TAUROMAQUIA

Morante de La Puebla sorprende con su retirada inesperada y revela la enfermedad mental que lo aleja del ruedo

El torero sevillano anunció entre lágrimas su adiós en Las Ventas tras cortar dos orejas. Padece un trastorno disociativo y depresión mayor

José Antonio Morante Camacho (Sevilla, 1979), conocido en el mundo del toreo como Morante de La Puebla, dejó atónitos a los más de 20.000 asistentes que llenaban Las Ventas este sábado. A las 19.37 horas, después de cortar dos orejas a su segundo toro de Garcigrande, el diestro se llevó las manos a la cabeza, pidió las tijeras y se cortó la coleta, el gesto más simbólico de un torero: el que anuncia su retirada.

La escena, cargada de emoción, sorprendió a todos. El público, primero incrédulo, terminó en pie con un aplauso atronador. Miles de voces corearon “torero, torero” y “José Antonio Morante de La Puebla” mientras el sevillano salía por la puerta grande de Las Ventas por segunda vez en su carrera. Fue llevado en volandas hasta la furgoneta que lo esperaba a las afueras de la plaza. En el ruedo quedó el silencio y la certeza de haber presenciado el adiós de un mito.

Una retirada inesperada, pero no la primera

El adiós de Morante de La Puebla parece definitivo, aunque en su caso, como bien saben los aficionados, nunca se puede dar nada por cerrado. A lo largo de su trayectoria ha anunciado varias retiradas temporales y parones prolongados, casi siempre motivados por los problemas de salud mental que arrastra desde hace más de dos décadas.

Hace solo unos meses, el torero confesó que sufría un trastorno disociativo. “Es una enfermedad muy compleja, muy triste y muy dolorosa”, reconoció entonces. El diagnóstico llegó cuando tenía apenas 22 años, aunque con el tiempo se le sumó un cuadro depresivo mayor que agravó su estado de salud.

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La enfermedad lo obligó incluso a someterse a terapias de electroshock, un tratamiento que le provocó episodios de amnesia transitoria. “Le ha borrado el recuerdo de algunos de los momentos más célebres de su trayectoria”, contó su entorno más cercano.

La salud mental, su otra gran batalla

El primer gran parón en la carrera de Morante se produjo en 2004, seis años después de tomar la alternativa. Entonces le diagnosticaron un problema psicológico que lo llevó a tratarse en Miami. “Psicológicamente es imposible volver a torear”, declaró entonces. Aquella confesión, hoy, cobra otro sentido: no era solo depresión, sino el inicio de un trastorno mental que marcaría su vida.

Volvió año y medio después, pero en 2007 volvió a retirarse, alegando “confusión y desaliento”. Años más tarde, en 2017, renunció de nuevo, esta vez por “aburrimiento” y su desencanto con el rumbo de la tauromaquia. “El sistema va en contra del toreo de arte”, protestó entonces. No le gustaban los toros “nuevos”, de mayor tamaño y bravura, que, decía, limitaban la esencia artística de su estilo.

En agosto de ese año, durante una corrida en El Puerto de Santa María, abandonó la plaza y anunció que dejaba el toreo. Sin embargo, como tantas veces antes, regresó. Lo hizo en mayo de 2018 en Jerez de la Frontera, donde inició una etapa que muchos consideran la mejor de su carrera.

Un regreso triunfal y una nueva caída

En 2021, Morante de La Puebla recibió el Premio Nacional de Tauromaquia. Dos años después, en 2023, hizo historia al cortar un rabo en la Maestranza de Sevilla, un logro que ningún torero había conseguido en medio siglo. Pero aquella temporada dorada pronto dio paso a nuevas señales de alarma.

Durante la recogida del Premio Andalucía de Tauromaquia, se le vio visiblemente afectado y con dificultades para expresarse. Poco después, su apoderado, Pedro J. Marques, confirmó el agravamiento de su enfermedad: “No responde a los antidepresivos y además en los últimos días le hemos hecho pruebas de todo tipo. Le fallaban las piernas y se quedaba como sin fuerza”.

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Tras un breve descanso, Morante reapareció en verano, pero una cornada lo obligó a detener la temporada. Su recuperación fue lenta, y aunque en 2025 firmó una campaña brillante, su enfermedad seguía acompañándolo como una sombra silenciosa.

La última tarde de Morante de La Puebla

La corrida del Día de la Hispanidad en Las Ventas quedará grabada en la historia del toreo. Morante salió inspirado, con una faena que recordó sus mejores tiempos. Al finalizar, cortó dos orejas a su segundo toro y, entre lágrimas, decidió poner fin a su carrera. La plaza se vino abajo.

Fue la segunda vez que salía por la puerta grande del coso madrileño, pero también la más emotiva. No hubo discursos, solo un gesto universal entre los toreros: la coleta cortada. Su adiós, acompañado de un silencio respetuoso y miles de pañuelos blancos, fue tan solemne como inesperado.

Muchos se preguntan si será un punto final o un nuevo paréntesis. Con Morante nunca se sabe. Sin embargo, las palabras de su apoderado suenan a despedida definitiva: “José Antonio necesita cuidar su mente. Esta vez no se trata de una pausa, sino de una decisión por salud”.

Más allá de las estadísticas, Morante de La Puebla deja un legado artístico que trasciende los números. Considerado por muchos críticos como el mejor torero del siglo XXI, su estilo combinó elegancia, clasicismo y una profunda sensibilidad. Su forma de interpretar el toreo conectaba con la tradición, pero también con la emoción contemporánea.

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