El relato mediático sobre la “abuela okupada” en Ibiza se tambalea frente a una serie de capturas de WhatsApp que muestran un contexto muy diferente al de una ocupación ilegal y mucho menos a la necesidad de los operativos vecinales que se estaban montando. Se trata de una negociación detallada entre la mujer que ofreció una habitación, y un joven venezolano que llegó a la isla en abril para trabajar y residir en ese lugar.
El intercambio revela un acuerdo económico claro, en el que la mujer le ofrece una habitación por 600 euros. Estos mensajes fueron entregados por el propio joven al juzgado como prueba en la causa que se resolverá el 15 de mayo.
La Voz de Ibiza ha accedido a las mismas capturas también desde el entorno de la dueña del restaurante, lo que demuestra que ambas partes reconocen su autenticidad, aunque difieren en las interpretaciones.
La oferta inicial de alquiler
Todo comienza cuando el joven informa su intención de volver a Ibiza en abril. La mujer le responde: “Yo tengo un piso, ahora. De alquiler”. Al consultarle por el precio, ella le dice que “1500” y que cree que “pueden estar tres personas”.
El joven responde: “Vale, el precio está genial pero estamos intentando alquilar algo donde podamos estar los cinco que viajamos, para que no nos salga tan costoso”. Ella replica: “Cinco es mucho”. El joven reduce la propuesta: “O cuatro, si fuese posible, que aún así no nos resta demasiado”, a lo que la mujer contesta: “Está complicadísimo. Si eso yo le puedo alquilar una habitación a 600 para los dos”.
Él acepta: “Eso sí me parece genial. Que quien más me preocupa su comodidad allá es mi chica, ya que los hombres podemos adaptarnos un poco más a ciertas situaciones”.

Pago anticipado y reserva
La conversación avanza con más detalles sobre la disponibilidad. Ella le informa: “Tengo un chico, se va en febrero, te daría esa habitación”. El joven pregunta: “¿Perfecto, pero tiene problemas que yo llegue en abril?”. Ella responde: “Sería complicado tener la habitación libre todo ese tiempo”. Ante esa limitación, él plantea pagar desde antes: “Entonces sí me interesaría la habitación de la que me habla. ¿Contaría con eso?”.
La mujer no niega el acuerdo, simplemente aclara: “Él se va el 3 de febrero”. Sin embargo el 10 de diciembre dice que todavía la tiene, «pero no creo que la tenga hasta marzo», avisando que la cuestión necesita celeridad.
En mensajes posteriores, el joven ya habla del espacio como suyo y busca organizarse en función del trabajo: “Más que nada para organizarme y no quedar sin trabajo antes de lo previsto”. Ella responde: “Sí, que justo es el período de prueba. Y lo más importante: la habitación”. El joven cierra: “Sí, para mí es la prioridad, ya tenemos una. Hoy nos vemos con la dueña”, en alusión a otro lugar que no tiene que ver con el conflicto.
Confirmación del vínculo
Luego de acordar el alquiler, el joven envía documentación para el trabajo. “Buenos días señora, aquí le envío mi documento de identidad”, escribe. La mujer responde: “Ahora mi madre va para allá, le envío una llave, es lo que he podido conseguir, del portal”.
Además, el 24 de enero el venezolano le consulta si cuando llegue se verán en la vivienda, a lo que la mujer le responde que no, le indica un lugar puntual que define como su casa y que de allí se irían «al piso».
Más tarde también se aclaran cuestiones de convivencia: “¿Los utensilios de la cocina son de uso común o cada persona rige sus utensilios?”, pregunta el joven. Ella responde: “Es de todos”.
Incluso hay mensajes sobre el pago pendiente. Él escribe: “Tenía el dinero en mi billetera y olvidé dárselo. ¿Se lo entrego en la noche, vale?”.
¿Trabajo a cambio de habitación?
