“Hay días que me levanto y me pregunto: ¿Qué será hoy? ¿Dolor de cabeza? ¿Calambres musculares?”. Son algunos de los síntomas que afronta ME, una médica generalista de 57 años que reside hace nueve en Ibiza.
“Es una montaña rusa que te limita la vida diaria”, define para La Voz de Ibiza en la previa del 15 de marzo, Día Internacional del Reconocimiento de la Covid Persistente, una fecha que busca generar consciencia sobre esta “entidad patológica sobre la cual queda mucho por conocer”.
“Sentí que esto había venido para quedarse”
ME fue una de las primeras personas diagnosticadas con COVID-19 en Ibiza. “Cuando nos terminaban de confinar, empecé con síntomas, dolor de garganta, malestar. Soy médica y percibí que era algo diferente y me metí en una habitación. Claro, estaba sensibilizada con el tema”, narra.
Luego de dos semanas confinada en un cuarto, su malestar era “insostenible”. “Me sentía fatal, con mucha fiebre, dolor en el costado derecho”. Eran épocas de incertidumbre: el uso frecuente de mascarillas era algo nuevo, recién comenzaba a hablarse de PCR. Y la idea que primaba era: “Si coges covid, te mueres”. ME, que vivía con su marido y sus cinco hijos, temía por su familia.
Tras autorealizarse una prueba PCR (“los sanitarios dejaron el palillo en la puerta de mi casa”, recuerda) y ser trasladada al hospital, cursó una neumonía leve y fue dada de alta.
Pero meses más tarde, los síntomas persistían. “Seguía encontrándome mal, tardaba en recuperarme de la neumonía, me afectaba psicológicamente, sentía torpeza mental. Me costaba caminar, tenía dolores musculares”, enfatiza ME, una de las 92 personas que oficialmente han quedado con síntomas. Una cifra que, se cree, es un subdiagnóstico.
“Yo percibía que esto había venido a quedarse para siempre. Me decían que lo veía muy dramático. Volví a coger el covid en enero de 2021. Y aunque algunos de los síntomas mejoraron levemente, los sigo arrastrando. Desde entonces, van y vienen”, recuerda la doctora.
Y eso, cuenta, ha impactado en su calidad de vida: “No sabes si en el día a día podrás tener energía para ducharte, preparar la clase que debes dar. Vas asumiendo que es tu nuevo estar en el mundo”.
“Me he quedado sin vida”
Jesús Martínez Pérez es oriundo de Ibiza y contrajo covid en agosto de 2021. Su cuadro fue “bastante grave”: ingresó con un edema pulmonar y arritmias. “Estuve muchos meses, casi un año, muy mal. Pero lo peor no fue eso, sino las secuelas que me ha acarreado y persisten”, cuenta a La Voz de Ibiza. Y enumera: desde mareos y dolores de cabeza a problemas de memoria. También dolores musculares y articulares, insomnio, pérdida del gusto, un olfato sensibilizado. “Ahora me dan arcadas olores que antes no me afectaban”.
Sobre todo, destaca “una falta de energía increíble”. Recientemente se realizó estudios en Barcelona, donde le diagnosticaron fibromialgia y fatiga crónica.
El impacto en su cotidianeidad es incalculable. “Me he quedado sin vida: no tengo vida laboral, ni social, ni deportiva”, resume. Y agrega: “Antes estaba federado en motociclismo y ciclismo. Llevaba toda la vida compitiendo y haciendo deporte, era mi estilo de vida. Ahora, con las pruebas que me he hecho en Barcelona, me han dicho que no puedo pasar de 130 pulsaciones por minuto o empiezo a entrar en crisis. Y puedo tardar uno, dos, tres días en recuperarme”.

Dificultades
Cuando llevaba casi un año de malestar, Jesús creyó que era hora de retomar su vida normal como chofer en una empresa que se dedica al transporte de turistas.
