En una pequeña sala de apenas 70 metros cuadrados, donde solo doce personas se sientan a la mesa, ocurre algo difícil de explicar y aún más difícil de olvidar. Se trata de Sublimotion, el restaurante que fusiona alta gastronomía y espectáculo en una experiencia única que lleva más de una década sorprendiendo en Ibiza.
Al frente del proyecto está el chef Michelin Paco Roncero y Eduardo Gonzales, su director creativo, quien ha compartido con La Voz de Ibiza los detalles de un formato revolucionario, la importancia de la emoción en cada detalle y por qué, en su opinión, “el artista es el comensal”.
¿Qué es Sublimotion?
Explicar lo que sucede dentro de Sublimotion es una tarea por lo menos difícil para quien no ha tenido el privilegio de sentarse en una de sus doce sillas.
A pesar de las explicaciones, material audiovisual y descripciones que poca justicia le hacen a esta experiencia única, la tarea de definirlo despierta la principal curiosidad de quien busca entender por qué Sublimotion es tan especial, por qué es etiquetado -para bien o para mal- como el restaurante más caro del mundo, y por qué es tan difícil explicar lo que sucede allí dentro.
Eduardo Gonzales, cofundador y director creativo de Sublimotion define la experiencia como un momento donde se logra “potenciar al máximo el placer de sentarse en una mesa”.
“Aquí se viene a cenar. Si no, no tendría razón de ser, porque por mucho show que hagamos nosotros, si tú te metes algo en la boca que no está bueno la magia se pierde un poco”, afirma intentando describir qué es lo que sucede en el restaurante que ha fundado hace 12 años junto al chef Michelin Paco Roncero, donde gastronomía y espectáculo danzan de manera perfecta y coordinada, dando como resultado una experiencia única e imposible de describir a quien no la vivencia en primera persona.

Un formato imposible de contar
“Es muy difícil explicar qué es lo que sucede dentro de la sala, porque el formato es muy novedoso. La gente cuando va al teatro sabe lo que le espera, cuando vas al restaurante convencional lo sabes, cuando vas al cine, cuando vas al teatro, a la danza, lo que sea».
«Pero Sublimotion es una sala donde hay una mesa para 12 personas, donde tenemos una infraestructura técnica como si fuera un concierto de una rockstar, y luego te movemos por la sala en tiempo y espacio: todo con un click, muy rápido”, describe con la convicción de quien se sabe orgulloso de su producto.
Un convencimiento que no surge de la confianza lógica del éxito de un proyecto que lleva más de una década en Ibiza -un sitio donde todo parece posible-, sino de cada comentario, cada emoción generada, cada comensal que al salir de la cena devuelve lo que recibió junto a otras once personas: magia, pasión, amor por lo sucedido. Un sitio donde el postureo se desarma y nace lo más natural, único y especial de cada visitante.
La mecánica de la diversión
«Te dicen: ‘Oye, es que ha superado nuestras expectativas, porque no nos imaginábamos…’. A nosotros nos gusta decir que es divertido, que parece una palabra muy de niños, pero diversión es la palabra clave de todo el entretenimiento”, asegura Gonzáles.
“Tenemos mucha técnica, pero luego hay una cosa que nos encanta utilizar, que es la mecánica: tenemos motores para que las cosas bajen, se muevan. Estamos hartos de ver pantallas, y al final, pues lo que te sorprende es si de repente una botella de agua se mueve delante de ti. Entonces, todos esos detalles son los que lo hacen, yo creo, un poco indescriptible”, completa.

