El mar Mediterráneo, cuna de civilizaciones y motor económico para millones de personas, enfrenta un riesgo de colapso ecológico tangible y presente, según advierte un metaanálisis publicado en Scientific Reports por el Centro GEOMAR Helmholtz para la Investigación Oceánica de Kiel (Alemania). El estudio, que sintetiza los resultados de 131 investigaciones científicas, alerta sobre la erosión de playas, la inundación de humedales, la desaparición progresiva de praderas de posidonia y un drástico descenso de los recursos pesqueros.
Erosión e inundación en las costas
Las conclusiones señalan que los ecosistemas costeros son los más vulnerables frente al cambio climático. La subida del nivel del mar, combinada con el calentamiento y la acidificación de las aguas, acelera un proceso de degradación que ya es visible en muchos puntos del litoral.
Las playas de arena y sistemas dunares sufren una erosión galopante. Este retroceso no solo implica la pérdida de espacios turísticos clave, sino también de hábitats esenciales. Se estima que las tortugas marinas perderán más del 60% de sus playas de anidación, lo que amenaza gravemente su supervivencia.
Los deltas y lagunas costeras, como los del Nilo, el Ebro o la laguna de Venecia, se encuentran en estado crítico. Su baja altitud los convierte en zonas altamente expuestas a la inmersión, un proceso agravado por el hundimiento natural del terreno.
La amenaza de la salinización
Las marismas y humedales cumplen un papel crucial como barrera natural contra tormentas y refugio de aves migratorias. Sin embargo, la intrusión de agua salada amenaza con transformar estos ecosistemas, reduciendo su biodiversidad y anulando sus funciones ecológicas.
El problema no se limita a la superficie. Los acuíferos subterráneos, que abastecen de agua dulce a millones de personas, también corren riesgo de salinizarse de manera irreversible, comprometiendo la seguridad hídrica en una región ya tensionada por la escasez.
Las costas rocosas, más resistentes físicamente al avance del mar, no están exentas de riesgos. El calentamiento y la acidificación impactan en las comunidades biológicas que albergan, reduciendo la diversidad de especies.
Transformaciones en el mar abierto
En aguas abiertas, el proceso es menos visible, pero igualmente grave. El calentamiento y la acidificación del agua reconfiguran la vida marina desde el plancton hasta los grandes depredadores.
Las praderas de posidonia, conocidas como los “pulmones del Mediterráneo” por su capacidad de producir oxígeno y fijar carbono, son uno de los ecosistemas más amenazados. Sensibles al aumento de la temperatura, los modelos apuntan a una posible “extinción funcional” hacia finales de siglo, lo que desataría un colapso en cascada de especies que dependen de ellas.
Pesca en declive y especies invasoras
La fauna marina también está en plena reorganización. Especies nativas de aguas frías migran hacia el norte, mientras que especies invasoras adaptadas al calor, como el pez león, colonizan nuevos territorios, poniendo en jaque la biodiversidad.
Las proyecciones son alarmantes: se espera una reducción de entre el 30% y el 40% en los stocks pesqueros en los escenarios más pesimistas. Esto supondría un duro golpe para la seguridad alimentaria y para la economía de las comunidades costeras, altamente dependientes de la pesca.
Coralígenos y plancton en peligro
Los hábitats coralígenos, aunque más resistentes que los tropicales, también sufren. El estrés térmico provoca mortalidades masivas y la acidificación debilita sus estructuras calcáreas.
El plancton, base de la cadena alimentaria, muestra una tendencia hacia organismos más pequeños y menos nutritivos, lo que afecta a toda la pirámide trófica. Además, se ha detectado un aumento de las floraciones de algas tóxicas, que ponen en riesgo tanto a la fauna como a la salud humana.
Desigualdad en la investigación científica
Una de las advertencias más graves del metaanálisis no está en lo observado, sino en lo que aún se desconoce. La mayor parte de los estudios se concentran en la ribera norte del Mediterráneo (España, Francia e Italia), mientras que las costas del sur y del este, que incluyen el norte de África y Oriente Medio, siguen siendo prácticamente un vacío científico.
Esta falta de datos puede estar subestimando la magnitud real del problema en toda la cuenca mediterránea. Los autores subrayan la necesidad de una respuesta coordinada e internacional para llenar estas lagunas y afrontar el desafío con una visión integral.
Un riesgo presente, no futuro
El estudio insiste en que el colapso del Mediterráneo no es una amenaza hipotética a largo plazo, sino una realidad que ya comienza a manifestarse. Incluso en escenarios optimistas, con un aumento de solo 0,8 °C respecto a los niveles de finales del siglo XX, los riesgos se disparan a niveles “altos” o “muy altos” para la mayoría de los hábitats.
La urgencia de medidas de mitigación y adaptación es clave. Desde la gestión de las costas y la protección de humedales, hasta la reducción de emisiones globales y la cooperación internacional, el futuro del Mediterráneo depende de decisiones políticas inmediatas.
El mensaje es claro: sin una acción coordinada y contundente, el mar que ha sido escenario de historia, cultura y vida durante milenios, podría entrar en un proceso irreversible de colapso ecológico antes de que termine el siglo.