La muerte de Robe Iniesta, fundador y alma de Extremoduro, ha reabierto viejas heridas y recuerdos. El grupo, con una trayectoria que arrancó en 1987 y se prolongó hasta 2019, decidía entonces poner fin a sus actividades después de 32 años de rock, éxitos y transformaciones.
La razón oficial de su separación quedó expresada con crudeza: “Para trabajar de la manera en que nosotros hemos trabajado tanto tiempo, es imprescindible tener una compenetración muy muy especial. Ahora, esa compenetración tan difícil de conseguir y mantener, aunque existe, no es la misma”. Con ese mensaje, difundido a través de redes sociales, Extremoduro explicó a sus seguidores que algo esencial se había roto en su interior, aunque no todo estaba perdido.
Cambios en la formación y expectativas truncadas
Durante su historia, la banda había pasado por diversas formaciones. Componentes históricos como Iñaki Antón “Uoho”, José Ignacio Cantera o “El Sucio” se fueron alternando, lo que ya había ido debilitando la cohesión original del grupo. Tras su último álbum con la banda, Para todos los públicos (2013–2014), Extremoduro ya no ofreció nuevas grabaciones. En ese contexto, su separación habría parecido un paso lógico.

Robe Iniesta, sin embargo, no abandonó por completo la música. Tras la disolución del grupo, inició una carrera en solitario, una señal de que las diferencias grupales no extinguían su deseo creativo.
El intento de despedida que la pandemia truncó
El final para Extremoduro no se consumó como ellos mismos imaginaron. La banda anunció una gira de despedida en 2020, con paradas en ocho ciudades. La idea era decir adiós por todo lo alto, ofreciendo a sus fans un cierre digno aunque con el trasfondo de que “las cosas no eran como antes”, explicaba Robe.
Ver esta publicación en Instagram
Pero la irrupción de la pandemia de COVID cambió los planes: los conciertos fueron pospuestos en un primer momento, y en 2021 Extremoduro comunicó la cancelación definitiva de la gira. Según los miembros, la promotora no quiso “esperar a que pasara la pandemia para poner nuevas fechas”. Lo que debía ser un adiós con aplausos terminó convertido en un cierre abrupto y sin despedida en directo.
Un legado imborrable, pero una despedida inconclusa
La ruptura de Extremoduro en 2019 marcó el final de una era, pero también dejó una profunda cicatriz en la cultura rock española. Por un lado, sus letras, su estilo, su crudeza, su irreverencia marcaron a generaciones de seguidores; por otro, el deseo de ofrecer un cierre digno quedó frustrado.
La banda confesó con honestidad que su unión, aquella complicidad íntima que les permitió crear juntos, ya no existía. Esa ruptura interna, unida a los vaivenes de la industria musical y a pérdidas de miembros clave, minaron lo que un día fue un proyecto sólido y creativo.
A pesar de todo, la música de Extremoduro y la voz de Robe Iniesta siguen resonando. Las canciones siguen vivas. Lo que faltó fue un adiós. Y quizá ese adiós, de algún modo, lo estemos viviendo ahora, con dolor, con memoria y con el respeto que merece un grupo irrepetible.













