Con casi tres décadas sobre las pasarelas, Laura Sánchez ha pasado de ser una joven promesa del modelaje a una figura consolidada del panorama español. Lo que comenzó como una casualidad (un impulso de su padre que la llevó a inscribirse en una agencia de modelos cuando apenas tenía 16 años) se transformó en una carrera internacional que la llevó a desfilar para las grandes marcas del mundo.
Hoy, la onubense vive una etapa más tranquila, marcada por la estabilidad emocional y una mirada más pausada hacia la vida, según ha contado en Y ahora Sonsoles.
Una historia de amor que nació sin buscarla
El presente de la modelo está atravesado por un nuevo capítulo sentimental. Su relación con el torero Manuel Escribano comenzó a gestarse en 2024, tras coincidir en un evento de moda flamenca.
Lo que empezó como una amistad terminó convirtiéndose en una relación sólida que ella define como “compañerismo y admiración mutua”.
Laura suele acompañar al diestro en las plazas, aunque confiesa que no siempre lo vive con calma. “Prefiero verlo en directo, aunque paso miedo. Desde casa me pongo más nerviosa”, reconoció recientemente. Una anécdota que marcó su inicio como pareja fue la cogida que sufrió Escribano durante una corrida cuando recién se conocían: “Volvió al ruedo después de ser atendido. Ese día entendí su entrega y su fuerza”, recuerda.
Una enfermedad que cambió su forma de mirar el mundo

Más allá de su carrera y su vida personal, Laura ha tenido que enfrentarse a un desafío que redefinió su manera de entender la salud. En 2021 le diagnosticaron diabetes tipo 1, una enfermedad que, según ella, estuvo ligada al estrés prolongado.
“Fue el cuerpo el que me dijo basta”, ha explicado. Desde entonces, intenta vivir sin presiones, priorizando el bienestar físico y mental.
La modelo reconoce que este proceso llegó tras años difíciles marcados por una batalla judicial por la custodia de su hija, Naia, que hoy reside en Estados Unidos. Aquella etapa le enseñó, según ha contado, a restar importancia a lo superficial: “Las arrugas o la edad me preocupan poco; lo que me importa es la salud y sentirme libre”.
Una relación madre e hija marcada por la complicidad
Aunque las separa un océano, el vínculo entre Laura y su hija sigue siendo cercano y constante. Mantienen contacto diario y se reúnen siempre que pueden.
Este verano compartieron un viaje por la Toscana, una experiencia que reafirmó su conexión. Además, llevan tatuado un símbolo común: el número 13:13, una hora que se convirtió en un código de cariño desde que Naia era adolescente.













