En su cubierta caben más de mil personas. En sus entrañas han llegado a caber cerca de un centenar de camiones o más de trescientos coches, aunque hoy la cantidad de vehículos llegan a 140. Durante dos décadas ha cruzado el Mediterráneo en rutas de línea regular, pero este verano, el ferry Ciudad de Granada cambiará su rol. Sin dejar el puerto, también alojará turistas. Y eso, en Ibiza, ya ha desatado un incendio político.
La propuesta se llama TrasmedWeekend. La impulsa la naviera Trasmed, perteneciente al Grupo Grimaldi, y plantea un concepto inédito en Baleares: viajar en ferry desde Valencia a Ibiza los viernes por la noche, dormir el sábado a bordo mientras el barco permanece atracado en el puerto, y regresar el domingo. Todo sin pisar un hotel. Ni buscar alojamiento.
La idea, que según la empresa está pensada como escapada cómoda y sin complicaciones, incluirá camarote, desayuno los dos días, uso de zonas comunes e incluso una visita guiada a Dalt Vila en la mañana del sábado. Lo que ha provocado rechazo institucional no es la experiencia en sí, sino su marco legal. El Consell de Ibiza considera que esto es, sin rodeos, un hotel encubierto que no dispone de plazas turísticas regladas. Y ha pedido al Gobierno central que reconsidere su política portuaria.
El ferry, no obstante, cuenta con autorización de la Autoridad Portuaria de Baleares, lo que en términos legales lo sitúa en una zona de competencia estatal. Desde la naviera insisten en que el servicio cumple con la normativa vigente y que todo ocurrirá dentro del recinto portuario, sin invadir suelo municipal.
Pero, ¿qué hay detrás de este buque que está a punto de pasar de simple medio de transporte a epicentro del debate sobre el modelo turístico de la isla?
El ferry con nombre de pintor que ahora homenajea a una ciudad
El Ciudad de Granada no es un debutante en estas aguas. Fue construido por los astilleros Hijos de J. Barreras en Vigo, botado en el año 2000 y entregado en mayo de 2001 bajo el nombre de Sorolla. Diseñado dentro del programa de los “superferries” de Trasmediterránea, fue durante años uno de los buques más modernos de la flota, tanto por capacidad como por confort.
Tiene 172 metros de eslora y 26 de manga. Pesa casi 27.000 toneladas brutas y supo estar impulsado por cuatro motores diésel Wärtsilä que le permitían alcanzar 24 nudos de velocidad, que hoy según la información oficial de Trasmed llegan a 21,5.
En su interior, cuenta con 207 camarotes, 647 butacas, garajes para vehículos y servicios como restaurante, piscina, cafetería y salones. Una infraestructura que, si bien fue concebida para trayectos de media y larga distancia, también fue pensada con un estándar de comodidad superior al habitual en ferris de línea.
Durante sus primeros años cubrió rutas entre Barcelona, Palma y Valencia. Posteriormente operó desde Almería hacia Melilla y, en ocasiones especiales, hacia las islas Canarias.
En 2019 cambió su nombre por el actual y en 2021 pasó a formar parte de la flota de Trasmed tras la adquisición por parte del grupo italiano. En 2023, fue sometido a una modernización integral en Turquía: se le añadieron sistemas para reducir emisiones, se repintó el casco de azul y se reformaron zonas interiores, incluida la piscina.
Uno de los detalles más llamativos de esa reforma fue la aplicación de un revestimiento especial de silicona bajo la línea de flotación, una tecnología poco habitual que mejora la hidrodinámica del casco y reduce el consumo de combustible. Ese cambio invisible desde el exterior refleja una apuesta técnica que va más allá del simple lavado de cara estético.
A lo largo de su vida operativa, el ferry ha pasado por distintas etapas corporativas. De su nacimiento en la Trasmediterránea pública, pasó a la era Acciona, luego a Naviera Armas, y finalmente al Grupo Grimaldi, actual propietario.
Este recorrido lo convierte en uno de los pocos buques del Mediterráneo que han sobrevivido a fusiones, privatizaciones y reestructuraciones manteniéndose siempre en servicio activo. Incluso su nombre original, Sorolla, en homenaje al pintor valenciano, fue reemplazado dentro de una estrategia comercial que también afectó a su gemelo Fortuny, hoy rebautizado como Ciudad de Melilla.
Y si algo prueba la trayectoria del buque, es que no se trata solo de un ferry turístico. En febrero de 2018, su tripulación localizó y notificó el hallazgo de cerca de veinte cuerpos flotando en aguas próximas a Melilla.
Se trataba de migrantes que habían naufragado en su intento de alcanzar España. El Sorolla se detuvo y dio la voz de alarma, permitiendo activar un operativo internacional de rescate. Un episodio que muestra hasta qué punto este ferry ha sido testigo —y actor— de las realidades más duras del Mediterráneo.
Dormir a bordo, sin moverse del puerto
A partir del 27 de junio, el ferry no solo conectará, también hospedará. La experiencia TrasmedWeekend propone algo simple: permitir que los pasajeros permanezcan dentro del barco la noche del sábado, cuando el ferry ya estará amarrado en el puerto de Ibiza. Así, se evitará reservar alojamiento en tierra y se ganará una noche más en la isla sin mover maletas ni cambiar de habitación.
