado Negro, y al ruedo. Me sentía Indiana Jones [carcajadas] y ese fue mi primer trabajo en Ibiza.
Luego me empezó a tirar la playa porque la verdad es que la playa es mi lugar. Recuerdo que en Cala Tarida había una escuela de esquí acuático de un lado y del otro había un sitio de alquiler de zodiacs, que eran dos amigos que lo habían montado juntos y se separaron. Entonces cuando me enfadaba con uno, me iba a currar con el otro y viceversa [risas]. Pues trabajando en la playa empecé a recoger cosas de la playa, ya sean ramas y cualquier cosa que me llamara la atención y por gusto, necesidad y diversión comencé a hacer esculturas. Y lo hacía sin ningún objetivo en particular más que explotar una habilidad que tengo desde que tengo uso de razón, de hacer cosas con las manos por decirlo así.
–Creatividad y ensamblaje podríamos decir…
-Sí, sí, algo así. Para mi de toda la vida lo más normal era poner piezas juntas y crear algo. He pasado mucho tiempo construyendo cosas que además eran reconocibles. Recuerdo que llegaba mi tía y me decía “¡Ostras! Eso es precioso” y se lo llevaba para la casa como decoración y las colgaba de la pared en su salón. Para mí, era lo más normal del mundo. Entonces siempre supe que iba a acabar con la escultura pero antes de ponerme quería aprender también otras cosas como el cine, como cosas relacionada con la mar, halconero y cosas que fueran relacionadas con la naturaleza o el deporte. Y un día cuando ya estaba satisfecho de esas cosas extra digamos, me vino la necesidad total de meterme con escultura. Y me fui a un embarcadero a coger maderas y me puse a construir algo que no sabía qué cojones iba a ser pero de allí salieron como una especie de mesas que nadie sabía bien qué eran porque no eran muy funcionales, eran raras. Pero las expuse y a la gente le llamó mucho la atención…
-¿Año?
Mmm [piensa] digamos 2008.
-¿Y se podría decir que ahí empieza tu carrera profesional?
-Sí, ahí fue cuando decidí dedicarme a esto sin saber bien cómo.
-Porque tenías mucha mano sin ninguna formación académica…
-Sí, absolutamente.
-¿Comprabas cosas o era todo a partir de reciclar?
-No he comprado nada en mi vida [risas], más allá de algún tornillo, lijas y cola por decir, pero el resto siempre de lo que pillo por todos lados. Tampoco te creas que lo hago por reciclar tanto como por la libertad de crear con cualquier cosa que es lo que más me atrae. El reto es más grande, más chulo.
-Bueno, pero además del ahorro de dinero y la colaboración con la sostenibilidad, energéticamente es genial transformar algo olvidado en otra cosa con un valor agregado, ¿no?
-Sí, totalmente. Es una alquimia. Además es visceral, cuando levanto algo del suelo, no tengo ni idea para qué pero sé que me viene bien. Y ojo, soy muy selectivo, no recojo de todo, cojo lo que acabo usando.
-¿Pero en el comienzo no podrías vivir de eso, imagino, cómo lo has logrado, trabajando en otra cosa en paralelo?
-No, desde el principio pude vivir de esto. Vendía en ferias, vendía bien y a la gente le gustaba mucho. En poco tiempo ya me buscaban a mí los clientes para repetir y comprar más. Siempre en ese sentido ha sido muy natural y muy bonito porque nada era como muy premeditado, también me venía gente, como artesanos del mercadillo, a regalarme materiales que ellos no usaban, es como que la vida me empujaba a esto.
-Bueno, está claro que estás muy conectado o receptivo con el universo o el destino o como lo quieras llamar porque hay gente a la que le pasan las oportunidades rozándole la nariz y no se enteran…
-Te digo, son como cosas mágicas que pasan y me pasan como dije desde hace años. Te digo un ejemplo, estaba haciendo una águila que tenía que ponerle unas 250 plumas y buscando algo que tengan la forma o hecha o cerca, como cuchillos de madera por ejemplo, para no tener que trabajarlas 1 a 1. Y pensando que podía ser y de pronto, una tarde, llega mi mujer con una caja de cartón de parte del hermano de una amiga que es luthier y que llevaba tres meses detrás de ella para que me traiga esta caja de recortes de madera. Y eran perfectas, eran recortes de madera de guitarras que fue acomodarlas y ya está. La escultura viene a mí naturalmente.
