Es un viernes de un septiembre inusual, voy camino a conversar con Antonio Villanueva (Toledo, 1940), un reconocido y emblemático artista de nuestra isla. Un hombre con más historias que la sección de cuentos de una biblioteca resultado de una vida bien vivida, con una calidez enorme y una risa pura, franca, sin diluir, además de contagiosa.
Voy a su refugio, su taller y estudio, un sitio llamado La Nave, un lugar muy conocido por todos en el ambiente artístico por haber sido sede de un sinfín de eventos y situaciones artísticas a lo largo de las décadas pasadas.
-¿Cuáles son las actividades que suceden en La Nave?
-Bueno, he tenido muchos problemas que tampoco voy a entrar demasiado, pero esto era un basurero lleno de yonquis a los que cuando me vieron entrar se pusieron nerviosos a sabiendas que era o el dueño o el de las llaves, y les dije, “tranquilos, no se preocupen de nada que voy a arreglar esto y además habrá trabajo para todos” … Nunca más los vi por aquí [los dos a carcajadas].
Lo limpié, lo arreglé, hablé con el dueño y como esto estaba registrado como “rústico protegido” no podía hacer nada. Y la nave es tan grande, al menos en aquel entonces porque ahora está cerrada la mayor parte, yo lo que hacía es darle la oportunidad a artistas de todo tipo para que hagan cosas. Ha pasado tanta gente por aquí, se ha hecho tanto… pero sobre todo fue por la inmensa cantidad de espacio.
Y con el casero que después de años de llevarnos muy bien, de pronto se torció un poco la cosa, pero vamos, que siempre mi estudio ha estado aquí.
-¿Hay diferencia entre la pintura y la escultura en las fases de creatividad, digo, cómo sabes cuando una idea es una u otra cosa?
-Hay una historia con el arte en general, y es que las ideas vienen no por casualidad y lo importante no es qué hagas sino cómo lo hagas. Mi hija, la pequeña, encontró a una mujer que estaba estudiando mi trabajo y decía que “al principio era muy figurativo pero que cada vez va siendo más abstracto para que lo termine en su cabeza la gente que lo ve”. Y me he dado cuenta de que es verdad y yo no lo sabía. Pero la manera en que acabo cualquier pieza o cuadro es una oportunidad para que el espectador lo acabe. De hecho me han dicho “este señor se parece a tal”, ¡pero que no le hice la cara! [risas].
-Pero, ¿te inclinas más por la pintura o la escultura o te sale crear de una u otra manera sin inclinación hacia ninguna de las dos más que la otra?
-Da igual, en realidad cuando tienes la idea depende de cómo te encuentres y el material que tengas a mano. Si vienes al estudio y tienes pinturas pintas y si tienes para hacer escultura, pues eso.
-Veo acrílicos, ¿tienes límites a la hora de elegir tipos de pintura o formatos, etc.?
-No, para nada. Uso cualquier cosa que quiera, ahora mismo estoy haciendo bastantes collages, se me dio por pegar papeles.
-También eres muy admirador de otras formas de arte como por ejemplo la música, ¿Cómo se ha relacionado la música con su obra?
-Es muy curioso porque tanto la música como otras cosas influyen a la hora de crear. Por ejemplo en la época de los Beatles y el flower power reinaba la marihuana. Entonces si ves el arte es más detallista, de enrollarse con un tema, de mayor concentración. Luego cuando llegó la cocaína con whisky o el absenta las rayas salían diferentes, cambió. Depende del estado de ánimo y en qué anda, en qué acaba.
-Además eres fan del cine negro…
-Me gusta mucho el cine en general, sinceramente, y de hecho tengo una película muy divertida, de cuando llegué a esta nave. Luego también hice otra muy peculiar en Santa Eulalia que se llamaba Fuga sin tocata, segunda parte, pero obviamente nunca hubo primera [risas]. En aquella época recuerdo que el policía local se llamaba Ramón y yo llegaba y le decía “hasta las 2:30 no quiero ver un coche que vamos a rodar”, compré pistolas y se las puse a los payeses para el rodaje que hacíamos como si fuera un pueblo del oeste… una risa. Y si no fuera que el cine requiere de tanta gente para hacerlo, yo hubiera hecho películas en vez que pintar.
-Has nacido en Toledo, has vivido en Madrid, París, Las Palmas y en Ibiza, ¿qué te ha aportado cada ciudad en la que has vivido?
-La verdad es que yo no lo sé, si me han dado o les he dado yo, pero sí, la mayoría de las veces por casualidad he acabado allí. He fluido pero además con suerte, porque por ejemplo, cuando fui a Madrid era justo la época de La Movida, un gran momento para estar allí.
-¿Cuál es la situación actual del arte en general?
