No frecuentemente se tiene la oportunidad de salir a navegar por el Mediterráneo en una embarcación histórica restaurada. De hecho, para una gran mayoría de las personas, es más bien un programa muy fuera de alcance. Pero, gracias a la Saga y su tripulación, junto al Club Náutico de Ibiza, para alumnos de bachillerato de la isla ahora la posibilidad existe y no sólo como un paseo, sino también como una propuesta única de aprendizaje sobre algunos conceptos básicos de navegación y el estado y cuidado de la flora y fauna de las aguas pitiusas.
La goleta Saga es un velero original de 1934, que fue restaurado en 2017. Con 24 metros de eslora, entre sus dos mástiles se extienden sus preciosas velas cangrejeras que la hacen zarpar desde y hacia el puerto de Ibiza.
Un dato de color: la mismísima Dua Lipa la eligió para celebrar su cumpleaños navegando, hace un par de veranos atrás.
Entre sus tripulantes está la bióloga marina Agnès Torres. Ibicenca nacida y criada, Torres creció “jugando con los pulpos como si fueran perros, son muy inteligentes” y también como regatista: “Para mí siempre ha sido natural compartir con otros y especialmente con los más jóvenes mi pasión por el mar”.
Es ella quien cuenta a La Voz de Ibiza, entusiasmada, todos los detalles del programa Jóvens per la mar, cuya reedición gestaron junto al CNI porque se conocen “de toda la vida”.
Aprender sobre el mar pitiuso, navegando
Las salidas son gratuitas para los alumnos y los bachilleratos. El viaje en la Saga abarca la zona sur de Ibiza, incluyendo el parque de Ses Salines, y la parte norte de Formentera.
–¿Cómo nace la iniciativa?
–Esto nace en 2001, pensado para niños de primaria. Desde el CNI me propusieron recuperarlo y yo lo reestructuré desde cero, lo hice más dinámico y lo adapté también a las leyes educativas del momento y a las necesidades de nuestros jóvenes. También lo centramos en adolescentes de entre 16 y 17 años. Así, hicimos la primera salida en mayo pasado y una nueva el jueves 20 de junio.
–¿Cuál es el motivo de ese cambio de edad del público al que está destinado el programa?
–Hay muchas ofertas de actividades extraescolares para niños de primaria, porque es muy fácil trabajar con ellos, pero en la isla a veces nos olvidamos de los adolescentes. Son parte de nuestra sociedad y son un grupo muy importante. Puede ser que sea un poco más complicado trabajar con ellos a veces, pero se merecen poder tener también oportunidades y hacer cosas fuera del aula. Aprenden muchísimo, estando en el mar son como una esponja. Si les explicaras lo mismo en un aula no tendrían interés ninguno porque no lo están viviendo. Recordé cuando yo tenía esa edad, hoy tengo 29: en ese momento me hubiera encantado hacer cosas fuera, moverme. Creo que salir del aula los calma, no están tan nerviosos de que tienen que estar sentados tantas horas en una silla. Y, además, muchos nunca se han subido a un barco, aunque sean de aquí.
–Eso último es muy llamativo y un dato muy fuerte. ¿Cuáles cree que son las razones para ello?
–Mi pensamiento, y aclaro que esto es una opinión y un análisis muy personal, es que esto quizás se da porque hace años era más económico tener una embarcación, aunque sea un barquito chiquitito y no costaba mucho el amarre. Con el crecimiento turístico, eso fue quedando para gente que tiene más posibilidades económicas. Entonces la gente local tal vez no se puede permitir un amarre, si están también pagando una vivienda, la educación de los niños y más. Por otro lado, a veces salir con una embarcación chiquitita puede ser hasta peligroso, hay muchas embarcaciones grandes y de velocidad. Así, de a poco, supongo, se ha ido perdiendo la esencia de la gente local, que tenía embarcaciones, con una cultura de muchas familias de pescadores.
–¿Puede contarnos cómo es un día para los jóvenes del programa?
–Los recibimos en la goleta, los de la tripulación nos presentamos y se habla de la seguridad a bordo. El pasado jueves demoramos en salir por la rissaga y empezamos entonces la charla en el puerto y después hicimos la salida más corta. Siempre se puede adaptar y si nosotros a la mañana vemos que las condiciones no son las adecuadas para que ellos disfruten de la salida, somos los primeros en cancelarlo y replantear el plan.
Una vez a bordo, les entrego unos libros hechos por mí y con ilustraciones científicas de la bióloga Iara Chapuis, también ibicenca. Después los dividimos en grupos y ellos se reparten los roles. Les proponemos ser corsarios por un día: hay un tesorero, ellos ganan “monedas” en los juegos que hacemos, pero se las pueden robar unos a otros. ¡El jueves yo misma terminé sin ninguna! (risas).
Durante el viaje, vemos muchas cosas por las que Ibiza fue declarada Patrimonio de la Humanidad, más siendo que este año se cumplen los 25 años. Hablamos de los faros, las torres de defensa, intentan identificarlas. Ese es un juego para que sepan dónde están y sus características, porque usualmente las tienen tan incorporadas en su memoria visual que ni les prestan atención. Así vamos viendo cómo se distribuye nuestra costa y por qué un faro está en un lugar y no en otro.
También les enseñamos a hacer nudos, todo con juegos dinámicos para que sea más divertido. Si el tiempo lo permite, además, hacemos snorkel. De vuelta hacia el puerto hacemos un juego de biodiversidad, de la fauna y flora de aquí, en el que tienen que adivinar distintas especies. Es a propósito, porque en general muchos llegan a decir si, por ejemplo, es un ave o un pez, pero casi nunca saben decir qué especies emblemáticas tenemos aquí, como la pardela balear o la posidonia oceánica.
–La pardela y la posidonia, justamente, son dos especies amenazadas. ¿Cuál es la situación del ambiente marítimo pitiuso?
–El mar que yo conocí de pequeña no es el mismo que el actual. Yo me ponía una máscara de buceo y veía de todo. Jugaba con los pulpos como si fueran perros, porque son muy inteligentes. Había langostas por todos lados, peces, delfines, se acercaban muchísimo a costa, incluso en verano. Los delfines, debido a tanto motor, ahora salen más para mar adentro, porque no pueden comunicarse, el ruido les ocasiona un problema.
Entonces, hoy en día, cuando me pongo las gafas de buceo, veo muchísima menos biodiversidad o número de especies y también lo que encuentro es mucha contaminación. Ya no solo contaminación por plásticos, aceites, hidrocarburos, sino también por aguas residuales que vienen desde tierra. Hay muchísimas emisiones ilegales. Todo eso afecta la estructura química del agua y termina siendo un agua contaminada. Nosotros no lo vemos a menos que hagamos análisis, pero los peces, que cogen oxígeno de ella, sí que lo notan. Hay estudios que muestran cómo los peces, en vez de hacer una puesta de, por ejemplo, un millón de huevos, ponen ahora 200.000. Están tomando anticonceptivos: los que toman las mujeres y de los cuales excretan un porcentaje muy elevado de principios químicos en la orina, lo que termina en el mar y afecta a la reproducción de los peces.