-¿Hace cuánto que estás con la escultura entonces?
-Y… unos 16 años más o menos, pero además sumé otra cosa que son talleres de aliento y voz que es también un trabajo escultórico pero con la gente, y además confieso que me cansé un poco de la soledad del taller. Está muy bien crear a tu bola pero llegó un momento donde esa soledad empezó a pesarme entonces el salto a los talleres que hice y hago fue por una necesidad de crear vínculo con gente, y ahora la gloria de poder compaginar las dos cosas, la soledad del taller y la vinculación con personas. Igualmente tengo un proyecto de algo así como una asociación de artistas para compartir espacios de creatividad y trabajo conjunto.
-¿Qué son exactamente estos talleres de los que hablas?
-Son de dos o tres días y es un trabajo que a través de la voz vas como encontrando el volumen, tanto físico y emocional, que uno tiene naturalmente. La voz es el testigo de que hay una armonía y una honestidad en ti. Y eso tiene que ver mucho con dimensiones y volúmenes como decimos, con estructuras, con muchas cosas que considero escultura. El trabajo es un poco difícil de explicar porque si no lo haces y no lo ves es complicado que se entienda la potencia de esta labor pero va por ahí el tema. Hace tres años que estoy haciendo esto.
-¿Sería como la materialización de una escultura sobre la representación real de una persona?
-No, a ver, tú desde la voz y el aliento vas encontrando espacios dentro de ti, y con eso puedes ir haciendo caer tensiones y desde allí reestructurar donde al final encuentras tu propia voz. Yo digo que es un trabajo escultórico porque yo al guiar el viaje tengo muy presente que dimensiones tienes.
-¡Ah! Hablamos de escultura inmaterial entonces…
-Claro, no, no, es un trabajo personal interno que para mí realmente está muy involucrado con la escultura, tiene un sentido para mí en mi carrera de escultor.
-¿Lo consideras una terapia?
-No le llamaría terapia más bien un camino con la voz. Hay una visión de cómo debería ser tu cuerpo y un camino para hacerlo realidad.
-Volvamos a la escultura material, ¿dónde expones?
-Tengo una de moscas y estoy preparando otra. Pero me apetece hacerla en un lugar extraño, como decirte en una carnicería. Estoy un poco cansado de las galerías, me aburre un poco ya.
-Hay una tendencia ahora mismo por exponer en lugares no tradicionales.
-Sí, me apetece mucho también. Y los talleres también me apetece hacerlos en lugares inverosímiles, estoy harto de las clásicas salas de alquiler con sillas de plástico. Y también me gustaría encontrar un buen sitio para hacerme un buen taller. Ahora … ¿donde? ¿cuándo? No lo sé aún.
-Bueno, visto lo visto ya te llegará solo…
-Sí, eso creo.
-Qué materiales usas en tus esculturas y cuáles no?
-Más que materiales diría que me gusta mucho por ejemplo dar colores sin tener que pintar. Uso poco colores pintados, y siempre uso más que nada madera pero ahora mismo está en mi cabeza usar cualquier cosa que salga, sea alfombras o suelos o lo que sea.
-¿No tiene límites?
-No.
[le digo con pitorreo, picándole] -Poliespan
[carcajadas] -No, poliespan no.
-Materiales nobles y duraderos entonces…
-Exacto, y luego los tratas de una u otra manera por si son para interiores o exteriores.
Algún momento me gustaría soldar que no lo he hecho nunca y molaría, pero seguro que acabo metiendo madera o algún otro elemento.
-He visto la mosca y la mantarraya, ¿el tamaño importa? ¿lo estableces de antemano?
-Sí, empieza con una visión. Si pienso en hacer un mono gigante y a lo mejor pasan mucho años y no aparece ese mono gigante, pero ese mono ya tiene su tamaño asignado. Y obviamente que cuanto más grande – más peso – más grande el reto. Y hay que retarse que si no se aburre uno. Los retos son divertidos.
