Loida Zabala es, sin discusión, la mejor halterófila paralímpica española de la historia. A sus 38 años, la deportista extremeña ha convertido su carrera en un ejemplo de constancia, superación y excelencia competitiva. Veinte veces campeona de España, campeona de Europa en 2022, bronce mundial y participante en cinco Juegos Paralímpicos, su nombre está grabado en la historia del deporte adaptado.
Desde octubre de 2023, sin embargo, su vida se divide entre dos luchas paralelas: la deportiva y la vital. Ese mes recibió el diagnóstico de un cáncer de pulmón en estadio cuatro, con metástasis en hígado, riñón y cerebro. Un punto de inflexión que no ha frenado su ambición ni su capacidad para seguir avanzando.
Una carrera marcada por la excelencia
Antes del diagnóstico, Loida Zabala ya era una referencia internacional. Su trayectoria incluye más de dos décadas compitiendo al máximo nivel, con una regularidad poco habitual en el deporte de alto rendimiento. Ha estado presente en los últimos cinco Juegos Paralímpicos, logrando diploma en cuatro de ellos, y ha mantenido una hegemonía casi absoluta en el ámbito nacional.
Su título de campeona de Europa en 2022 consolidó una carrera que ya era brillante. Sin embargo, lo que ha sucedido desde que comenzó el tratamiento oncológico ha sorprendido incluso a quienes mejor la conocen.
El cáncer como un nuevo rival
Desde octubre de 2023, Zabala convive con un cáncer incurable. Ella misma ha definido este periodo como una “competición por la vida”. Lejos de apartarla del deporte, los tratamientos han transformado su cuerpo y su forma de competir. Antes del cáncer, participaba en la categoría de menos de 50 kilos. Ahora lo hace en menos de 67, después de que la medicación le provocara retención de líquidos y un aumento de peso inevitable.
El impacto físico fue severo. Tras el primer tratamiento, apenas podía levantar más de 40 kilos. Aun así, el proceso no supuso un punto final, sino un nuevo comienzo. En 2025, Loida Zabala ha batido dos veces el récord de España en su nueva categoría, hasta situarlo en 105 kilogramos. Un dato que resume la dimensión de su recuperación competitiva. “Ahí lo veía todo muy difícil, pero en dos años he levantado más que en 19 años”, reflexiona, según recogió el medio MARCA.
Motivación desde la vida
La clave de este resurgir no está solo en el entrenamiento. Zabala ha explicado cómo el diagnóstico ha cambiado su manera de entender la vida y el deporte. “El cáncer me ha dado mucha motivación porque he valorado muchísimo el hecho de estar viva a día de hoy, la oportunidad de sentir, de aprender, de crecer…”, reconoce.
Ese enfoque vital se ha trasladado directamente al rendimiento. “Toda esa motivación en el día a día me ha hecho mejorar mi marca a nivel nacional e internacional; mejoro a nivel deportivo pero también como persona”, explica. En su discurso no hay negación de la dureza del proceso, pero sí una voluntad clara de exprimir cada día.
Incluso ha desarrollado estrategias personales para combatir el agotamiento que generan los tratamientos: “He aprendido a ‘hackear’ un poco la medicación del cáncer, que te provoca mucho agotamiento. Lo he logrado paseando con mi perrita y así creando serotonina, entrenando, generando endorfinas, abrazando a la gente que quiero para generar oxitocina… Es una manera de ‘hackear’ el cerebro para que siga a tope”.
Un futuro incierto, pero lleno de objetivos
A pesar de la incertidumbre médica, Loida Zabala mira al futuro con ambición deportiva. El calendario no se detiene y ella tampoco. En marzo se celebra el Campeonato de Europa, una cita en la que aspira a competir pese a las dificultades. “Me gustaría revalidar el título de campeona de Europa que logré en 2022, aunque ahora no estoy en la misma situación ni en la misma categoría de peso. El Europeo es en marzo. No sé si lo conseguiré, pero sí que voy a darlo todo para quedar lo mejor posible”, afirma.
Su gran sueño, sin embargo, está más lejos en el tiempo. Los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles 2028 se han convertido en un faro al que mirar. “Cuando estaba preparando los Juegos de París, realmente sabía que podían ser mis últimos. Pero es posible que pueda llegar a los de 2028. Soñar es gratis y me ha funcionado mucho. Centrarme en los Juegos me ha ayudado un montón. Así que vamos a centrarnos en los de Los Ángeles y ya veremos qué es lo que pasa”.
Un pacto sellado con la oncóloga
La relación entre deporte y vida alcanza uno de sus momentos más simbólicos en el relato de su conversación con su oncóloga, Maru Olmedo, en el Hospital de La Paz de Madrid. Tras conocer que su enfermedad no tenía cura, Zabala decidió afrontar la realidad de frente. “Cuando vi que no tenía cura, me senté con mi oncóloga a solas y le pregunté: ‘¿Cuánto tiempo me queda de vida?’”.
La respuesta fue directa, aunque ella prefiere no verbalizarla por respeto a su madre. Su reacción, sin embargo, fue inmediata. “Y le respondí: ‘Vale, mi propósito entonces es llegar a Los Ángeles 2028, que se serían mis sextos Juegos’. Y nos dimos la mano como sellando un pacto. Ella me dijo que por su parte haría todo lo posible. Y bueno, pues en ello estamos”, relata con una sonrisa.
La alarma que marca la esperanza
Entre los gestos cotidianos que resumen su forma de vivir hay uno especialmente simbólico. Zabala tiene programada una alarma en su móvil. “Tengo programada una alarma, que es uno de mis sueños que me quedan por cumplir, que es después de Los Ángeles 2028. Una fecha en la que es posible que ya no esté viva. Estadísticamente es imposible, pero si yo veo esa alarma, que se llama ‘Sigues viva’, pues voy a venir aquí a celebrarlo con vosotros”.
Habla de la muerte con naturalidad, pero sin perder la alegría. En las entrevistas mantiene la sonrisa, incluso en los detalles más pequeños, como acudir con un gorro navideño de Papá Noel a una sesión de fotos. Su actitud no es impostada: forma parte de su manera de resistir.
El deporte como refugio emocional
El deporte sigue siendo su eje. “Estar centrada en los Juegos y el deporte siempre me ha ayudado mucho. Si te centras en aquello que te gusta realmente es como si los malos momentos o las cosas difíciles se aceptasen solas”, explica. Para Loida Zabala, entrenar no es solo una cuestión física, sino una herramienta emocional. “Estar centrada en las cosas que me gustan me hace ser feliz, estar motivada y ser mucho más resiliente y fuerte de lo que era antes a nivel emocional”.
Su historia no es la de una retirada anticipada ni la de una despedida. Es la de una atleta que sigue compitiendo, levantando más peso que nunca y mirando a Los Ángeles 2028 como un objetivo legítimo. En plena lucha contra un cáncer incurable, Loida Zabala sigue demostrando que el alto rendimiento también puede ser una forma de aferrarse a la vida.












