CRISIS POLÍTICA

Cae el Gobierno de Bayrou: ¿Qué está sucediendo en Francia?

El primer ministro François Bayrou perdió la moción de confianza en la Asamblea Nacional y deberá dimitir junto a su gabinete, en medio de un Parlamento fragmentado y una creciente tensión social.

El primer ministro de Francia pierde la moción de confianza
El primer ministro de Francia pierde la moción de confianza

El Gobierno encabezado por François Bayrou no sobrevivió a la moción de confianza celebrada en la Asamblea Nacional. La votación, que reflejó el rechazo mayoritario de la cámara, obliga al primer ministro y a todo su gabinete a presentar la dimisión: este desenlace abre una nueva fase de incertidumbre política en Francia, que ya venía arrastrando una crisis institucional desde hace meses.

Un Parlamento fragmentado y un primer ministro en la cuerda floja

François Bayrou, líder del partido centrista MoDem y aliado histórico de Emmanuel Macron, asumió el cargo de primer ministro tras las elecciones legislativas anticipadas de 2024. Aquellos comicios dejaron a Francia con un Parlamento profundamente dividido: ninguna fuerza política logró alcanzar una mayoría absoluta y, desde entonces, la gobernabilidad se ha convertido en un desafío permanente.

En este contexto de fragmentación, Bayrou se convirtió en una figura de compromiso, encargada de tender puentes entre distintas sensibilidades políticas para sacar adelante los asuntos urgentes del país.

La apuesta de la moción de confianza

Emmanuel Macron y Francois Bayrou
Emmanuel Macron y Francois Bayrou

La fragilidad de su posición se hizo evidente a medida que avanzaba su mandato. A finales del verano de 2024-2025, el propio Bayrou decidió plantear una cuestión de confianza en la Asamblea Nacional. Su objetivo era reforzar su legitimidad y, sobre todo, lograr respaldo a un plan económico valorado en unos 44.000 millones de euros, que incluía fuertes recortes en el gasto público y medidas impopulares como la supresión de días festivos.

La apuesta resultó arriesgada: si conseguía la confianza, ganaba oxígeno político; si la perdía, ponía fin a su gobierno.

El resultado fue negativo para Bayrou: la Asamblea Nacional rechazó su gestión con 364 votos en contra y apenas 194 a favor. En la práctica, la votación mostró una inusual coincidencia entre la izquierda y la extrema derecha, que se opusieron en bloque a su programa económico y a la estrategia de austeridad.

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También sectores moderados mostraron su desacuerdo, convencidos de que el primer ministro había forzado la situación en lugar de buscar consensos más amplios. El rechazo tan contundente convirtió a Bayrou en un primer ministro políticamente insostenible.

La obligación constitucional de dimitir

La Constitución francesa es clara: cuando un primer ministro pierde una moción de confianza, se entiende que ha perdido la legitimidad para gobernar, por ello, Bayrou y todo su gabinete deben presentar la dimisión. Ahora la pelota queda en el tejado del presidente Emmanuel Macron, quien deberá decidir si nombra a un nuevo primer ministro capaz de obtener apoyos en la Asamblea o si, por el contrario, opta por disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones.

Una crisis que trasciende a Bayrou

Bayrou debe dar un paso al costado y Francia atraviesa una fragilidad política
Bayrou debe dar un paso al costado y Francia atraviesa una fragilidad política

La crisis pone de relieve tres dimensiones: por un lado, la fragmentación política, que desde las últimas elecciones impide que ninguna fuerza imponga un rumbo estable. Por otro, la tensión social, ya que el plan de recortes había provocado protestas y huelgas en distintos sectores, lo que hacía difícil que prosperara en un clima de creciente malestar ciudadano.

Finalmente, supone un desafío para Macron, obligado a recomponer el Ejecutivo en un escenario en el que incluso se baraja la posibilidad de una “cohabitación” con un primer ministro socialista, algo que no se ve en Francia desde hace más de veinte años.

La caída de Bayrou no es solo el final de un gobierno, sino un síntoma de la profunda inestabilidad institucional francesa, marcada por un Parlamento fragmentado, una economía presionada por la deuda y un clima político en el que la oposición, tanto de izquierda como de extrema derecha, gana fuerza a costa del oficialismo.

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