PSICOLOGÍA

Vivir sin certezas: cómo habitar la incertidumbre en un mundo en constante cambio

Una reflexión sobre cómo la velocidad de los cambios actuales nos obliga a replantear nuestras certezas y aprender nuevas formas de gestionar el miedo y la inestabilidad

*Por Esteban Gómez.  Licenciado Psicoanalista por la Universidad de Buenos Aires (UBA) (MN 25.591  MP 25.668)

Nuestro cerebro es producto de millones de años de evolución. Una computadora perfecta que ha logrado numerosas habilidades de supervivencia y adaptación a los cambios. El cerebro es también una gran fábrica de químicos, sean éstos hormonas o neurotransmisores, que diseñan y gestionan programas y respuestas conductuales. Pero los seres humanos somos mucho más que nuestro cerebro.

Un poco de historia

Desde que salimos del agua, pasando por nuestra vida en los árboles, hasta que “bajamos” y dejamos las cuatro patas para caminar en dos piernas, todo ha cambiado excepto nuestra capacidad de adaptarnos a lo que el ambiente nos ha propuesto. Los neuro-científicos explican que a nuestro cerebro le gusta lo conocido y el ahorro de energía. Es cómodo, ahorrativo y elige lo seguro solamente porque quiere sobrevivir como especie.

Eso nos emparenta con cualquier otro mamífero. Pero los psicólogos afirman que en nosotros existe un “epifenómeno” del cerebro llamado mente. Por último los psicoanalistas aclaran que además tenemos una instancia inconsciente que anda metiéndose de por medio en nuestra vida cotidiana. Podemos concluir que “calculamos inteligentemente con nuestra lógica formal” pero que también “sentimos emocionalmente, con nuestras tripas y nuestro corazón”.

El virus del cambio

Indudablemente en estos últimos cinco años, la realidad global desafiante nos ubica como especie, en un nuevo nivel de evolución, tal vez una micro-evolución. Más sutil, pero no menos efectiva y trascendente. Al preferir la “homeostasis”, es decir lo conocido o lo que se mantiene igual, todo aquello que nos saca de eje y de nuestra zona de confort, nos resulta amenazante y por ende se transforma en un foco de ansiedad, angustia y miedo.

La respuesta fisiológica del stress se exacerba y nuestra mente puede perder el control. Todo profesional de la salud de cualquier especialidad ha sido testigo en estos últimos años, de cómo nuestra salud mental se va degradando y en algunos casos las crisis agudas se multiplicaron. Crisis personales, pero también vinculares, familiares, laborales y por ende, crisis sociales.

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Algunos pensadores como G. Sartori (1924-2017), Z. Bauman (1925-2017), B. Berardi (1949) o B. Chul Han (1959)ya  venían advirtiendo (cada uno desde su saber) que el siglo XXI traía una modalidad líquida de la sociedad, una hegemonía de la imagen, cambios en el paradigma de la forma de gobernarnos.  Y coincidían en que muchos de esos cambios eran lo suficientemente rápidos como para “adaptarnos suavemente”. Sí, “suavemente”.

En los últimos veinte años se han producido cambios tecnológicos, científicos y por ende sociales que han cambiado nuestra sociedad más radicalmente que los cambios científicos y culturales de los últimos 400 años. La humanidad percibe este rápido proceso, no como un “soft landing cultural” sino más bien como un “aterrizaje de emergencia”.

La hegemonía de las certezas

Muchos seres humanos que viven en ciudades y cuentan con trabajo remunerado, perciben como algo natural abrir el grifo y tener agua potable, encender una lámpara en su baño para ducharse con agua caliente o abrir su refrigerador y tomar un trozo de queso. Naturalizamos nuestra condición y la transformamos en certeza. Esas certezas transitan con los años por los mismos caminos y nuestra “mente-cerebro” se acostumbra.

La salud, el empleo, el amor, la juventud y la amistad son otras variables que pasan a la cuenta de certezas. Pero algo sucede cuando esas certezas se derrumban de la noche a la mañana. Las crisis emocionales por el des-empleo, el divorcio o la muerte de un ser querido golpean nuestra puerta y nos arrebatan toda tranquilidad y confort. Las certezas han desaparecido.

