Una mujer de 83 años residente en Ibiza lleva meses viviendo encerrada en su propia habitación, mientras una pareja que ocupó su casa controla el resto del piso, impidiéndole incluso acceder a la cocina o al salón.
La hija de la afectada, Patricia, ha contado a Diario de Ibiza que su madre ha tenido que acudir dos veces a Urgencias debido a crisis nerviosas provocadas por la situación. La mujer duerme sin colchón, sin calefacción y sin poder cocinar, ya que la echan de la cocina.
«Ahora somos nosotros los invitados ahí. Entraron a la habitación de mi madre, le quitaron su colchón grande y se lo llevaron a su habitación», ha contado Patricia.
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Traición
Según el relato de Patricia, la ocupación comenzó cuando conoció a un hombre de nacionalidad venezolana, que le pidió ayuda para encontrar trabajo. Patricia accedió a contratarlo para su restaurante en es Figueretes, como también a darle empleo a su pareja. Y, de manera transitoria, le proveyó de alojamiento al hombre y a la mujer en la casa de su madre.
La pareja, que hasta entonces se mostraba sumamente educada y amable, mostró sus verdaderas intenciones. Tras coger otros trabajos (él en un auto VTC y ella en una discoteca), el okupa le dijo: «Señora, mire, de aquí no nos vamos. La situación está difícil y usted no nos puede echar de aquí. De aquí no nos saca ni el dueño del piso».
Según Patricia, «llamaron a la Policía avisando de que iban a poner una cerradura en la habitación. Yo pensaba que eso no podía ser legal, pero vino la Policía y dijo que sí, que era su morada y que tenían derecho a proteger sus cosas». La hija de la anciana ha señalado que cuando cogió las cosas de los okupas, estos la denunciaron a la Policía. «Me siento impotente, sin poder hacer nada. Me voy a dormir con mi madre y ellos están a sus anchas, te pasan por el pasillo casi empujándote y tú tienes que callarte. Pegan portazos y tú no puedes hacer nada», ha dicho.
Los okupas han instalado su vida en el salón de la vivienda, reciben visitas, cocinan y usan libremente las zonas comunes, mientras la anciana no puede salir de su habitación salvo para ir al baño.
Patricia cuenta que su madre, sin acceso a la cocina, le dice: «‘Hijita, ¿me puedes traer alguna cosita para comer? Una manzanita, o algo, porque no puedo entrar a la cocina’. Y tantas cosas que mi madre se queda callada…»
Pese a las denuncias presentadas, la Policía no puede intervenir mientras no haya orden judicial, ya que la ocupación no se produjo por la fuerza y se trata de una convivencia forzada.
Para colmo, la salud mental de la madre de Patricia se ha resentido. Los médicos, cuenta, no quieren darle a su madre medicación por miedo a que «las pastillas le atonten y pueda sufrir una caída». La trabajadora social confirma que están atados de manos: «Nos dice que nos vayamos nosotros del piso porque la salud de mi madre es la prioridad». Y todo al mismo tiempo que los okupas del piso, que es alquilado, «montan fiestas y campan a sus anchas por la casa».