Los seres humanos nos cortamos el cabello desde la prehistoria. Se utilizaban herramientas encontradas en la misma naturaleza, como las lascas (piedras planas y cortantes, también usadas para cortar alimentos o crear flechas).
El corte del cabello no tenía fines estéticos en aquellas épocas, sino que se hacía para no enredarse, por ejemplo, con las malezas o por cuestiones religiosas. Más tarde, se saben que se usaron espinas de pescado o dientes de animales y ramas secas para peinarse.
Luego los egipcios, tenían esclavos al cuidado del cabello de sus amos. A lo largo de la historia, la peluquería ha evolucionado desde un servicio básico de cuidado del cabello hasta un arte que combina técnicas de corte, peinado y coloración, e incluso, se ha fusionado con la barbería, especialmente en la Edad Media.
En la actualidad, la peluquería es una profesión reconocida y valorada por su capacidad de transformar la imagen personal y promover el bienestar personal. Pero aún hay más rodete que desenredar…
Hablamos con esta profesional del arte del bello, nacida en Lérida, residente en Ibiza todo el año pero que salta por trabajo a Barcelona todo el rato, y que se llama Yolanda Moreno Aguado.
-¿Cómo empieza tu aventura?
-De pequeña siempre les cortaba el pelo a mis muñecas y mi padre las usaba de espantapájaros porque le hacían mucha gracia [risas]. Luego empecé cortándole a la vecina, a mis primas, y me hacía unas moneditas. Pero yo no quería hacer peluquería, quería ser bailarina. Pero mi hermana sí que se metió en eso, entonces mi padre me sacó de estudiar para que empezara a estudiar con mi hermana peluquería profesional por su cabeza de padre de la Guerra Civil, fue que las dos nos montamos una peluquería.
-Típico del siglo pasado, la salida laboral antes que la vocación profesional…
-Exacto, mi hermana era 2 años mayor y nos montamos una en la casa de mis padres [risas], ¡yo tenía 15 años!
-¿Qué pasó después?
-Yo siempre fui muy inquieta y estaba todo el rato haciendo cosas, moviéndome, me escapé a Londres por ejemplo porque tenía inquietudes, no sé, siempre fui más culo inquieto que mi hermana que, de hecho, sigue en la misma peluquería desde hace años. Es que hay clientas de 90 años que todavía nos compran lotería de Navidad [risas], porque nos conocieron de niñas.
Luego me sentí encerrada, a pesar de estar muy cómoda, de ser mi jefa, de reírnos como nos reíamos y reconozco que tengo muchos buenos recuerdos, pero no estaba feliz tan quieta, hasta que llegó el día que dije no quiero quedarme aquí y le pasé mi parte a mi hermana y a volar.
Fui a Ibiza y luego me escapé a Londres… pero dejo claro que luego tuve tanto trabajo luego gracias a todo lo que aprendí allí. Yo he hecho de todo desde bodas de gitanas de 10 horas los fines de semana hasta teatro de altísimo nivel; horas y horas con el secador en la mano cuando no había tanta cosa que hay ahora. Pero todo ese bagaje me dio la seguridad que necesitaba para luego buscarme la vida sola, sabiendo lo que hacía.
-Tantas horas haciendo callo en técnica, sí, pero también está la imaginación supongo a la hora de cortar.
-Mucha intuición. Hay muchos peluqueros que tienen años de experiencia pero cortan hoy igual de mal que al principio, y luego hay otros que llevan poco tiempo y tienen chispa…
-¿Y cómo definirías ser peluquera?
-Bueno, de muchas maneras, pero una sería de ser un poco arquitecto. Primero, el pelo es materia viva como la madera, ahí ya hay una fuerza que debes interpretar. Piensa que cada cliente es distinto al anterior y puedes ver cómo esas personas han pasado por diferentes traumas… por ejemplo, le cortas el pelo a alguien que se portaba bien pero que luego empieza a consumir drogas, se le nota en el pelo, en la energía, es distinta. Mientras cortas tienes una sensibilidad muy especial y al final nuestra misión es hacerles felices, que se gusten cuando se vean al espejo, que no es fácil en general mirarte al espejo y gustarte.
