El sexteto Escalandrum, con 25 años de trayectoria, será el encargado de cerrar el festival Eivissa Jazz este sábado. Reconocidos con un Latin Grammy y ocho Premios Gardel, los músicos argentinos traerán a Ibiza su particular fusión de jazz y tango, un sonido que los ha consolidado como una de las propuestas más singulares del panorama internacional. En la antesala del concierto, Pipi Piazzolla reflexiona sobre la fusión entre jazz y tango y el futuro del género.
Daniel Pipi Piazzolla recuerda haber ido de niño, en los ochenta, con su padre y su abuelo a pescar –sin muerte– tiburones toro en el Atlántico. A este escualo, en Argentina se le conoce como escalandrún. Con ese nombre, desde siempre, Piazzolla quería bautizar al grupo que un día, y siguiendo la tradición musical de su familia, terminaría fundando.
Así fue: junto a sus amigos Damián Fogiel (saxo tenor), Nicolás Guerschberg (piano), Gustavo Musso (saxo alto y saxo soprano), Martín Pantyrer (saxobarítono y clarinete bajo) y Mariano Sivori (contrabajo), Pipi forma una de las alianzas más sólidas del jazz mundial. Desde 1999, Escalandrum ha revolucionado y consolidado una nueva manera de entender el tango y otros géneros de raíz argentina, y con esa rica propuesta el sexteto no deja de girar.
Tras tocar el fin de semana en Buenos Aires, viajan a las Islas Baleares para actuar –y grabar en directo– en Mallorca, y cerrar como cabezas de cartel, el Festival Internacional Eivissa Jazz. Será el sábado 6 de septiembre en el Baluard Santa Llúcia.
– Con una quincena de discos publicados, ¿cómo planteáis el formato de vuestros conciertos? ¿Qué se va a encontrar el público ibicenco?
– Se van a encontrar algo que no se parece a nada porque Escalandrum hace jazz, pero jazz de Argentina, con otro ritmo y otro aire. Si este grupo graba y viaja mucho es un poco por eso: respetamos un montón al jazz norteamericano –y es nuestra base, obviamente– pero lo nuestro es completamente diferente. Creo que les va a gustar. Y luego está el público que ya nos conoce. Me está escribiendo gente de todos los lugares (de España y Europa) que va a venir a vernos
– Da igual el género: la gran colonia de argentinos –y uruguayos– que viven en España, un concierto de cualquier banda o artista suele ser un éxito de público. La movilización es casi religiosa.
– El público argentino siempre se destacó por ser muy fiel. En todos los aspectos. No sólo en el musical, también en el deportivo. Somos muy fanáticos, y somos capaces de hacer grandes sacrificios por ir a ver a un grupo o ir a apoyar a un argentino que está en el otro lado del mundo. Es una característica que tenemos, que me parece súper linda y positiva.
– ¿Fue controvertido, en vuestros orígenes como grupo, que quisierais fusionar jazz con tango y los palos del folclore argentino?
– No sé si se entendió de una, pero el jazz es muy abierto. Nosotros, esos cambios, los hicimos dentro del circuito del jazz, no dentro de los circuitos del folclore y del tango: tal vez ahí podría llegar a haber algún problema, aunque creo que en el 2025 eso no sucede más. Pero el jazz es muy abierto. Vos podés mezclar de todo porque de eso se trata el género. En los años sesenta y setenta se empezó a mezclar con el latin jazz y la bossa nova y eso se aceptó con los brazos abiertos. Así que no hubo ningún tipo de controversia.
– Conseguir el respeto de los tangueros dicen que es extremadamente complicado.
– Nosotros ganamos, en el año 2012, el Gardel, un premio muy importante que suelen ganar las bandas de rock o los artistas que trabajan con sellos multinacionales. Lo ganamos gracias a un disco que se llamó Piazzolla plays Piazzolla: los tangueros estaban muy contentos porque era la primera vez que un álbum de tango, editado por un sello muy chiquitito, le ganaba a todos esos monstruos de la industria. Hubo como una especie de agradecimiento de nuestro trabajo.
