LA MUERTE DEL PAPA FRANCISCO

Cómo se elige un Papa: del secreto del cónclave a la fumata blanca

En marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa en una decisión inesperada. Así funciona el proceso que ahora volverá a repetirse tras su fallecimiento.

El papa Francisco durante una audiencia en el Vaticano.
El papa Francisco durante una audiencia en el Vaticano.

La fumata blanca del 13 de marzo de 2013 sorprendió al mundo. Desde la chimenea de la Capilla Sixtina, el humo blanco anunciaba que los cardenales reunidos en cónclave habían elegido un nuevo Papa: el argentino Jorge Mario Bergoglio, que adoptaría el nombre de Francisco. No estaba entre los favoritos y su elección representó una ruptura con la tradición europea.

Con su muerte este 2025, la Iglesia católica vuelve a activar el complejo proceso del cónclave, regido por normas centenarias y absoluto secreto.

De la muerte del Papa a la convocatoria del cónclave

Tras la muerte del Papa, se declara la «sede vacante». A partir de ese momento, el cardenal camarlengo —actualmente Kevin Farrell— asume funciones limitadas de administración del Vaticano, como la verificación oficial del fallecimiento, el sellado de sus aposentos y la destrucción del anillo del Pescador, símbolo del poder papal.

Durante este periodo, se convoca al Colegio de Cardenales, formado por todos los cardenales activos del mundo, aunque solo los menores de 80 años tienen derecho a voto en el cónclave. Este cuerpo eclesiástico es el encargado de elegir al nuevo Papa y también actúa como órgano consultivo del pontífice durante su mandato. En la actualidad hay 252 cardenales, 138 de ellos con derecho a voto, aunque la cifra puede cambiar por fallecimientos o renuncias.

A puerta cerrada en la Capilla Sixtina

El cónclave comienza entre 15 y 20 días después del fallecimiento, tiempo necesario para que todos los cardenales electores lleguen a Roma. Tras una misa solemne, los electores son encerrados sin contacto con el exterior en la Capilla Sixtina.

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Cada jornada puede incluir hasta cuatro votaciones diarias, y para que un candidato sea elegido necesita dos tercios de los votos. Las papeletas son quemadas tras cada sesión y es el color del humo el que informa al mundo: negro si no hay consenso, blanco si hay nuevo Papa.

Durante el cónclave, los cardenales residen en la Casa Santa Marta, dentro del Vaticano, pero tienen prohibido hablar con el exterior, usar teléfonos o recibir visitas. Incluso los técnicos que instalan la estufa de las fumatas son sometidos a controles estrictos. La atmósfera es solemne, ritualizada y absolutamente confidencial, con juramentos de secreto que, de ser violados, conllevan la excomunión.

En este contexto de aislamiento, la dimensión espiritual adquiere un papel clave. Los cardenales se apoyan en la oración, el discernimiento y las conversaciones privadas para llegar a una decisión. El proceso puede durar días o incluso semanas, dependiendo de las divisiones internas o la falta de un candidato claro.

Fumata blanca y nombre papal

Cuando se alcanza la mayoría necesaria y el elegido acepta el cargo, el nuevo Papa escoge su nombre papal. Luego es acompañado al llamado “cuarto de las lágrimas”, donde se viste con la sotana blanca.

La Iglesia anuncia su elección al mundo con el tradicional “Habemus Papam” desde el balcón de la Basílica de San Pedro. Así ocurrió en 2013, cuando el cardenal Tauran pronunció el nombre de Francisco, ante una plaza abarrotada.

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