-Qué gran responsabilidad…
-Lo es y a veces cansa porque muchas veces tienes que lavarte luego, un baño en el mar por ejemplo, es que hay personas que igual están en un muy mal momento y vienen intensos de energía negativa. A mí me han contado dramones muy bestias y eso se queda en tus manos.
-Y los peluqueros no tienen ese entrenamiento como los médicos que en la mayoría de los casos dejan el dolor ajeno en la puerta al irse. El desasociarse.
-Si eres un poco inteligente, sí que lo haces al final. Incluso hay frases que se pueden usar como salidas [no pregunto cuáles para no desarmarla del recurso]. El tema es que yo tengo una energía muy acogedora que presta a que la gente se abra, pero también te digo, que la gran mayoría de las veces es un intercambio muy ameno y muy bueno.
-¿Tienes alguna anécdota de esto que hablamos?
-Sí, hace tiempo fui a cortarle en un barco el pelo a un señor ruso que me dijeron era uno de las personas más ricas del mundo, de esto que te hacen firmar acuerdos de confidencialidad, y cuando llegó, vino acompañado de tres personas más. Dejó tres teléfonos en la mesa, se sentó y me dijo “lo mismo pero 1 centímetro menos”, sin siquiera mirarme a la cara.
Era un hombre rico de dinero, pero pobre de todo lo demás. Acabé y adiós. Luego de tres semanas me vuelven a llamar y ya no apareció con el séquito de personas, vino solo. Y se largó a hablarme normal, como si fuera otra persona. Y yo estoy convencida que es por el contacto anterior y que ya no estaba con esas personas que imagino le sobraban. Pero es que además luego está esto; que en un salón todo es fácil pero en un barco, por más que sea de lujo no tiene muchas veces las cosas pensadas para este tipo de trabajo, ejemplo; una vez acabé con un rico en cuatro patas en la bañera para que le lavara el cabello [risas], porque no hay una pica que puedas usar para ese fin en particular.
Pero lo de viajar por el mundo cortando el pelo, y en cualquier sitio imaginable, es maravilloso.
-¿Cuál ha sido el más loco?
-Posiblemente dentro de un cajero de La Caixa [risas].
-Tu espíritu es de peluquera nómada.
-Sí. He cortado el pelo en la selva, playas, embarcaderos, barcos, villas, en la calle…

-¿En la selva?
-Sí, en África. En Mali por ejemplo la gente que vivía en Bamako no tenía peluqueros que conocieran los pelos de las personas blancas.
-¿Y has cortado el pelo a gente negra? Porque es otro tipo de pelo completamente…
-Sí, también. Hay que utilizar otras directrices. Ahí sí que hay mucho de lo que te decía de la arquitectura. No puedes estar por encima de lo que ya hay. Hay que respetar lo que hay y su lenguaje. Por eso antes de empezar, yo empiezo a tocar la cabeza y mover los pelos para encontrar los secretos. Hay cabezas que son muy feas y hay otras que son bellísimas, estéticamente hablando. Y el pelo es un marco. No es cortar el pelo y ya, hay un conjunto de un montón de cosas, incluidos sentimientos y emociones porque de nuevo, es materia viva. Hay que tener una comunicación entre el peluquero y la cabeza del cliente.
-¿Los remolinos son un problema?
-Los remolinos son ombligos. Son el nacimiento del pelo. Es como el segundo ombligo. Lo que no se puede es pelear con ellos. O siempre intentar querer cambiar lo que naturalmente tienes. Yo soy más peluquera de leer lo que tienes y desde allí crear pero respetando tu identidad.
-¿Qué relación han tenido la estética capilar y la isla de Ibiza?
-En mi opinión, creo que algo las estéticas en la isla han sido asociadas con algún movimiento social ó con la música. En lo 70s fue el movimiento hippie, o sea, melenas desaliñadas, salvajes, todas degradadas de color por demasiada exposición al sol, rastas… los peluqueros sobrevivían como podían porque la gente no se cortaba el pelo. Esa imagen a quedado muy marcada en la isla, de hecho los ibicencos en los años 70s les llamaban El Peluts… y peace and love. Luego también muy conectado con la música, mucho pelo con volúmenes, la gente se pegaba atracones de laca, se hacían cortes degradados… Luego llega la música disco, la tecno, y se ha visto un cambio brutal en que la peluquería empezó a tener más diversidad y más nombre en los 80s. A pesar de los cambios siempre se ha tomado de referencia a los 70s, donde se recrea Adlib, el cual lleva pelos muy largos y salvajes.