-Te explico con un ejemplo, yo trabajo mucho con una galería en Francia y al preguntar qué tal había ido la exposición me dijeron que mis cuadros gustaban mucho pero que sólo se había vendido uno; de Superman [risas]. Está ocurriendo una cosa muy curiosa que hay gente que está comprando cuadros como inversión, que pasó siempre, pero ahora más creo yo. De hecho se han abierto muchos bancos exclusivos para pinturas. Me han llamado de Qatar para comprar cuadros míos para un museo nuevo. Hay más gente invirtiendo en cultura como negocio. Y esto es que si la pegan el valor del arte se multiplica de una manera que ni el oro ni los diamantes.
-Y además no se deprecia…
-Sí se deprecia… Pasa que hay cosas que se olvidan y pierden valor. Cuando coges un libro de los años 20, ves que había más de 30 pintores y había millones como ahora pero la mayoría se olvidaron. Es complicado, difícil de explicar. Pero pasa que hay artistas con vidas de mierda y de repente alguien los descubre y pasan a ser admirados y reconocidos. A la vez, hay otros que han sido reconocidos y luego olvidados.
Recuerdo la historia de un cuadro de Jackson Pollock, que vendió él mismo por 5.000 dólares, y a los pocos meses de su muerte se vendió por 30 millones de de dólares a un museo. Dime qué producto en la tierra que pase de 5 mil a 30 millones… Hubo un Van Gogh tapando una ventana de un gallinero, pero mirando a las gallinas, durante 30 años hasta que uno se dio cuenta y se vendió por millones.
-Esas historias del arte que pasa inadvertido son geniales…
-Son alucinantes.
-¿Qué opinión tienes del arte contemporáneo? Digo, se han visto cosas en ARCO que parecen una tomadura de pelo, y para ello, nada mejor que un artista llamado Salvatore Garau que acaba de vender una escultura invisible titulada “Delante de ti”, eso sí, con certificado de que existe, vendida por 28.000 euros.
-[Se ríe con ganas] Ese es un listo. Depende de la persona, del momento, es complicado pero en el arte contemporáneo hay cosas que no entiendo sinceramente.
-¿Qué te parece que la Inteligencia Artificial puede crear arte?
-El otro día estaba con mi amigo Raúl del Poza que escribió un artículo y hablábamos justamente de esto, con entusiasmo y miedo, pero concluimos que si se utiliza bien puede ser un gran adelanto. Lo que pasa es que como todo, ahora mismo ya hay gente que lo utiliza bien y otros que no. Hay montones de estafas con la I.A., la gente normal no se entera de nada.
Pero es curioso el tema, mi nieto que tiene 13 años me manda imágenes con futbolistas famosos e I.A. que él mismo hace en el teléfono… Con respecto al arte es complicado porque también cuando apareció la fotografía decían que se iba a acabar el arte, pero te digo, la parte humana no se puede sustituir, sí imitar pero para mí nunca será lo mismo. Al final es una computadora recogiendo datos. Lo otro muy importante es qué leyes se hagan.
-¿Qué te parece la sociedad moderna en la que vivimos cimentada en lo instantáneo y efímero?
-Estoy un poco amargado y enfadado con lo que está pasando. El imperio del dinero parece más que nunca por encima de todo lo demás, pero lo que pasa en Ibiza está pasando en el mundo entero.
-Acabas de cumplir 84 años, ¿Cuál dirías es tu mayor logro?
-¡LLEGAR HASTA LOS 84! [los dos atacados de la risa].
-¿Cuál ha sido el mayor obstáculo que has tenido que superar para convertirte en quién eres hoy?
-Yo creo que ese fue el haber sido demasiado sensible. He tenido en mi vida muchos momentos de casi llorar, que no lloraba por no saber, pero esa parte quizás sea la que más trabajo me ha llevado.
-¿Te arrepientes de algo?
-Seguro que sí, ahora mismo no sé decirte.
-Pero a tu edad imagino yo que uno se pondrá en paz con uno mismo, que se perdona, que ya le resbala un poco todo, ¿o no?
-No, porque yo quiero seguir trabajando, no quiero parar. Mis amigos que peor están son los que pararon, entonces no tengo esa sensación de culminación a la que te refieres, yo sigo. Tengo varios proyectos en marcha y estoy muy contento.
-Cuéntame alguno…
-Estoy preparando una retrospectiva porque al achicar el espacio en mi estudio me di cuenta de la cantidad de obras que tengo que no es normal, y me han sugerido hacerlo en el Thyssen de Madrid… Otra es que en el Instituto Cervantes, donde ya hice cosas hace tiempo, me gustaría hacer Cervantes. Yo mientras leo El Quijote me voy transformando en él. Pensando y leyendo y mientras me voy volviendo loco como él… pero bueno, proyecto mientras sigo pintando con la premisa de no parar.