De la certeza a la certidumbre

Este es un gran paso que todo sujeto debe realizar. Las certezas son muy pocas. Son solo aquellas que pertenecen a las leyes de la física, de la química o de la biología cuando toca nuestro hombro para decirnos “no va más…”. El resto de certezas son en realidad certidumbres, es decir pueden tener un alto porcentaje de ocurrencia, pero no son absolutas. Los afectos, los vínculos, las lealtades incluso las decisiones económicas están atravesadas por la posibilidad de que, aunque lo intentemos, aunque demos lo mejor de nosotros, no sucedan.

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Ver nuestra pequeña realidad humana como una gran cadena de certidumbres es muy liberador. Nos saca el disfraz de superman o de la mujer maravilla. Sabemos ahora que preferimos las certezas, (aunque tengamos que conformarnos con un puñado de certidumbres), preferimos los mapas y recetas probadas y muchas veces nos enojamos con la realidad. Cada desafío adaptativo nos inquieta y estresa, pero los efectos globales de esta de la realidad de nuestro último lustro, son más que un desafío.

Tengamos por caso lo sucedido en Pandemia. Es justamente en éste punto en el que millones de seres humanos que se movían solo en el riguroso y fantasioso plano de las certezas, que en pocos días tomaron consciencia de su pequeñez e inermidad humana. ¿Qué podríamos decir de los habitantes de Kiev aquel miércoles 23 de febrero de 2022? Justo un día antes de que comiencen a volar misiles sobre sus casas, plazas y sueños. Las ideas de “mi trabajo, mi dinero, mi salud, mis vacaciones… mis proyectos”, quedaron seriamente dañadas en pocos días. Muchos se han despertaron a un mundo nuevo, quizás más salvaje, mortal y por qué no, más profundo y simple.

La incertidumbre

Si los primeros 20 años del siglo habían traído grandes cambios, imaginemos lo que está por venir. Yuval Harari (1976), historiador israelí y profesor de la universidad de Jerusalén es uno más de ese selecto grupo de pensadores best sellers. Él advierte que en los próximos 10 años habrá nuevos y drásticos cambios científicos y tecnológicos que provocarán un “arrancar de nuevo en el mundo laboral, familiar y cultural”.

Todos estamos comenzando a tomar consciencia de que un cambio profundo está sucediendo bajo nuestros pies. Todos podemos sentir que la incertidumbre laboral, económica y social se hace presente en nuestros hogares diariamente. Más allá de cualquier condición socioeconómica que tengamos.

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Un nuevo fantasma recorre no solo Europa, sino cada rincón del planeta. Vuelven a escucharse tambores de guerra como viejos ecos de la devastación del siglo XX. El miedo, la confusión y el desánimo son usados como armas disparadas diariamente a nuestro tejido social. Entonces, ¿Cómo gestionamos la incertidumbre? ¿Qué debemos hacer para que nos afecte lo menos posible?

El hombre propone y Dios dispone

Inicialmente hay que aclarar que no existen recetas. Y no las hay porque cada ser humano es diferente, cada crianza ha sido diferente y “cada familia es un mundo” decía mi abuela Elvira. Solo puedo compartir algunas pequeñas certidumbres propias y experiencias de consultorio:

  • La incertidumbre nos saca de lo conocido y por ende nos exige cambios de enfoque y paradigma. Por lo tanto, nos enseña mucho.
  • La incertidumbre nos muestra en un espejo nuestra finitud, inermidad y escaso control de la realidad por lo tanto nos hace más humildes.
  • A lo incierto hay que enfrentarlo con familia, amigos, amor y solidaridad.
  • La flexibilidad mental (neuro-plasticidad) es importante para poder cambiar de rumbo si es necesario. Recuerda que lo rígido se rompe fácil.
  • La incertidumbre solo se gestiona ya que no se la puede solucionar ni hacer desaparecer.
  • Los momentos de incertidumbre se gestionan apoyándonos en todo lo que sabemos, en nuestras experiencias pasadas y si hay algo que no sabes: pide ayuda.
  • Estos momentos difíciles se atraviesan con serenidad, paciencia y Fe en todo aquello que nos trasciende como seres vivientes. Podemos llamarlo Dios, Universo, Energía o como quieras.

El porvenir es siempre incierto, tan solo una ilusión. La humanidad como especie ya pasó por estos momentos cientos de veces. Estoy convencido que vamos a atravesarlos una vez más.

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