Y ahora mismo lo que vivimos, estamos viendo una Ibiza más superficial, muy fake, y esto es lo que quiere la gente. Por esto, es que usan cosas terribles para el cabello, como alisadores, coloraciones súper tóxicos… digo, el pelo salvaje y natural; no. Yo imagino que las peluquerías de Ibiza estarán haciendo todas lo mismo, porque veo en la calle lo mismo. También hay gente que quiere hacerse algo para ser visto, me pasó de un famosillo hacerse algo para Ibiza y quitárselo antes de subir al avión. Está la isla partida por mitad, los que vienen a mirar y los que vienen a mostrarse.
-¿Eres de usar mucho las máquinas?
-Sí, me gusta cortar con la máquina, me gusta cortar con todo la verdad.
-Pero es que las herramientas del peluquero han evolucionado muchísimo, ¿no?
-Sí, mucho. Ha cambiado un montón para mejor.

–Trabajas en el Liceo de Barcelona?
-Sí, hace 23 años dejé un currículo y me llamaron, a lo que aclaré que “yo nunca hice pelucas» – me interrumpen – y me dicen “ven”. Y mi jefe de ese momento, jefe de caracterización del Liceo y hombre de oficio, a quien admiro muchísimo y que se llama Carlos Montosa, me dijo “te he llamado porque has trabajado mucho en peluquería y no me apetece tener gente que no conozca a fondo el cabello, y lo que no sepas, lo aprenderás”. Entonces, volviendo a la pregunta anterior, habiendo muchísimos aparatitos hay que venir de abajo… curtirse… aunque escribas todo el rato en el ordenador, coge lápiz y papel de vez en cuando, ¿no? La evolución está muy bien y hace la vida más fácil, pero sin esa base, mal. El Oficio… hay que tener oficio.

-Cuéntanos más sobre el Liceo.
–El Gran Teatro del Liceo de Barcelona, conocido como El Liceo, es el teatro de ópera en activo más antiguo y prestigioso de Barcelona. Yo empecé al año siguiente del año en que se quemó. Normalmente lo que hago es ópera lírica y alguna vez he trabajado en danza o conciertos.

-¿Y danza, nunca has hecho algo que era tu deseo de joven?
-No nunca. Pero se me va el cuerpo solo cuando oigo música.
-¿Te arrepientes de no haber hecho algo de danza?
-Sí, lo que pasa es que la palabra arrepentirse lo único que aporta es malestar. Luego también fui madre joven… y sientes que “ya fue” pero eso es mentira, nunca ya fue, pero la mentalidad esa antigua es lo que tiene.
También te digo que la peluquería es súper versátil, por ejemplo, yo pongo pelucas pero también hice posticería, he hecho publi, cine, siempre muy inquieta acabé haciendo de todo, pero a veces siento que nunca acabé de encontrarme en un lugar.
Donde me encuentro mejor es en el teatro, porque tiene una acción, una emoción, que es el momento. Cuando la regiduría da la orden y se abre el telón todo cobra vida, y ves todo el trabajo de muchísima gente en acción. Cuando haces cine estás horas y horas y va todo muy lento. Es bonito cuando por ejemplo haces una peli de época pero si es contemporánea es más aburrido. Lo que más me gusta es crear personajes, pero eso no es fácil. Es fascinante ver a un actor que le pones una peluca y los ves cambiar los registros en el momento. Es psicomágia como dice Jodorowsky. Alquimia.

-La peluquería en sí es casi una institución, es más que un lugar donde te cortan el pelo, es un centro neurálgico de los pueblos, un punto de información, de reunión… ¿no?
-De los pueblos y de las ciudades [risas].
