Sa Ferradura, uno de los refugios privados más icónicos del lujo extremo en Ibiza, ya ha definido sus precios semanales para 2026 (y también para 2027). Y en las próximas dos temporadas, los valores para pasar unos días en esta exclusiva zona de Sant Miquel se mantendrán en niveles máximos.
El alquiler de la finca parte de 250.000 euros por semana en los meses de mayo, junio y octubre, y alcanza los 300.000 euros semanales en plena temporada alta, entre julio y septiembre, según el tarifario de la propiedad, publicado recientemente por Lush Experiences, una compañía internacional especializada en la comercialización y gestión de villas de ultra lujo, que actúa como intermediaria entre grandes patrimonios y propiedades exclusivas en destinos como Ibiza, el sur de Francia o el Caribe.
El precio incluye el uso exclusivo de toda la finca, con personal asignado, y se alquila por semanas completas, aunque las fechas de entrada y salida pueden ser flexibles según disponibilidad. Si la estancia deriva en un evento o celebración privada, se aplica un suplemento del 20%, una cláusula habitual en este segmento de mercado donde bodas, aniversarios o fiestas privadas forman parte del atractivo del lugar.
Una tarifa estable en los últimos años
Las cifras para 2026 no suponen una ruptura respecto a los últimos ejercicios. En los últimos años, Sa Ferradura se ha movido en una horquilla muy similar: 250.000 euros semanales en temporada media y 300.000 euros en los meses más demandados del verano. Es un precio que el mercado del ultralujo ibicenco ya reconoce como “referencia” para esta propiedad concreta.
Esos valores han sido relativamente estables en el último lustro. En 2019 y 2020, antes del último gran ciclo alcista del lujo internacional, la finca se alquilaba desde unos 220.000 euros por semana, al menos en temporada baja. Desde entonces, el enclave ha consolidado su posición como producto único, y el precio ha acompañado esa percepción de exclusividad sin grandes sobresaltos.
Arquitectura pensada para impresionar
Además del paisaje en el que está enclavado, junto al puerto de Sant Miquel, Sa Ferradura se alquila por su concepto. La finca ocupa una península privada de unos 35.000 metros cuadrados, con más de 12.000 metros cuadrados de jardines tropicales y alrededor de 1.200 metros cuadrados construidos de espacios interiores. El conjunto se completa con una azotea panorámica de unos 750 metros cuadrados, uno de los grandes iconos visuales de la propiedad.
La vivienda cuenta con una gran suite principal y nueve dormitorios adicionales, con capacidad para alojar hasta 20 huéspedes, además de amplias zonas comunes interiores y exteriores. Salones abiertos, terrazas escalonadas, zonas de comedor interiores y al aire libre y miradores diseñados para aprovechar cada ángulo del entorno definen un diseño pensado tanto para la convivencia como para la exhibición.

Piscinas, spa y la lógica del aislamiento
El lujo aquí no se mide solo en metros cuadrados. Dos piscinas —una infinity y otra tipo laguna—, un spa de inspiración oriental de unos 250 metros cuadrados, gimnasio, zonas de yoga y masajes, además de una casa para embarcaciones con acceso directo al mar, forman parte del equipamiento estándar.
A eso se suma un elemento clave: el aislamiento controlado. Sa Ferradura ofrece privacidad total sin renunciar a la logística de un gran hotel. Un equipo estable de entre 20 y 25 personas se encarga de cocina, servicio, mantenimiento y seguridad durante la estancia, lo que permite que el huésped viva la semana como si el mundo exterior no existiera.
Esa combinación explica por qué es un enclave especialmente demandado para eventos privados de alto nivel: todo sucede dentro, sin interferencias, sin vecinos y sin miradas ajenas.
Quienes han pasado por allí coinciden en una idea recurrente: la sensación de estar en una isla privada con el nivel de atención de un resort de cinco estrellas, pero sin el ruido ni la exposición de un gran hotel. Relatos de estancias publicados en medios especializados en viajes y bienestar describen llegadas perfectamente coreografiadas, equipos que se anticipan a cada petición y jornadas que transcurren sin necesidad de abandonar la finca, desde el desayuno hasta la última copa de la noche.
Uno de esos testimonios resume el espíritu del lugar sin rodeos. En una crónica de experiencia, Luxe Wellness Club define Sa Ferradura como “el epítome del lujo en Ibiza”, destacando la combinación de aislamiento absoluto, servicio hiperpersonalizado y una sensación de control total del tiempo y el espacio que muy pocos enclaves del Mediterráneo pueden ofrecer.
Un propietario rodeado de polémica
La propiedad de Sa Ferradura está vinculada al multimillonario ruso Mikhail Prokhorov, uno de los grandes nombres de la oligarquía postsoviética. Prokhorov amasó su fortuna en los sectores de la minería y los metales, fue durante años uno de los hombres más ricos de Rusia y llegó incluso a tener una breve incursión política como candidato presidencial.
En el ámbito internacional también es conocido por su faceta como inversor global y por haber sido propietario de los Brooklyn Nets de la NBA. Su perfil, siempre alejado del foco mediático tradicional, ha contribuido a reforzar el carácter hermético y exclusivo de Sa Ferradura, una finca diseñada para pasar desapercibida incluso cuando está en boca de todos.
El desfile silencioso de famosos
Como ocurre con la mayoría de enclaves de este nivel, el hermetismo es parte del contrato. Aun así, con el paso del tiempo han trascendido nombres de alto perfil vinculados a estancias o celebraciones privadas en Sa Ferradura. Leo Messi, Elon Musk, Cesc Fàbregas y grandes fortunas del sector tecnológico y financiero internacional figuran entre los nombres que distintas publicaciones han asociado al lugar.
No hay fotografías oficiales ni confirmaciones públicas: la fama de Sa Ferradura se construye a base de filtraciones, relatos indirectos y rumores persistentes, un mecanismo que refuerza su atractivo. En el circuito del ultralujo, no aparecer suele ser la mejor carta de presentación.
La finca, en cualquier caso, vive más de lo que no se cuenta que de lo que se publica, y ese silencio es, paradójicamente, uno de sus mayores activos.
Sa Ferradura no se presenta como una villa más, sino como una experiencia cerrada, con reglas propias, precios estables y una narrativa muy controlada. En un Ibiza cada vez más expuesta, este enclave sigue jugando en otra liga: la del lujo que no necesita explicarse demasiado.













