El panorama musical español amaneció de luto tras conocerse la muerte de Robe Iniesta, figura esencial del rock y alma creativa de Extremoduro. El anuncio llegó este miércoles cuando el equipo de comunicación del artista confirmó su fallecimiento a los 63 años.
La noticia provocó una oleada de conmoción entre seguidores y compañeros de profesión, pero también reavivó el interés por la faceta más íntima de un músico que siempre eligió mantenerse al margen del foco mediático.
A diferencia de otros referentes del género, Robe defendió durante toda su trayectoria una vida privada hermética, alejada del ruido público. Su núcleo familiar acompañó discretamente sus decisiones y también los episodios de salud que marcaron sus últimos años.
Una familia discreta que acompañó su retiro de los escenarios
En los últimos tiempos, Robe Iniesta vivió un día a día calmado en Lezama (Vizcaya), donde encontró un refugio alejado de la intensidad que marcó sus comienzos en la música. Su esposa, Vivi Vázquez, fue su sostén más cercano, presente en cada etapa de su carrera y en especial durante los periodos más complejos desde el punto de vista médico.
Sus hijos, Nahún y Karín, también formaron parte de ese entorno íntimo que el músico protegió con determinación. Mientras el primero heredó parte del talento de su padre y se desarrolló como baterista del grupo Kontrol-M (siempre en un perfil bajo que evitaba capitalizar su apellido), Karín se volcó en sus estudios, igualmente ajena al escenario mediático: la familia se convirtió en el ancla de estabilidad que marcó los últimos años del artista.
El deterioro de salud que apartó a Robe de la música

Aunque Robe evitaba compartir detalles sobre su vida personal, fue inevitable que su estado de salud se convirtiera en tema de conversación cuando, a finales de 2024, anunció la cancelación de varios conciertos previstos en Madrid.
El motivo detrás de aquella decisión era un tromboembolismo pulmonar, patología que obligó al artista a suspender su actividad escénica y centrarse exclusivamente en su recuperación.
Ese diagnóstico supuso, en la práctica, el cierre de su etapa sobre los escenarios. Los meses posteriores estuvieron marcados por reposo, controles médicos y una vida doméstica que contrastaba con la intensidad artística que lo había caracterizado desde finales de los años ochenta.
El legado de Robe Iniesta y Extremoduro
La muerte de Robe Iniesta pone fin a una trayectoria irrepetible, pero también a una forma de entender la música y la vida. Su retiro a un ritmo cotidiano (centrado en la lectura, la cocina y el ejercicio moderado) reflejó la transición de una figura que, pese al éxito, eligió un silencio consciente y un estilo de vida sencillo.
Extremoduro marcó a varias generaciones y Robe fue siempre más que un cantante: un escritor de vivencias crudas, un símbolo de libertad creativa y un referente que redefinió la manera de hacer rock en España. Su despedida deja un vacío emocional entre sus seguidores, que hoy lamentan no solo la pérdida del músico, sino también la del hombre reservado que llevó su obra con honestidad hasta el final.










