“Ibiza es preciosa”, repite la viajera. Durante su estancia, dice, nunca se sintió insegura en la calle. Precisamente por eso su mensaje busca poner matices a esa sensación de calma: la isla puede parecer tranquila, pero las villas de alquiler no siempre ofrecen la misma protección. Lo cuenta con la serenidad de quien ha terminado el viaje y con la firmeza de quien no quiere que otros pasen por lo mismo.
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La experiencia le movió las líneas. “Nunca volvería a reservar una villa en Ibiza; si volviera, elegiría un hotel”, afirma. No pretende demonizar un formato, insiste; habla desde lo vivido. En su caso, la idea de control de acceso y vigilancia constante pesa más que la comodidad de una casa amplia con piscina. “No quiero asustar a nadie —añade—; quiero que la gente viaje informada”.
La otra cara de las reseñas
Su aviso incluye una reflexión sobre las plataformas. Sostiene que las reseñas no siempre reflejan el riesgo: los anuncios —dice— pueden desaparecer y reaparecer con otros nombres, de modo que el historial se diluye y el viajero aterriza sin saber si hubo incidentes previos. Ese “espejismo” la empuja a recomendar que, antes de cerrar una reserva, se verifique el equipamiento de seguridad real de la vivienda y no solo la estética del anuncio.
Hay frases que se le han quedado clavadas. Una de ellas: “La cámara de la entrada estaba ‘rota’”. Otra: “Una de las suites del patio no estaba conectada a la alarma”. Son dos imágenes que, para ella, resumen lo que no debe pasar: videovigilancia inoperativa y estancias fuera del sistema. Su lectura es directa: si una casa se alquila de forma habitual, las cámaras deben funcionar y la alarma tiene que cubrir todas las zonas, no solo la puerta principal.
“Nos habían estado observando”
La viajera está convencida de que alguien vigiló sus movimientos: la salida nocturna, la franja de tiempo en que la villa quedó vacía, la rutina en puertas y luces. “Nos habían estado observando”, resume. Por eso ahora aconseja no dar pistas innecesarias sobre horarios ni planes a desconocidos y variar rutinas. El objetivo, insiste, no es vivir con miedo, sino reducir las oportunidades de quien está esperando el momento.
Viajar informados, no asustados
El tono de su mensaje no es catastrofista. Agradece que todo su grupo esté bien y que, pese al golpe, pudieran salvar parte del viaje. Aun así, admite que se llevaron objetos de valor sentimental y que la experiencia “conmociona”. Por eso propone una mentalidad práctica: activar siempre la alarma, incluso de día; comprobar cerraduras y ventanas antes de salir; no confiar en que una cámara arregle lo que una casa no protege. Y, si el plan incluye joyas o artículos caros, dejar lo prescindible en casa.
Por otro lado, su aviso no va solo a los turistas. Mira a los propietarios y a las gestoras y les pide reforzar ventanas vulnerables, mantener operativas las cámaras y asegurar que la alarma cubra todas las estancias, incluidas suites exteriores y dependencias del patio. Si existen incidencias previas, considera imprescindible que se traduzcan en mejoras concretas y no queden en el limbo de un “ya está resuelto”.
Lo que se queda y lo que cambia
De Ibiza se lleva dos certezas que conviven: el cariño por la isla y la convicción de que no volvería a alojarse en una villa allí. Entre ambos extremos coloca su aviso, pensado —dice— para evitar a otros una noche que no olvidará. “No se trata de tener miedo, se trata de viajar con la información que a mí me faltó.”