Las aguas de Ibiza y Formentera guardan un tesoro silencioso. Bajo la superficie, la posidonia oceánica crece despacio, tejiendo praderas submarinas que han tardado milenios en formarse. Son el pulmón del Mediterráneo, su cuna de vida y el hogar de miles de especies. Pero en las últimas décadas, el daño ha sido brutal: el ancla de un yate, un puerto mal planificado, un vertido… Lo que la naturaleza tardó siglos en construir puede desaparecer en cuestión de días.
Ante esa amenaza, Manu San Félix decidió hacer lo impensable: plantar el mar.
“Llevamos más de 30 años experimentando con la replantación de posidonia. Al principio era solo por curiosidad, para ver si sobrevivían. Hoy sabemos que sí, que las plantas que germinamos pueden enraizarse y crecer», explica el biólogo marino, que ha dedicado su vida a proteger estas praderas. Para esto ha creado la Asociación Vellmari, en Formentera, una organización ambiental sin ánimos de lucro.

Resistir la fuerza del mar
Pero el mar no es un campo de cultivo dócil. Germinar la posidonia en laboratorio es apenas el primer paso. Lo difícil es fijarla al fondo. «Las plantas no mueren porque sí, el problema es que el mar las arranca. La energía del Mediterráneo es inmensa, y nuestra lucha es ayudar a estas plántulas a resistir», dice San Félix.
En los últimos años, su equipo ha perfeccionado su «método». Gracias a esto, han logrado plantar miles de ejemplares con un 75% de supervivencia. El año pasado replantaron más de 15.000, cuando se habían fijado una meta de 10.000 y acabaron superándola con creces, con 600 metros cuadrados de superficie total plantada.
Este año quieren superar las 50.000 plantas, una cifra que hace poco parecía imposible.
— ¿Qué han aprendido para fijar un objetivo tan alto: 50.000 nuevas plantas?
— Pues ahora somos más rápidos y efectivos porque hemos ido mejorando el método. Es como si empezamos a hacer pizzas, al principio eres lento y no te salen muy bien. Pero cuando ya has hecho 15.000 pizzas eres como una máquina de hacer pizzas.
—¿Cómo describirías ese método?
— Le diría que plantar posidonia es como lo hacemos en un jardín en tierra. Es jardinería submarina. Porque la posidonia es una planta terrestre que evolucionó para volver al medio marino y por eso es como lo hacemos en tierra, pero debajo del agua. Bien plantamos esquejes o fragmentos que recogemos de los que hay arrancados por el fondo. O recogemos los frutos que llegan a la costa y se van a echar a perder, para germinar las semillas de su interior y luego plantar las pequeñas plantitas que germinamos.
—¿Con cuántos voluntarios cuentan?
—El año pasado hemos sido unos 300. Aspiramos a este año llegar a 500.
—En los últimos años han proliferado iniciativas que experimentan en la materia, pareciera que cada uno ensaya su método…
— Es algo normal, ya que plantar debajo del agua es algo nuevo y estamos aprendiendo. Pero veo que en muy poco tiempo vamos teniendo más éxito. Sin duda alguna en pocos años el éxito de recuperar praderas plantando irá en aumento.
—¿Qué desafíos tiene?
—Es un trabajo artesanal. La dificultad principal es ayudar a la planta a que se fije bien al fondo. Y resista los temporales y el oleaje. El mar tiene una energía descomunal. El riesgo de las plantas más que morirse es que sean arrancadas.

El poder de una semilla
Sembrar posidonia es mucho más que restaurar el Mediterráneo: es sembrar conciencia. «Los voluntarios que bajan al agua salen transformados. Cuando plantas tu propia posidonia, entiendes lo fácil que es destruir y lo difícil que es recuperar«, dice San Félix.
—¿Desde el punto de vista personal, cómo te hace sentir la plantación?
—Plantar para ayudar a recuperar las praderas de posidonia es algo bonito y que aporta a nivel personal sensaciones positivas. Pero lo que realmente deseo con la replantación es transmitir que fácil es destruir la posidonia y que difícil es recuperarla, por eso lo más importante es proteger la que tenemos. Es una llamada para proteger y cuidar el Mediterráneo.
—¿Se siente cierta impotencia al trabajar tan duro por algo que no se cuida lo suficiente?
—Muchas veces siento impotencia porque veo que seguimos perdiendo mucha posidonia y que el Mediterráneo se sigue deteriorando. Me frustra un poco no tener más medios y más tiempo para trabajar por el Mediterráneo. Para que vuelva a ser ese mar maravilloso y espectacular que era hasta hace unos 50-60 años.
—¿Al menos ha crecido la conciencia en este tiempo sobre la importancia de cuidar el ecosistema marino?
—Sin dudas. Cuando llegué a Formentera en 1992 la posidonia digamos que no existía, no estaba reconocida la enorme contribución que hace a la economía y a la ecología de las islas. Pero nos queda aún mucho por hacer. Tenemos que frenar la pérdida de posidonia.
La clave, señala San Félix, es proteger lo que queda antes de que sea demasiado tarde. Por eso han lanzado la campaña RESERVA30 (www.reserva30.org), que busca que al menos el 30% del Mediterráneo español quede protegido.
En esta tarea que parece titánica, San Félix destaca “no es solo plantar, tienes que conseguir el apoyo de fundaciones y marcas, y tener un buen proyecto para que te den los permisos (al Servicio de Biodiversidad y el Parc Natural de Ses Salines)”.
Aun así, sigue adelante. Porque plantar el mar es plantar esperanza. Y aunque las olas sean fuertes, hay algo más poderoso que la fuerza del agua: la voluntad de aquellos que se niegan a rendirse.