-Lo que no te enteras en la pelu no te enteras en ningún lado, ¿es así? [risas]
-Sí, es así y te quedas corto porque hay mil historias y esto ha sucedido desde siempre. A mi los psicólogos me hacen los recados [exploto en carcajada]. Yo estoy convencida de que hay como una conexión a través del tacto con el cuero cabelludo que crea una cierta intimidad. Me ha pasado de tener clientes que eran al principio prácticamente mudos pero al cabo de dos o tres sesiones empezaron a soltarse.
-Es una suerte de confesionario…
-Sí, también depende del peluquero. Pero te digo, mucha gente va a cortarse el pelo un 50% y el otro 50 a soltar. Esto te lo aseguro que llevo 40 años en esto.
-¿Cuál fue tu peor experiencia?
-Lo peor son los tiranos que te encuentras en cine o publicidad. Y si tu por alguna razón brillas un poco te apartan. Y si no estás fuerte tú en ese momento, te pueden machacar. Son medios con mucha superficialidad.
-Bueno, es algo que le pasa a los chefs, a los djs, creo que en muchas profesiones está esta cosa de que “si quieres triunfar” has de estar en todos los eventos sociales siendo feliz y divino, pero es todo falso y plástico.
-Eso mismo. Yo conocí actores agotados por esto y por estar siempre expuestos a las opiniones de los demás.
Pero hay que protegerse porque de escuchar tanto ruido igual padeces de oídos, como yo. Pero aprendí.
-¿Qué pasa cuando viene un cliente y te dice lo que quiere pero tú sabes que no es lo que le conviene, cómo lo manejas?
-Esto es interesante, si tú estás haciendo un trabajo cualquiera y estás convencido de tu profesionalidad vas inevitablemente a utilizar no sólo técnica con las manos sino también la verbal. Es importante poder comunicar bien, y le dices que se vea al espejo y le marcas los puntos fuertes y que lo que quiere hacer va a castrar sus cualidades. Esto pasa mucho entre los jóvenes que quieren ir todos clones por lo que ven en redes sociales.
En los 80 cuando estaba en Londres era súper divertido todo porque la gente era toda distinta, o cuando llegué a Ibiza en el 89 igual, no se llevaba “algo”.
Pero no es una cuestión de te lo hago o no te lo hago, hay grises en el medio.
-¿Y cuando te dicen “estoy harto de siempre el mismo corte, haz lo que quieras”, eso es bueno o malo?
-Es bueno, pero para él o ella. Cuando te sueltas es que estás dejando de compararte, con una actriz, un cantante, un futbolista… ganas en confianza y funciona porque el corte será más acorde con la identidad de esa persona. Es que además salen cosas acojonantes [risas].
-¿Crees que el hombre hétero se ha vuelto un poco metrosexual?
-Hombre claro [responde como un rayo]. Esto ya sucedía en los siglos XVIII y XIX con hombres muy afeminados y con pelucas y tal, pero sí es cierto que ahora también ha habido un momento donde unos hombres están confundidos. Hacerse las cejas por ejemplo, que se las depilan mucho y son un estandarte de masculinidad. El hecho de ir tan a menudo a la pelu, de ciertos productos que usan…
-Tinte.
-El tinte me parece interesante, ¿por qué no? Y el maquillaje también. Pero yo hablo más de ese hombre que se quita todo el bello, el beta versus el alfa velludo. Creo que fue como una moda en España e Italia… En mi opinión me parecen confundidos, pero por Dios, ¡que cada uno haga lo que le dé la gana!
-¿Qué le dirías a una persona joven que empieza a dedicarse al mundo del cabello?
-Que aprenda el oficio. Esto es una carrera apasionante, pero te digo, que se arme de valentía porque se va a encontrar con un montón de obstáculos, y que sea muy coherente con lo que hace y con lo que piensa. Que no se convierta en una víctima de las modas. Que explote la creatividad al máximo sin miedo. Ser intuitivo.
Y que sienta mucho orgullo, que este es un super oficio.
Yo una vez trabajé con el famoso modisto Christian Lacroix poniendo unos tocados y mientras veía las cosas que hacía, me dije a mí misma; “madre mía – yo amo lo que hago!”
