Se trata de un incidente que puede ser calificado como menor, ya que no hubo que lamentar daños personales ni materiales y, además, la situación se comenzó a normalizar cuatro horas después. Ello, no obstante, no evita que sea obligatorio preguntarse si Ibiza puede permitirse la vulnerabilidad que quedó otra vez al descubierto la tarde del pasado sábado.
No hay que olvidar que no se trata del único incidente de este tipo que sucede este verano. Otras dos averías, una de una avioneta del servicio contra incendios en la pista y otra de un avión comercial en la pista de rodadura, obligaron también a cerrar el espacio aéreo de Ibiza durante unas horas. Aunque no es comparable, activistas también afectaron mínimamente a la operativa aérea cuando lograron colarse sin dificultad en la pista del aeródromo de es Codolar.
A principios del nuevo milenio, Aena abrió el debate sobre la necesidad de construir una segunda pista o habilitar la pista de rodadura como pista de emergencia para casos como el del sábado. Finalmente, la solución parecía que llegaría de la mano de la habilitación de la pista de rodadura como pista de emergencia. Sin embargo, la propia promotora de la idea, Aena, acabó desmintiéndose a sí misma y desestimó el proyecto por motivos de seguridad sin aportar ninguna solución adicional a una eventual incidencia en la única pista operativa, a pesar de contar con el apoyo de las administraciones locales tras superar las reticencias iniciales.
Es obvio que la seguridad de las operaciones debe prevalecer sobre cualquier otra consideración y nadie mejor que Aena sabe cuáles son los riesgos reales de habilitar una pista de rodadura como pista de emergencia. También lo es, sin embargo, que el aeropuerto debe estar mejor preparado para atender las incidencias de este tipo y evitar la fragilidad demostrada este verano de la instalación más estratégica de las Pitiusas. Ibiza no puede permitirse el riesgo de quedarse incomunicada.