DETALLES DEL DESALOJO

Fin al desalojo: la okupa vivía rodeada de basura y vigilaba a los vecinos con móviles en las ventanas

La mujer ha abandonado la vivienda luego de que interviniera en el caso una empresa "antiokupa". Sin embargo, ha dejado el terreno en condiciones insalubres.

Una mujer de nacionalidad argentina, de unos 50 años y de nombre Mariana, ha tenido que abandonar una vivienda anexa a un terreno que ocupaba ilegalmente en Es Novells 55, Santa Eulària des Riu. El desalojo se produjo sin violencia, aunque ha requerido la intervención de la empresa «antiokupa» APD Security Iberia, contratada por la inquilina que habita la casa principal junto a sus dos hijas.

Según fotos y videos a los que ha podido acceder La Voz de Ibiza, la mujer okupa vivía rodeada de basura y restos en descomposición. Bolsas y plásticos desparramados, botellas de vidrio rotas y restos de comida se encontraban por todo el terreno común, afectando la convivencia. «Desde julio no he podido pisar mi jardín», ha confesado Laura, la inquilina, en declaraciones a este medio.

Bolsas de basura acumuladas en la vivienda okupada en Santa Eulària des Riu.
Bolsas de basura acumuladas en la vivienda okupada en Santa Eulària des Riu.

Además del desorden, la mujer tenía un sistema casero de cámaras para vigilar el acceso a la vivienda. Para ello, pegó con cinta tres teléfonos celulares a las ventanas, y de esa manera filmaba los movimientos de las personas que pasaban afuera. 

Laura ha denunciado actitudes violentas por parte de la mujer okupa, que incluyen insultos, denuncias y hasta amenazas a sus hijas. «Yo no tengo nada que perder, solo tengo dos maletas. Cállate la boca y no digas nada», fueron las palabras de la ocupante ilegal cuando Laura le planteó que debía irse.

La vivienda okupada en Santa Eulària des Riu.
La vivienda okupada en Santa Eulària des Riu.

Un contrato verbal que desató un «infierno»

El origen de la relación entre ambas mujeres se remonta al ámbito laboral, cuando se conocieron trabajando en los mercadillos de la zona. Mariana repartía comida, y a partir de un diálogo frecuente y, en principio cordial y respetuoso, le pidió que la ayude a encontrar un lugar para vivir y Laura accedió sin sospechar el «infierno» que le deparaba.

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«Todo empezó porque se quería empadronar. Yo le expliqué que es el dueño quien debe encargarse de eso, que por cierto está al corriente de todo lo que está sucediendo», ha explicado Laura.

«De ser una persona que parecía amable empezó a hablarme mal, de manera insolente e irrespetuosa. Empezó a decir que no se iba a ningún lado, que si la tocaba me iba a denunciar, y así fue, cada vez que la enfrentaba por algún problema ella llamaba a la policía y yo quedaba como la loca», ha confesado.

 

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