– ¿Vuestro proyecto ha ayudado a mostrar que el tango, y otras músicas rioplatenses o del interior, vienen también de fusiones previas? ¿Que la raíz no es más que influencias entremezcladas?
– ¡Y yo creo que sí! Creo que es algo que va sucediendo de a poco, y Escalandrum lo demostró. Dentro del jazz es más fácil porque sucede más seguido, pero en otro géneros creo que estaría bueno que lo tomen en cuenta como para ir sumando. A veces, en Argentina, hay muy buenos compositores de tango nuevo y de folclore nuevo, pero tal vez no tienen tantos lugares para tocar esta música nueva. Donde se toca tango, se toca el tango tradicional, para que lo vean los turistas. Entonces es re difícil así: los músicos de tango que quieren hacer música nueva se encuentran en los clubes de jazz. Son los únicos lugares que les abren las puertas. ¡¿Es muy loco, no?! En la ciudad de Buenos Aires hay más de veinte clubes de jazz. Allá se experimenta todo el tiempo. ¿Pero tendría que haber cuarenta lugares de tango, no? Y no los hay. Es una cosa rarísima.
– Quizás es porque el tango que quiere innovar está, como comentabas, refugiado en esos clubes de jazz.
– El tango está en las tanguerías… que es donde van los turistas y se tienen que tocar los temas conocidos, por lo general: el que conocés vos, el que conozco yo, Carlos Gardel…esa onda. Ese es el problema. A mí me gustaría mucho que cambie.
– ¿Hay que salirse de los circuitos turísticos para encontrar la libertad de lo popular, de lo improvisado? No me refiero sólo a la música.
– Sí, totalmente. Mirá, acá en Buenos Aires tenemos las famosas parrillas, que dan de comer a muchísimos turistas, y luego, a unas cuadras de distancia, restaurantes de comida popular que son buenísimos y donde, justamente, suenan músicas de todas partes del mundo.
– Volviendo a las maneras de entender el tango: estoy acordándome de una entrevista que le hicieron a Charly García en la televisión donde le preguntan por la opinión que sobre su música tenía Astor Piazzolla. Según el entrevistador, Piazzolla consideraba que Charly carecía de “sentido nacional” porque el rock “era una música norteamericana”. Y la respuesta es sublime: “Él no piensa así. Hemos hablado y le gusta mi música. Yo hago tango de ahora”.
– Sí, buenísima está esa entrevista. Creo que se la hacen en Chile. Al final, todo estámezclado. Mi abuelo descubrió muchísimas cosas cuando vivió de niño en Nueva York y luego las aplicó a algunos de sus temas más conocidos como Libertango u Oblivion. Esa base rítmica, más lenta o más rápida, el tres-tres-dos, te lo encontrás siempre.
– Y viene de la influencia de la música judía, que había transportado a América los patrones del Mediterráneo. Estamos todos, como dice el tango, arrejuntaos.
– Y tiene que ser así. No hay otra manera.
– Volviendo a Escalandrum: ¿cuál es la clave para resistir durante tantos años sin cambios en la formación?
– La clave –o la ventaja– es que ya éramos amigos antes de fundar el grupo. Cambia cuando en vez de elegir a la persona elegís al músico. A un amigo lo elegís por cómo es ese tipo, por las cosas que podés conversar con él, porque se mueren de risa juntos. Entre 1993 y 1999 nos fuimos encontrando como estudiantes o seccionistas en otros proyectos. Vimos que compartíamos onda y nos hicimos amigos. Y no es que había cuatro pianistas, ¿viste? Tuvimos la suerte de que cada uno tocara un instrumento diferente. Elegirnos como personas y luego armar el grupo es lo que explica su durabilidad. La otra ventaja es estar muy activos y no dejar de hacer cosas buenas. Estamos muy afilados porque nos juntamos cada martes a ensayar. Vos ves a tu alrededor y ves a muchos grupos con un montón de problemas. Para mí es algo increíble porque nunca tuvimos que hacer un impás. Las cosas que no gustan se hablan en Escalandrum. Ese clima no es algo fácil de lograr, pero se logró. Ahora somos los padrinos –y nuestras mujeres, las madrinas– de los hijos que hemos ido teniendo durante todos estos años.