-El tema del almacenaje de la obra es un tema complicado, ¿no?
-Uff es muy desordenado.
-Ya, pero pocas cosas tan bonitas como el caos del taller del artista…
-Pues ven, mira… (dice e invita de paseo por un océano de cuadros, esculturas, dibujos, piezas de arte y hasta abanicos. Es un caos controlado. Hay tanto material para montar un museo para él solo)
-Pero yo conozco artistas que son un lío pero cuando buscan algo saben dónde está.
-Te lo explico fácil, si me dices un número de teléfono para cuando acabas ya me olvidé de los primeros números, pero si lo apunto me acuerdo porque lo veo. La memoria visual del artista.
-¿Y esos abanicos?
-Un cuento genial, una amiga rusa me propone hacer abanicos, para un cumpleaños mío y una exposición en Can Quince, con fragmentos de mis cuadros. Han quedado preciosos y se han vendido muy bien [risas], es que es lo que te digo, con esto del arte nunca se sabe por dónde van a salir los tiros.
-¿Qué le recomendarías a un joven que desea convertirse en pintor?
-No tengo ni idea porque hay todo tipo de gente, hay gente de buena familia y bohemios, de todo tipo, y cada uno es un mundo. Lo más importante es llevarse bien con uno mismo y hacer cosas. Por ejemplo, Van Gogh tuvo una vida de mierda y mira qué éxito y cuánto valen sus cuadros…
Y Dalí con tanto éxito pero ya no a tanta gente le gusta, en definitiva que cada uno haga lo que quiera.
-¡Y tú pensando toda la puñetera vida pintando cuadros para acabar vendiendo abanicos!
[carcajadas] Cómo es la vida…
-Con una vida tan vivida como la tuya seguramente tengas un montón de cuentos, ¿se te ocurre alguno que nos puedas contar?
-El cuento del Circo Azul. Un día de lluvia estaba haciendo autostop para llegar a Santa Eulalia. Me para un tío con dos caballos. Arranca y no para de soltar tacos, de insultar, estaba enfadado. Le pregunto qué le pasa y me dice “joder, que tengo un circo y ha estado lloviendo, no hemos hecho ni un duro, me tengo que ir, y los animales que no comen y tampoco tengo para los billetes”. Me salió decirle que conocía mucha gente, que me dejara organizar una función para él. Me miró como diciendo “pero y este que va a hacer”…
-¡Que ni coche tiene! [risas]
-Entonces llegamos a Santa Eulalia que era el centro de todo, a un bar que se llamaba Sandys; estaban todos, ingleses y americanos sobre todo, actores, escritores, de todo, yo era el único extranjero y era el único español [risas]. Y me pongo en medio y grito “Que me han dado un circo!” [risas]. Y el Terry Thomas dice “yo quiero ser el payaso”, y la otra que quería cantar, y así. Se montó una enorme, empezamos a hacer los posters que se colgaron por la noche y llegó la noche en cuestión y fue alucinante la historia que se montó con el circo. Sacaron dinero para alimentar a los animales, para los billetes y se fueron. Luego, durante meses, no paraba de llamarme el tío para decirme a qué ciudad iban para ver… ¡Si les podía montar otro! [carcajadas]. Me manda postales.. Que risa. Fue la leche.
-Y esa es la magia de Ibiza, tiene esa cosa, donde cualquier cosa puede suceder… desde lo absurdo a lo inverosímil.
-Sí, te digo que Ibiza ha cambiado mucho pero, a pesar de todo, ¡sigue siendo Ibiza!
-Tú llevas décadas en la isla, ¿Cómo ha cambiado?
-En aquel entonces cuando llegué a Ibiza, venían americanos que eran hippies pero que les mandaban 500 dólares al mes que era un montón de dinero, eran como millonarios y se llevaban genial con los payeses porque les alquilaban las casas, dejaban dinero, ¡pero si hasta a los hijos ibicencos les ponían nombres como William, e hijos de americanos que se llamaban por decir Laia!, era increíble. De pronto aparecen los alemanes que venían tomando propiedad de las cosas y pagando más, y claro, los payeses se encontraron con estos que dejaban mucho más dinero y de otra manera por lo que los dioses hippies americanos pasaron a ser peludos asquerosos… los echaban de las casas… El puto dinero ha sido lo que más ha cambiado esta isla.
[hace un pausa, piensa] …Si te soy muy sincero, la verdad es que tengo un cabreo monumental con un montón de cosas que están pasando en la isla, pero me vas a permitir que me haga un favor a mí mismo, me voy a callar. [suelta una risa].
Y la grabadora se para. El arte no.
Para más información antoniovillanueva.com