“Me di de alta porque soy de la mentalidad de que hay que echarle narices y tirar para adelante, y eso fue un error. No sabía qué me estaba pasando. Pensé que me recuperaría poco a poco. Pero a las dos o tres horas con el autobús tuve una crisis. Me llevé una señal mientras conducía y me di cuenta de que era peligroso. Me fui a urgencias y volví a coger la baja otra vez”, relata. Desde entonces, no ha vuelto a trabajar.
ME ha tenido otra suerte, porque sus síntomas y su profesión se lo han permitido. “Yo me he ido anticipando, de alguna manera he cogido las riendas del caballo. He reducido horas, dejado trabajos. Me he ido ajustando para no tener un problema que me acarreara problemas mayores”, cuenta. Y admite que su ámbito laboral le ha permitido este tipo de gestión, pero que no es así en todos los casos.
Tanto ME como Jesús son parte de la Asociación de Personas Afectadas por la Covid persistente de Baleares (Copaiba), desde donde reclaman, entre otras cosas, el reconocimiento de la covid persistente. “Si hubiera un reconocimiento formal de la entidad patológica sería más sencillo que los servicios de riesgo laboral se adapten al puesto de trabajo. Nadie quiere dejar de trabajar, solo que no puedes hacer las mismas cosas con los síntomas”.
Síntomas mentales
La covid persistente representa un desafío que va más allá de los malestares del cuerpo. Es también enfrentar malestares anímicos y síntomas neurológicos que parecen inexplicables y que, además, no son validados por la sociedad.
“Me sentía con una torpeza mental que no tenía antes. No podía recordar la fecha de nacimiento de mi hijo pequeño”, describe ME, madre de cinco.
Otro de los síntomas neurológicos comunes entre pacientes de covid persistente es la falta de memoria. Jesús atestigua esto apenas atiende la llamada de La Voz de Ibiza.
“La tengo bastante mal. La memoria de largo plazo la estoy recuperando un poco, pero la de corto plazo es una odisea, me obliga a apuntar todo. Un ejemplo es que ayer hemos quedado en hablar, y no lo recuerdo. Por eso me lo he apuntado en la agenda”, admite.
También cuenta que sufre una “niebla mental, el sistema cognitivo no funciona para nada”.
Afrontar los síntomas
Síntomas tan diversos, desde la mente al cuerpo, y algunos desconocidos, hacen que sea difícil tener una estrategia para afrontar la enfermedad. “Es un peregrinar de especialistas que te vuelves loco”, admite ME.
Para una asistencia integral y global es necesario que haya más unidades de covid persistente. Son pocas en España y no las hay en Baleares. “También sería importante que los médicos de Atención Primaria se formen en esto. Mientras tanto, no queda otra que ir afrontando los síntomas”, dice ME.
“No es que haces esto y esto y ya está. La covid persistente es una lotería en cada caso. Yo he intentado adaptar a la situación y a tomar cuidados en función de la información que he recabado”, dice Jesús.
“He vendido mis motos y gastado mis ahorros para hacerme tratamientos y pruebas en distintos lugares. Gracias a esto he aprendido hasta dónde puedo forzarme, los cuidados que debo tener”, dice. Sus últimas pruebas las ha hecho en Alemania para medir el impacto de la covid en sus niveles de proteínas.
A su vez, la covid persistente no solo tiene síntomas diversos, sino en distinta intensidad. Y cada persona debe encontrar las rutinas que la ayudan.
“Por ejemplo, con el ejercicio físico tenemos que ver la cantidad que me ayude a recuperarme, pero sin pasarte, porque empeorarías”, dice ME. En su caso, esa cuota de movimiento es nadar un par de días por semana.
“Yo he sido un autodidacta”, comenta Jesús sobre cómo ha logrado conocer mejor su condición. “Ahora que las pruebas muestran que hay cosas que no están correctas he visto un poco la luz, me doy cuenta de que no estoy loco”, dice.