Cuando La Ruta. vol. 2 desembarca en Ibiza, el foco no es solo la música electrónica o los clubes: la serie apuesta por rescatar la memoria hippy que forjó una identidad alternativa de la isla. La ficción alterna entre 1996 —momento en que Ibiza comienza su transformación en epicentro del ocio nocturno— y 1971, justo antes del accidente que marcó a uno de sus protagonistas.
En los años sesenta y setenta, Ibiza era un refugio de libertad para buscadores de utopías: jóvenes artistas, descontentos políticos y espíritus creativos encontraron en sus calas, bosques y remotas fincas un espacio para reinventarse. La isla ofrece bajo costo de vida, naturaleza intacta y lejanía de los grandes circuitos turísticos.
En ese contexto florecieron los primeros mercados artesanales (como Punta Arabí) y el estilo Adlib —una estética sencilla, cómoda e inherente al movimiento hippy— que aún sobrevive en la moda local.
Cambio de era
Pero la historia hippy no estuvo exenta de tensiones. En 1969, bajo el régimen franquista, se impulsó una campaña de expulsión masiva contra los hippies, motivada por discursos periodísticos que los describían como “parásitos sociales”. Sin embargo, la identidad bohemia resistió, reapareciendo con fuerza en los setenta como una corriente cultural clave que alteró el alma de la isla.
Al ambientar una de sus líneas temporales en 1971, La Ruta Vol. 2 le da voz a esa Ibiza precursora, no solo como decoración romántica sino como fuerza cultural viva en conflicto con lo que vendrá. La serie no ignora que esa insurgencia espiritual —esa voluntad de comunidad, música, artesanía y libertad— pavimentó el terreno para la explosión del ocio comercial que vendría en los noventa