La ciudad de Barcelona despide a uno de sus grandes observadores. Lluís Permanyer, periodista, escritor y cronista incansable de la capital catalana, ha fallecido a los 86 años a causa de un infarto. Su muerte pone fin a una trayectoria de más de seis décadas dedicadas al periodismo, al arte y a la historia urbana, siempre desde una mirada apasionada y rigurosa.
Su último artículo, publicado el mismo día de su fallecimiento en La Vanguardia, versaba sobre el encuentro entre Joaquim Cabot y Lluís Millet, dos figuras esenciales del catalanismo cultural que impulsaron la construcción del Palau de la Música Catalana. Era una muestra más de su amor por la ciudad que narró con detalle, erudición y sentido del humor.
Un cronista con alma de historiador
Lluís Permanyer fue, durante décadas, la voz más reconocible del alma barcelonesa. Licenciado en Derecho, inició su carrera en la revista Destino, donde popularizó el “Cuestionario Proust” entrevistando a figuras como Simenon, Rubinstein, Carner, Espriu, Miró o Pla. En 1965 ingresó en La Vanguardia, diario en el que desarrolló casi toda su vida profesional.
Durante 22 años trabajó en la sección de Internacional, una elección que no fue casual: “Porque en ella no había censura y me permitía viajar, y comprar en el extranjero libros prohibidos”, recordaba. Sin embargo, tras la transición política, decidió cambiar de rumbo: “Cuando se produjo el cambio institucional en el país, me pareció que sería más útil en el diario como cronista de Barcelona que hablando de Vietnam”.
Con ese giro, comenzó a construir una base de datos monumental sobre la ciudad, recopilada manualmente en fichas de más de 3.000 libros. “Es muy respetable la opinión, pero no hay opinión buena si no está fundamentada en datos”, defendía. Y añadía: “Aun así, te puedes seguir equivocando, pero lo hago yo solo, no porque nadie me empuje”.
Más de ochenta libros y una Barcelona contada desde dentro
Permanyer escribió más de ochenta libros dedicados al arte, la arquitectura y la vida social de la capital catalana, además de producir ocho documentales de televisión. Su obra abarca desde la Barcelona modernista hasta la contemporánea, con títulos que se han convertido en referencia, como Sagnier y los modernistas, El Passeig de Gràcia. 200 anys d’un espai burgès, L’Eixample desaparegut, Barcelona nocturna, Vides privades de la Barcelona burgesa, Dalí parlat o Miró: història d’una passió.
En 2022 recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural, uno de los muchos reconocimientos que jalonan su carrera. Entonces explicaba que su pasión por la cultura venía de lejos: “Teníamos la casa familiar llena de cuadros y libros y mi padre me llevaba cada domingo a ver exposiciones desde que era pequeño, y fui lector desde buen inicio, leía de todo, siempre he tenido una curiosidad universal y un poco dispersa, luego me he ido concentrando”.
Su obra también fue reconocida con el Premio Luca de Tena (1969), el Ciutat de Barcelona de Periodismo (1987) y el Nacional de Periodisme de Catalunya (2008).
“Soy del partido monobarcelona”
Su relación con la ciudad que tanto amó era casi personal. “Soy del partido monobarcelona, en el que estoy solo yo”, decía con ironía, consciente de haber convertido su pasión en una forma de vida. “Más que un trabajo, lo que yo hago lo considero mi diversión”, añadía.
Rechazó el título de cronista oficial de la ciudad, con una justificación tan coherente como provocadora: “Lo concede el poder, y no me interesa, yo ya soy cronista”. También declinó recibir la Medalla de Oro de Barcelona y el cargo de jefe de prensa que le ofreció Josep Tarradellas a su regreso del exilio.
Su independencia intelectual fue siempre una seña de identidad. Para él, la verdad y la curiosidad eran principios innegociables.
Amigo de los grandes nombres de la cultura
A lo largo de su vida, Permanyer cultivó amistad con algunos de los artistas más importantes de su tiempo. De Joan Miró recordaba “la honradez y la profesionalidad en el trabajo”; de Tàpies, “la reflexión sobre el arte”; y de Saura, “un pozo de cultura universal”.
Sobre su relación con Antoni Clavé, decía: “Tuve una amistad emocionante, era un hombre generoso y afectuoso pese al exilio y lo que le había sucedido”. Su conexión con Eduardo Chillida fue igualmente especial: el escultor instaló una de sus grandes obras en el parque de la Creueta del Coll gracias a su mediación.
En 1988, hizo de guía al físico Stephen Hawking durante su visita a Barcelona, un encuentro que recordaba con humor y humildad.
Una mirada crítica, divertida y siempre curiosa
Permanyer también cultivó la ironía y el sentido del humor, cualidades que lo acercaban al público. En su libro La Barcelona fea, en el que señalaba los edificios menos agraciados de la ciudad, provocó reacciones curiosas: “Aún recuerdo una señora que me llamó y me dijo: ‘Hemos de arreglar la fachada, ¿qué colores quiere que pongamos?’”.
Su gusto por la anécdota se plasmó en obras como Que la saps, aquesta?, donde recopiló historias urbanas y sociales que forman parte del imaginario colectivo barcelonés.