-¿Es la mantarraya tu escultura más grande?
-No, he hecho alguna más grande pero esa de las más pesadas seguro.
-¿Tienes algún artista que te emocione más que otros, que le sigas?
-No miro tanto a artistas como a las obras, las que me llegan y me gustan. Si fuera un futbolista, sería uno que juega mucho pero que no mira partidos. Pero por decirte uno te podría nombrar es un mexicano que hace cosas muy chulas que se llama Javier Marín que trabaja el bronce que me gusta mucho y un valenciano que está haciendo cabezas que se llama Samuel Salcedo.
-¿Cuál es la relación del artista con su obra?
-Al final la gente quiere comprar, digamos, una parte tuya; de tu esencia. Es como un paquete, no sólo es la obra, además hay también algo bonito que se nace con el cliente al crear esculturas un poco más personalizadas, por ejemplo. O incluso incorporar algún objeto personal del cliente dentro de la obra. Que tenga un valor añadido esa escultura. Este es un proyecto que tengo, que me gustaría hacer. Lo había pensado para hacer con chefs porque -no se bien por qué- pero me llevo muy bien con gente de cocina. Me veo reflejado en los chefs, supongo que por todo lo que hacen por separado, como un rompecabezas, y que acaba montado todo en un solo plato y que con ciertas presentaciones, parecen esculturas. Ese proceso creativo de montaje me gusta. Y había pensado pasar días con ellos y crear desde el compartir espacios, materiales y momentos para al final crear una escultura que después expondría en el restaurante. ¿Qué trabajan con la piel de una morena? Pues cómo hacer para momificarla y que dure años y hacer algo con ello, por decirte una idea. Todo proceso creativo y de investigación me encanta, es súper divertido. Y siempre admiré a las que han perseguido un sueño buscando sin parar la manera de hacerlo posible, esas personas que fracasan lo suficiente como para alcanzar el éxito. Yo he tenido muchos momentos muy difíciles, pero nunca me he rendido.
-Y en este sentido entiendo que si viniera un cliente y te dijera “este es el reloj de mi padre que acaba de partir, que no lo quiero guardar en un cajón porque simboliza la figura de mi padre y quiero verlo a menudo de alguna manera”, ¿tú harías una escultura conmemorativa incorporando ese objeto?
–Uy, me encantaría personalizar una escultura, sí. El tocadisco de la abuela que no vale nada y que se puede transformar en algo decorativo pero que tiene un poco de altar o de rincón de homenaje al ser querido o simplemente una obra que sólo tú sabes qué significa cuando otros sólo ven un objeto decorativo. Sí, me encanta.
-¿Tienes el pulso de cuál es la situación actual de los artesanos de Ibiza?
-La verdad es que desde mi humilde opinión, porque estoy un poco fuera del circuito, creo que Ibiza siempre ha sido una isla muy decorativa pero no muy artística. Un lugar donde alguien puede gastarse un pastón en un sillón rojo pero que después no quiere gastar dinero en una obra de arte. Me parece que es una isla que busca muchas obras grandes y muy decorativas. Y creo que hay mucho más para todo el mundo, que para eso está la decoración, pero no tanto lo único y particular a nivel artístico, pero siento que ahora está cambiando, se está valorando más al artista si separamos el artista del artesano. Artesanos en la isla hay desde hace mucho tiempo muy buenos, de gran calidad y hace años que están muy bien ubicados.
-¿Qué te parece que la I.A. ya está haciendo arte y que en cualquier momento la conectan con una impresora 3D y podrá hacer esculturas?
-mmm [piensa] – En la escultura siempre han habido medios para reproducir. Eso que llaman trampa es muy habitual en la escultura de toda la santa vida. Han habido copiadores como copiadores de llaves. El mexicano que te mencioné usa robots por ejemplo.
-O sea que no te importa…
-Me mola, ¡a ver qué hace!, tengo curiosidad.
-Por último, ¿qué consejos les darías a los jóvenes que quieran dedicarse a lo tuyo?
[su cara se vuelve picardía y con seguridad, remata]
-¡Que se hagan zapateros!
Y las carcajadas apagan la grabadora…