Pastora Soler ha vuelto a situarse en el centro mediático, esta vez no por su música, sino por una confesión tan dura como reveladora. La artista sevillana, una de las voces más queridas del panorama nacional, ha presentado su nuevo libro Cuando se apagan las luces, aparecen las estrellas, una obra en la que repasa los momentos más luminosos y también los más oscuros de su trayectoria profesional y personal.
Durante su visita al programa Y ahora Sonsoles, la cantante mantuvo una conversación sincera y conmovedora con Sonsoles Ónega, en la que desveló algunos de los episodios más difíciles que vivió bajo la tutela de su primer mánager, Luis Sanz. El hombre que descubrió su talento y la ayudó a dar sus primeros pasos en la música fue también, según sus palabras, quien más la marcó emocionalmente durante su juventud.
“Era mi oportunidad. Estuve diez años con él, de los 15 a los 25”
Pastora Soler recordó sus inicios con una mezcla de gratitud y dolor. “Cuando lo conocí, era el sueño de mi vida, era mi oportunidad. Estuve diez años con él, de los 15 a los 25, una edad complicada”, relató la artista en el programa. “A mí me ha podido siempre la gratitud de que fue la persona que me dio la mano y me puso en el camino, a quien le debo todo. Tiene que haber esa persona que cree en ti”.
Durante esa década, Soler vivió sometida a una presión constante. Como explicó, Sanz no solo dirigía su carrera, sino que controlaba su vida en todos los sentidos. “Fueron diez años en los que era una niña. No son los 15 años de ahora. Demasiado bien he salido de no haber tenido trastornos alimenticios”, admitió con firmeza.
“Para él nunca había nada bueno. Ni la nariz, ni la boca, que si estaba gorda…”
La cantante explicó cómo el perfeccionismo extremo de su representante acabó dañando su autoestima. “Él quería que fuera perfecta, me inculcó muchas cosas buenas como la disciplina y el respeto al público”, reconoció. Sin embargo, esa exigencia constante traspasó todos los límites.
“Para él nunca había nada bueno. Ni la nariz, ni la boca, que si estaba gorda… Todo era resaltar lo malo”, confesó la artista, visiblemente emocionada. “Eso durante tanto tiempo te machaca y te crea una serie de complejos e inseguridades. Pero me he dado cuenta de que era más fuerte de lo que creía porque lo soporté y en un momento dado impuse mi criterio”.
“Mi madre fue muy dúctil y se dejó llevar por todo lo que él decía”
La cantante también se refirió al papel de su familia en aquellos años. Reconoció que ni ella ni su entorno sabían cómo enfrentarse al control que ejercía su mánager sobre su vida. “Mi madre fue muy dúctil y se dejó llevar por todo lo que él decía. Nos embaucó mucho a las dos. Yo tenía un sueño”, relató con sinceridad.
Uno de los episodios que más la marcaron fue el veto que sufrió en su adolescencia: “Mis padres no me dejaron ir a la excursión de fin de curso de COU a Italia con mis compañeros porque mi mánager no quería. Me quedé en tierra. Esas cosas te marcan, no se olvida”, explicó la artista, rememorando el aislamiento y la pérdida de experiencias que vivió en su juventud.
Estas declaraciones permiten entender el grado de control que Sanz ejercía sobre la joven artista, no solo en su carrera profesional, sino también en su vida cotidiana. Un nivel de dependencia que, como reconoció Soler, le costó años superar.
“Se inventó que Morante de la Puebla era mi novio”
El relato de Pastora Soler dio un giro todavía más impactante cuando confesó que su exrepresentante llegó a manipular incluso su vida sentimental con el fin de atraer atención mediática. “Incluso se inventó que Morante de la Puebla era mi novio, cuando yo ya tenía novio y lo único real es que habíamos salido a tomar unas copas con Morante en Matalascañas. Vio un filón y la prensa se hizo eco”, afirmó sin rodeos.