En otro tramo del intercambio, también en enero, el joven pregunta si conoce alguna oferta laboral: “He estado pensando que si llego a conseguir algo de trabajo en Ibiza desde antes, incluso me iría desde febrero. Por si llega a saber algo de trabajo, pues estoy a la orden”.
Ella responde: “¿De qué, de cocinero o camarero?”. Él le dice que ha trabajado más en cocina, pero también de camarero. Ella le contesta: “Véngase para el (…)” y nombra al restaurante.
Más adelante, ella le detalla condiciones: “El contrato es 40 horas, pero si quiere solo eso, el sueldo es el convenio. Y si quiere 200 más, en invierno me dice y arreglamos lo de las horas”.
El joven confirma: “Perfecto señora, ya lo entendí. ¿Y el convenio cuánto sería el pago?”. Esto daría a entender que las condiciones laborales se conversan una vez que ya estaba pactado el alquiler, y no como requisito previo.
La marcha atrás de la mujer
Tras las semanas de tensión, discusiones y el clima espeso ya descripto en noticias anteriores, no logran ponerse de acuerdo con el origen del conflicto, respecto a la continuidad laboral de la novia del inquilino, ni en como finalizar este conflicto, cada uno cuidando sus intereses.
La dueña del restaurante envió un mensaje el 7 de marzo. Allí ya directamente niega el vínculo de alquiler: “Usted no tiene que pagar alquiler ni fianza ni nada, ya que fue invitado a casa por unos días”. Añade: “Este es un piso familiar y no alquilo habitaciones. No tengo ningún trato”.
El joven responde con sorpresa: “¡Me estoy enterando ahora mismo que soy invitado! Pagando aún un alquiler y teniendo pruebas muy detalladas de todo el alquiler y su proceso en absoluto”.
Añade: “De igual manera le reitero, en lo que usted pueda, si hay ocasión me envía el número de cuenta ya que ayer no me quiso aceptar el pago y se negó a tomarlo en efectivo”.
La versión de la mujer y del inquilino
En conversaciones mantenidas con La Voz de Ibiza, la mujer sostiene que el ofrecimiento de habitación existió, pero asegura que “no era esa” donde finalmente se alojó el joven. Afirma que entre la oferta y su llegada pasaron dos meses y que “nunca llegó a cerrarse del todo”.
También insiste en que “no hubo un contrato ni pago inicial”, aunque los mensajes sugieren que sí se habría realizado un pago en mano, previo a los depósitos que denuncia haber hecho el inquilino para mostrar su predisposición de pago.
Sobre la relación laboral, defiende que “el alquiler estaba ligado a trabajar para porque así es como hacemos con los trabajadores y además él me insiste en pedirme trabajo varias veces”, aunque en los chats se observa que empleo y trabajo no fueron cuestiones mezcladas al menos de modo directo y que se refleje en los intercambios.
Por otro lado se ha quejado por el video que la muestra golpeando al joven y argumenta que ella «no tiene la facilidad para filmar todo lo que nos hizo él», acusa.
En cambio, el inquilino ratifica todo lo dicho a La Voz de Ibiza, insistiendo que no quiere quedarse donde no lo quieren «pero no me pueden tratar como okupa cuando jamás pasó algo así». Finalmente desafía a que lo pongan delante del juez, policía o periodistas: «Les puedo mostrar todo, no tengo nada que ocultar».
Una pieza clave para el juicio del 15 de mayo
La conversación, con más de una decena de tramos clave, será central en la audiencia fijada para el próximo 15 de mayo. Mientras el caso sigue generando atención, los mensajes muestran que hubo un acuerdo, que no se trató de una intrusión por la fuerza y que la relación se tornó conflictiva después de los desacuerdos que terminaron escalando a instancias judiciales.
En definitiva, los chats permiten reconstruir una historia más compleja que la etiqueta de “okupas” y ponen en cuestión el relato original que circuló ampliamente. El proceso judicial dirá la última palabra. Pero en el terreno de los hechos, las palabras escritas parecen hablar por sí solas.