Según explica la empresa en su página web, la experiencia estará disponible entre el 27 de junio y el 28 de septiembre, excluyendo el fin de semana del 19 al 21 de septiembre.
El barco saldrá cada viernes a las 22.30 desde Valencia y regresará el domingo a las 13.00 desde Ibiza. Durante ese tiempo, el pasajero podrá disfrutar de la isla, entrar y salir del ferry libremente —a pie— desde el sábado al mediodía hasta las 11 de la mañana del domingo, y dormir el sábado en el camarote que utilizó en la ida y que volverá a usar en la vuelta.
El suplemento, con precio cerrado, costará 200 euros por camarote y permitirá alojar hasta cuatro personas. No se podrá contratar en trayectos de solo ida o vuelta, ni en acomodaciones sin camarote. También requerirá que el tipo de camarote reservado sea el mismo en ambos trayectos.
Durante la estancia, se incluirán los desayunos del sábado y domingo, y si el pasajero lo desea, podrá solicitar servicio de limpieza en el camarote. Además, como parte del acuerdo con el Ayuntamiento de Ibiza, se ofrecerá una visita guiada gratuita a Dalt Vila a las diez de la mañana del sábado, guiada por personal acreditado.
Para los que viajen con coche, habrá condiciones específicas: deberán desembarcar el vehículo el sábado a las ocho de la mañana, ya que por seguridad no se permitirá dejarlo a bordo mientras el barco esté en el puerto.
La empresa indica que en la estación marítima hay plazas de aparcamiento próximas habilitadas para los usuarios de esta fórmula. El coche deberá reembarcarse el domingo, presentándose dos horas antes de la salida.
Tras su entrada en servicio, el buque también apareció en notas de prensa y publicaciones corporativas: la revista interna “Azul Marino” de Trasmediterránea cubrió su viaje inaugural y presentación en sociedad.
Además, sitios web y boletines del sector naviero (por ejemplo, ANAVE) recogieron sus especificaciones y rendimiento. En años posteriores, con el cambio de nombre a Ciudad de Granada y su incorporación a la flota de Trasmed/Grimaldi, se difundieron nuevas imágenes de su modernización interior (2017) a cargo de Oliver Design evidenciando la vigencia de su buen diseño base con actualizaciones estéticas menores.
Una regulación que flota en aguas grises
El malestar institucional no es menor. El Consell Insular considera que este uso del ferry como alojamiento sin licencia choca directamente con la estrategia de contención turística impulsada desde hace años en la isla.
Según el comunicado oficial, el modelo propuesto por Trasmed se plantea “al margen de la normativa de planificación turística” y representa una “competencia desleal” para hoteles, apartamentos y otros establecimientos regulados.
Además, llega en un momento especialmente sensible: en los últimos meses se han eliminado 9.000 plazas de la bolsa turística y se han retirado del mercado otras tantas ilegales. Para el Consell, permitir ahora que un ferry funcione como hotel sin las mismas condiciones regulatorias supone una contradicción frontal con los esfuerzos por ordenar el crecimiento del sector.
Desde la empresa, sin embargo, insisten en que su actividad es legal, que se desarrollará íntegramente dentro del puerto —ámbito de competencia estatal— y que no interferirá con la normativa urbanística ni turística local. La Autoridad Portuaria de Baleares ha confirmado que el servicio cuenta con autorización para operar en esos términos.
Un barco con dos funciones: transportar y alojar
A bordo del Ciudad de Granada, la rutina del fin de semana está por transformarse. Lo que hasta ahora era únicamente una travesía nocturna se prolongará durante casi 36 horas de estancia flotante.
Durante ese tiempo, el ferry se convertirá en una especie de hotel estático: sin recepción, sin calle, sin check-in digital, pero con camas, duchas, acceso restringido y desayunos incluidos.
No habrá animación ni actividades programadas, más allá del servicio de cafetería y la opción de la visita cultural. Pero para muchos viajeros que busquen una escapada sencilla y sin sorpresas, la idea puede resultar atractiva: se dormirá en el mismo lugar donde se llegó, no hará falta moverse, y el precio —si se reparte entre varios pasajeros— podría resultar inferior al de un alojamiento tradicional en temporada alta.
La experiencia flota —literalmente— en una delgada línea entre lo logístico y lo turístico. Y por eso ha provocado tanto interés como polémica. Si será un modelo que se expanda a otras rutas —la compañía ya ha adelantado que planea llevarlo también a Menorca— o si se quedará en una anécdota de verano, dependerá no solo de la demanda, sino de cómo evolucionen las normas que regulan un sector cada vez más tensionado entre la innovación comercial y los límites de sostenibilidad.
Por ahora, el Ciudad de Granada sigue navegando en sus rutas habituales. Pero a partir del 27 de junio, pasará también a ser otra cosa: un punto intermedio entre transporte y alojamiento, entre barco y hotel. A bordo, habrá quienes duerman con vistas al mar sin haber alquilado habitación. Y habrá quienes, desde tierra, vean en ese buque una metáfora flotante de todo lo que Ibiza quiere —o no quiere— volver a ser.
