TENÍA 70 AÑOS

Muere de Jorge Martínez, de Ilegales, y el rock español se despide de una de sus voces más libres y salvajes

El líder de Ilegales fallece y cierra una era marcada por la insolencia, la genialidad y un legado que definió el rock en España durante más de cuatro décadas

La impactante noticia de Jorge Martínez, de la banda Ilegales
La impactante noticia de Jorge Martínez, de la banda Ilegales

La música española pierde a una de sus figuras más singulares: Jorge Martínez, líder de Ilegales, ha muerto a los 70 años dejando tras de sí un vacío artístico difícil de medir. La noticia sacude al panorama cultural porque se va un creador que combinaba dureza, lucidez, incorrección política y una sensibilidad fuera de lo común. Su ausencia deja huérfano a un género que él moldeó a su imagen.

Tras esa apariencia de tipo duro, capaz, según siempre se contaba, convivían el músico culto, el provocador nato, el guitarrista explosivo y el escritor de letras que marcaron generaciones. Su estampa espigada y desabrida, como señalan quienes lo conocieron, acompañó durante más de cuarenta años a los escenarios de España y Latinoamérica.

Un letrista brillante y una figura esencial de Ilegales

Martínez fue siempre un frontman clásico, dueño de una actitud escénica que convertía cada concierto en una batalla artística. «No me dan miedo los caprichos de la suerte/ La certeza de la muerte o lo que pueda perder/ Y no me asusta la inconstancia de la fama/ Mi vida entre las hormigas no me hace bien ni mal», cantaba en Mi vida entre las hormigas (2017), un tema que retrataba a la perfección su carácter y que dio título al documental sobre su vida.

Nacido en Avilés en 1955, criado en Gijón y afincado en Oviedo, Jorge Martínez fue mucho más que un músico: era un personaje poliédrico, libérrimo, ajeno a los moldes, aficionado a coleccionar soldaditos de plomo y descendiente del histórico Pedro Menéndez de Avilés. Pero esa ascendencia no lo llevó por caminos convencionales: eligió la transgresión como forma de vida artística.

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Con su hermano Juan comenzó en Madson, pasó por Los Metálicos, y en 1983 fundó Ilegales junto a Íñigo Ayestarán y David Alonso. El impacto del grupo fue fulgurante: aterrizaron con fuerza en los volcánicos años ochenta, marcados por una explosión cultural inédita. Con Tiempos nuevos, tiempos salvajes, Yo soy quien espía los juegos de los niños o Hola Mamoncete, Ilegales construyó uno de los catálogos más sólidos del rock nacional, acompañado por una imagen ya icónica fotografiada por Ouka Leele.

Una carrera extensa, reinventada y sin renunciar a la actitud

A lo largo de los años, Ilegales acumuló títulos como Agotados de esperar el fin, Todos están muertos, Chicos pálidos para la máquina, El corazón es un animal extraño o Juventud, egolatría. Hubo también un parón para explorar otros territorios musicales con Jorge Ilegal y los Magníficos, un proyecto que recuperaba las orquestas de los años cuarenta y cincuenta con guarachas, tangos y chachachá. En 2011, aquella aventura evidenció su amplitud de miras y su rechazo al encasillamiento.

El rockero, sin embargo, nunca se marchó del todo. Con nuevas formaciones, y pese a golpes tan duros como la muerte del bajista Jandro Blanco en 2016, mantuvo viva una banda capaz de seguir llenando recintos y conquistando público dentro y fuera de España.

Cuando cumplió cuarenta años sobre los escenarios, lejos de mirar atrás, decidió renovarse con La lucha por la vida, un álbum de temas inéditos junto a Loquillo, Josele Santiago, Andrés Calamaro, Luz Casal, Dani Martín, Enrique Bunbury o Iván Ferreiro. Una muestra del respeto casi unánime que despertaba entre sus colegas.

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Sus ideas sobre la música, la vida y el arte

En 2021 explicaba así la vigencia del rock: «El rock no envejece porque apela a la propia naturaleza humana». Para él era una cuestión tribal y catártica, y también ética: «Vivimos en una cultura dineraria, pero nosotros somos artistas, y lo que prima es el arte. No hemos asumido los riesgos de todos estos años para ahora hacer lo que hace todo el mundo. Nosotros somos los buenos. Y hay que ser muy duro para ser de los buenos».

Su relación con la creación musical era tan visceral como imprevisible: «Son unas hijas de puta, las canciones llegan a cualquier hora. A las cuatro de la mañana, cuando estás dormido en lo mejor, me levanto y cojo la guitarra. Y otras veces me llaman cuando estoy en lo mejor de la fiesta y me tengo que ir. Hay que hacerlo así, porque las canciones, como se vayan, ya no vuelven nunca».

En una de sus reflexiones más recordadas, resumía su vida sin arrepentimientos: «He hecho todo lo que me ha dado la gana y he tenido mucho éxito en la vida». Y cuando celebró sus cuatro décadas de carrera, dejó otra frase para la historia: «Pediría prórroga, volvería a empezar. Con esto me pasa como con los conciertos: sales con tanta energía que quieres volver al principio».

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