Comer, un rito ancestral que iguala
La diversión y la sorpresa no son posibles sin lo mágico de la humanidad, el elemento que completa la experiencia Sublimotion, donde la entrega y el disfrute combinan la noche perfecta. “Aquí en Ibiza eso se da muy fácil, porque la gente es muy pro conectar», explica.
Además, el espectáculo está diseñado para socializar en las primeras escenas. «Provocamos un poco que la gente interactúe entre ellas: es que sentarse a comer… ese es otro nivel de relación. Hemos investigado mucho: comer es un rito ancestral en el que compartes no sólo alimentos, sino conocimiento, emociones, charla, todo es alrededor de la gastronomía. Y la mesa es un soporte espectacular, donde todo el mundo se sienta ahí, a la misma altura. Eso iguala”, reflexiona.
Es que, al fin y al cabo, incluso en el restaurante más caro del mundo, en la ciudad donde el postureo y lo instagrameable se cuela por doquier, la simpleza de comer es igual para todos. Un mecanismo orgánico y natural que finalmente se reduce al acto animal de llevar comida a la boca.
Y es en ese acto que Sublimotion despliega todo su arte, librando los sentidos del comensal al máximo y expandiendo su imaginación de maneras sorprendentes, pero respetando el momento más sagrado: el de comer.
El comensal como artista
“No somos un espectáculo invasivo donde dejas de hablar porque tienes que mirar el show como en un cabaret. No, en Sublimotion el artista es el comensal. Entonces nosotros nos colamos a la hora de servir: ese es nuestro hueco, para cambiar la mesa, la posición, la ambientación, la escena, y ya dejaros solos y que el comensal lo disfrute como quiera. Nuestro espectáculo se limita a servir la comida de una manera especial”, detalla Eduardo con humildad.

El efecto ¡Wow! y la alta cocina
Dicho por el entrevistado, esta coordinación orquestal se oye simple, luego de 12 años de perfeccionarla día a día y año a año, pero aún con ello, “históricamente el reto más difícil que hemos tenido ha sido siempre encajar los tiempos de la alta gastronomía con los tiempos del efecto sorpresa”.
A pesar de ello, esta temporada presenta “el mejor show de todos” se atreve a definir Gonzáles. “Sublimotion ha llegado a un grado de madurez entre gastronomía, espectáculo, el propio equipo que hemos conseguido y conservado este año: todo tiene una calidad para nosotros que está súper… es que esta temporada ha sido muy fácil” confirma con una sonrisa que desvela el orgullo de lo conseguido y los nervios que suponen mantener los estándares de calidad envidiables de un sitio como el que Eduardo comanda junto a Roncero.
La excelencia como meta y proceso
Es que lo efímero de la propuesta -un show activo cuatro meses, durante dos temporadas y que luego cambia- supone un desafío demasiado grande, al que Sublimotion demostró estar a la altura. “Cuando ya está perfecto tienes que cerrar: ocurre y todo lo que hayas hecho bien o mal se ha quedado ahí y luego ya pasas a otra temporada que es como una pantalla nueva”, resume el entrevistado.
“Es muy difícil, porque el gran hándicap aquí es rozar la excelencia”, asegura.
La excelencia no es casual ni lineal, tiene más bien forma de círculo. Un círculo formado por las 22 personas que conforman el equipo de Sublimotion, o ‘Subli’, como llama cariñosamente Eduardo Gonzáles al restaurante.
Es llamativa la cantidad de personas, la cual puede parecer escasa para tamaño espectáculo gastronómico, ya que se tienen en cuenta todos: camareros, cocineros, técnicos, maître, regidor escénico, diseñadores, creativos, y los propios Eduardo y Paco. Un equipo multidisciplinar al servicio de la excelencia.

