En una isla donde todo parece tener un precio, o un alto precio según las posibilidades, Couchsurfing sobrevive como una anomalía. Sí, en Ibiza, uno de los destinos más caros del Mediterráneo, todavía es posible dormir gratis. No en una tienda ni en un coche, sino en casas particulares, gracias a una comunidad que resiste la lógica del turismo masificado: la de los anfitriones de Couchsurfing.
¿Qué es Couchsurfing y cómo nació?
Couchsurfing es una plataforma online creada en 2004 con la finalidad de conectar viajeros que buscan alojamiento gratuito con personas locales dispuestas a compartir un espacio en sus hogares. La esencia del proyecto siempre ha sido el intercambio cultural, ofrecer experiencias auténticas y fomentar relaciones personales entre anfitriones y viajeros alrededor del mundo. Sus creadores, Casey Fenton, Daniel Hoffer, Sebastian Le Tuan y Leonardo Silveira, lanzaron la idea con la intención de fomentar una comunidad global basada en la confianza, la hospitalidad y la reciprocidad.
Couchsurfing hoy
Actualmente, en 2025, Couchsurfing atraviesa un período de decadencia, muy alejado de su época dorada entre 2010 y 2015. Cambios en su modelo económico, como la introducción de suscripciones, la aparición de otras plataformas como Airbnb o Booking, así como preocupaciones sobre seguridad, privacidad y la pandemia de COVID-19 han reducido considerablemente su comunidad y actividad. Pese a ello, aún mantiene un núcleo fiel de usuarios que defienden la filosofía original y ofrecen experiencias personales en destinos cada vez más comerciales y saturados.
De más de 3.000 anfitriones a apenas una docena disponibles
Couchsurfing llegó a tener 3.064 anfitriones registrados en Ibiza. Hoy, la escena ha cambiado radicalmente. En mayo de 2025, 26 perfiles se han conectado en la última semana, lo que demuestra cierta actividad reciente. Pero si se filtran las fechas entre mayo y octubre —el corazón de la temporada alta—, apenas 13 de esos anfitriones están disponibles para alojar.
El contraste es tan elocuente como revelador. No es que la plataforma haya desaparecido, pero su nivel de oferta ha caído de forma drástica. ¿Se han ocupado las plazas? ¿Los anfitriones prefieren no comprometerse? ¿La dinámica del turismo en Ibiza ha cambiado demasiado? No hay una única respuesta, pero sí una tendencia clara: lo que antes era multitudinario, hoy es marginal.

¿Quién abre su casa en Ibiza hoy?
Pese al declive general, quienes siguen activos muestran un compromiso destacable. Felipe Sanz, ibicenco, acumula 114 recomendaciones. Abre su casa a desconocidos y les enseña rutas a calas secretas. Maurizio, italiano, también mantiene su perfil vivo, con pasión por la fotografía. Argi, desde Sant Antoni, dice buscar practicar idiomas mientras conoce gente nueva.
Otros, como Ivan Gonzalez, amante del arte y el deporte, o Toni Cardona, que ve en cada viajero una oportunidad de aprendizaje, representan ese espíritu original de Couchsurfing: la hospitalidad como herramienta de conexión humana.
Aunque muchos tardan días en responder —lo cual refleja el menor dinamismo de la plataforma—, sus perfiles están actualizados y abiertos a la experiencia.
Menos cantidad, más valor simbólico
Si Couchsurfing ya no es lo que era en volumen, en valor simbólico sigue siendo potente. Que en 2025 aún existan personas dispuestas a ofrecer alojamiento gratuito en uno de los destinos más vinculado al turismo de lujo, es significativo.
En Ibiza, donde el acceso a la vivienda se ha convertido en un tema crítico incluso para los residentes, estos anfitriones actúan como una especie de contracultura hospitalaria. Su gesto no responde a la lógica de la rentabilidad, sino a la de la convivencia y la curiosidad por el otro.
Mientras tanto, 47 viajeros buscan hospedaje gratuito
En el mismo periodo —entre mayo y octubre de 2025—, 47 viajeros han publicado su intención de alojarse en Ibiza a través de Couchsurfing. Vienen de Estados Unidos, Brasil, Argentina, España, Polonia, Túnez, Costa Rica… Muchos son usuarios con experiencia previa en la plataforma y varias recomendaciones.
Algunos lo hacen por curiosidad, otros por ahorrar, otros por convicción. Muchos especifican sus fechas y motivaciones: desde asistir a eventos, conocer la cultura local o simplemente vivir una experiencia diferente a la del hotel. Son viajeros que, por elección o necesidad, apuestan por una forma distinta de recorrer el mundo.

¿Y qué buscan quienes llegan?
Muchos de los viajeros que publican sus solicitudes lo hacen con mensajes breves pero personales. Algunos mencionan explícitamente que no tienen alojamiento cerrado. Otros buscan experiencias compartidas. En todos los casos, el tono dista del de una reserva en una app comercial: aquí hay expectativa, no exigencia; propuesta, no demanda.
Un ecosistema más frágil, pero aún vivo
Desde que en 2020 la plataforma implantó una suscripción obligatoria, muchos usuarios se dieron de baja. A eso se sumaron los efectos de la pandemia, la competencia de Airbnb, y una transformación del perfil del viajero global.
En Ibiza, además, el alza de precios en alquileres y la conversión de viviendas en alojamientos turísticos limitó aún más la posibilidad de que un residente ofreciera su casa sin recibir nada a cambio.
Y, sin embargo, 13 anfitriones están dispuestos a hacerlo en plena temporada alta de 2025. Es poco, sí. Pero también es prueba de que Couchsurfing, aunque marginal, sigue siendo real.
Lo que no se compra, pero aún se encuentra
Dormir gratis en Ibiza no es solo un ahorro. Es una forma de experimentar la isla desde un lugar más íntimo. Los anfitriones no prometen vistas al mar ni desayuno gourmet. Pero ofrecen algo que cuesta más encontrar: conversación, tiempo compartido, integración en lo cotidiano.
No hay fichas de cliente. No hay comodidades estandarizadas. Hay personas que abren su espacio vital a otras. Eso, en un entorno donde cada metro cuadrado parece tener un precio, es extraordinario.
La última frontera de la hospitalidad
Couchsurfing en Ibiza hoy no es una tendencia, ni un boom, ni un fenómeno viral. Es una rareza. Pero una que persiste. Y mientras haya al menos una docena de personas dispuestas a recibir viajeros sin cobrarles, ese rincón sobrevivirá.
Quizás no por mucho tiempo. Quizás no con la fuerza de antes. Pero todavía está ahí. Y eso, en 2025, ya es noticia.