El equipo como motor de la magia
“Hacerlo con más gente no te asegura hacerlo mejor. La realidad es que cuando estás muy orientado, muy enfocado, la gente es capaz de tener un volumen de respuesta acorde, cada uno sabe lo que tiene que hacer y cuál es su responsabilidad”, asegura Gonzales.
“Y luego también pues que a ellos también les encanta ver cómo el cliente disfruta. Porque si tú trabajas en un sitio donde la gente te dice todo el rato que están alucinado, o que se han emocionado, tú ya no estás rígido pensando en qué hacer. Tú también puedes dar lugar a las emociones, estar más suelto y poner tu parte, sino el trabajo se automatiza. El show tiene un momento clave que es cuando el personal disfruta, eso está muy bien”.
Crear para sorprender
Los cocineros se lucen en cada bocado, y el personal disfruta cada noche en Sublimotion con la sinergia de emociones y entrega de los comensales. Pero el momento estrella de los creativos -con Eduardo a la cabeza- es el proceso de creación del espectáculo.
“La verdad que para nosotros es el mejor momento: el desarrollarlo, crearlo, luego verlo. Una vez que está montado y ya queda fino, pues ya se ha acabado, nosotros estamos para vigilarlo, pero hemos acabado. Ahora son ellos –personal y cocineros- los que hacen el directo”, afirma.
Por supuesto que este trabajo no se hace de un momento a otro, y además lleva la implicancia diaria, que permite mejorar aspectos, alimentar ideas y por qué no, ser fuente inspiracional para nuevas temporadas.
El desarrollo de Eduardo, como director creativo se nutre fundamentalmente de la experiencia del formato y la reformulación que va teniendo año a año; de los 25 años que lleva realizando espectáculos creativos; “y luego pues el dibujarlo mucho a mano y el prueba y error”, se confiesa.

Tecnología con sentido
Es evidente que la tecnología juega un papel fundamental, pero sin embargo no es exclusivo. “Nosotros no estamos muy obsesionados con la tecnología. No necesitas tener una resolución 20K cuando el ojo humano sólo reconoce HD. Lo que se necesita tener es un por qué, un contenido y un guion más que tecnología por tecnología», desarrolla Eduardo.
«Lo que sí creo que va a influir mucho en el próximo futuro que es la realidad virtual. Nosotros tenemos una escena donde te ponemos unas gafas y por primera vez comes de manera real, pero con tus manos virtuales. Entonces esto presenta posibilidades ilimitadas”, detalla el director creativo de Sublimotion.
La joya de la corona
“Sublimotion significa mucho para mí”, confiesa Eduardo casi como un susurro que resume todo lo vivido.
Conoció a Paco Roncero en el Starlight de Marbella y de aquel encuentro nació la idea de unir la alta gastronomía con algo más espectacular. De aquella chispa surgió este proyecto que, como él mismo define, es como una “cajita de música” para doce personas, un espacio de 70 metros cuadrados donde se concentra todo lo aprendido, todo lo soñado.
“Los eventos son una profesión que quema mucho, siempre vas de un lado a otro montando y desmontando como un circense… Aquí tenemos todo montadito, trabajado, cuidado. Nos ha dado muchas alegrías y una experiencia que no hubiéramos tenido sin ver cada noche la reacción de la gente. De eso aprendes mucho. Y se disfruta”, confiesa.
Para Eduardo, Sublimotion es “la joya de la corona” de su trayectoria creativa: un lugar donde cada idea cobra vida, donde todo lo que pueden imaginar se hace posible. Y mucho tiene que ver el público de Ibiza, que “da pie” a ese nivel de entrega y sorpresa.
“Merece la pena tu trabajo cien por cien cuando alguien se emociona o te dice ‘desde que nació mi hijo es la mejor experiencia que he vivido en mi vida’. Eso no nos había pasado nunca viajando, viendo otros formatos… y eso mola mucho”, añade con una fascinación desbordante.
La magia, insiste, es en el directo, todas las noches, con el equipo como motor esencial. “El artista siempre necesita reconocimiento”, admite. Por eso, en Sublimotion, los aplausos son mutuos: “Entramos a aplaudir a los clientes al final del show y ellos se levantan a aplaudirnos a nosotros. Ahí se crea una comunión real. Y luego ver que tu equipo está inspirado… eso no tiene precio. Con un equipo inspirado llegas a cualquier lado”, concluye.