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EL HOLANDÉS DE SA PENYA (1/3)

La historia del ex boxeador holandés que ha dado «luz» a sa Penya de Ibiza al comprar 30 casas en el barrio

El empresario Bernardus van Maaren compró la primera casa en sa Penya por casualidad sin haber visitado el barrio tras un recorrido virtual a través de Google Maps y ya tiene en su poder 30 viviendas, de las que aún le falta la mitad para rehabilitar
Bernardus Van Maaren,
Bernardus Van Maaren, al lado de una de las propiedades pendientes de rehabilitar de la calle Alta de sa Penya.

Uno no tarda ni un segundo en darse cuenta de que Bernardus van Maaren (Wildervanksterdallen, Países Bajos, 1987) es un tipo especial. Transmite energía positiva, a través de su sonrisa, su mirada y sus agradables formas. 

Van Maaren es a día de hoy el principal propietario del barrio de sa Penya. Desde que en 2011 compró la primera casa, su patrimonio ha aumentado hasta las 30 viviendas que tiene en la actualidad. No le gusta que le llamen el «rey de sa Penya». Se siente más cómodo como «inversor».

Ha logrado lo que hace años parecía impensable. «Dar un poco de luz al barrio», admite satisfecho.

Reticente inicialmente a explicar a La Voz de Ibiza sus planes de futuro en sa Penya, después de varias conversaciones y gracias a la mediación de un amigo común vinculado con el Casino des Moll y a que «escribisteis algo bonito sobre mí», accede a ser entrevistado.

En su sede, en primera línea de La Marina, celebramos el encuentro. Allí ha establecido su residencia, el proyecto que supone la guinda del pastel de su obra y del que hablamos en este artículo.

Con el paso de los minutos, Van Maaren va tomando confianza y alejándose del recelo inicial, lo que nos permite repasar el proyecto de sus últimos 10 años de vida al que llegó por casualidad y del que denota estar profundamente enamorado. Y del que todo el mundo habla en Ibiza desde que fue desvelado por La Voz de Ibiza la semana pasada.  

A principios de la pasada década, sin problemas económicos, se dedicaba a la compra venta de coches antiguos. Le iba bien, como demuestra que llegó a vender 2.000 vehículos. No obstante, “no era la ambición que tenía en la vida”, confiesa. 

Accidente transcendental

Un empresario del sector neerlandés como él había comprado “accidentalmente” una vivienda en sa Penya en una subasta, lo que, sin saberlo, cambiaría el futuro de Bernardus van Maaren.

“Su sueño era vivir ahí con su familia pero cuando subía a Sa Penya no le gustaba”. Y cambió de opinión y decidió ofrecerle el inmueble. “Me ha dicho ‘Bernardus, no vamos a hacer nada allí, es muy difícil y eso es para alguien que no tenga miedo como tú’”, recuerda. 

Y pruebas son amores. Se quedó el inmueble, a pesar de no haber pisado Ibiza en la vida, a cambio de un par de vehículos y barcos que tenía en venta en ese momento. Y ahora es el dueño de medio sa Penya, un barrio que nada tiene que ver con el que se encontró en sus inicios.  

-¿Cuánto pagó por la primera casa?

-No suelo desvelar ese tipo de información. 

-Cuesta creer que comprara una casa en sa Penya sin haber estado antes en Ibiza…

-Sí. Un día escuché  algo de Ibiza en la radio mientras conducía de un lado a otro de Holanda. Pocos días después me ofrecieron la casa y me sonó bien bien. Vi la pequeña playa por Google Maps y pensé ‘buena ubicación’, frente al mar. Y vi muchas tarjetas postales con esta imagen. Era gracioso tener una casa así. Hacía poco que había conocido a mi socia Nienke, una supermujer ambiciosa que vivía en Ámsterdam y trabajaba como jefa de una corporación internacional y hablaba español. Nos hicimos socios y años después fue mi mujer y la madre de mis últimos cuatro hijos. 

Estamos en el año 2011. Tarda un año en viajar a la isla y arreglar los papeles de la compra que cambiaría su vida. 

Ruina y okupas

Era una ruina”, recuerda, un apartamento pequeño de unos 60 metros cuadrados que todavía no ha podido rehabilitar. “La mitad de la casa está okupada y además forma parte de una casa más grande. Cada casa en el barrio de sa Penya tiene una historia”. 

No se amedrentó. Al contrario. Segunda, tercera, cuarta… hasta llegar a las 30 propiedades con las que cuenta en la actualidad, cifra que no tiene claro si seguirá creciendo en un futuro. 

Negociar y negociar

Hizo de la negociación con los propietarios, de los acuerdos con los inquilinos y okupas, de la rehabilitación y del alquiler su razón de ser. Casi obsesiva. 

Hubo de todo. A uno de los okupas le llegó a ofrecer un contrato de arrendamiento por 300 euros al mes y quedarse a vivir algunos años más. Una muestra de su vertiente social, ya que consideraba que era una buena manera de «participar más en la sociedad». Y también gente «solvente» y «educada» que no necesitaban «mi ayuda».

Flechazo

Me enamoré del barrio, es el punto de la isla con las mejores vistas, se ven las montañas, todo el puerto, Dalt Vila y la ciudad. Es un sitio espectacular, con mucha historia, un barrio de pescadores… Sentí que por primera vez en mi vida había encontrado algo por lo que había nacido. Mucha gente me aconsejaba no comprar más casas ahí y eso me daba más motivación todavía”, apunta.

Documental

Aunque no le guste el término de rey de sa Penya porque no se considera así, el transformador del barrio tiene intención de hacer una serie documental con su historia. Material no le falta, ya que dice tener más de 2.000 horas de vídeo grabadas, entre ellas esta entrevista, previa autorización del entrevistador. «Lo hacía también porque mi español no era perfecto y así tenía todos los detalles», aclara. 

Cada casa tiene su historia, al igual que la lucha por conseguirla, algunas más bonitas que otras, unas más fáciles… Todas desde diferentes perspectivas. La mía como comprador; la más interesante es la del vendedor. Muchos vendedores no querían tener esa casa que habían heredado por ejemplo… Es muy curioso cómo han llegado a mí. En algunos casos al revés, fui yo quien investigué por todo el mundo hasta contactar con el propietario. Y también hay una perspectiva muy interesantes que es la de los habitantes, que eran inquilinos u okupaban la casa, en muchos casos en la que habían nacido. Los llaman okupas pero, en general porque no me gusta generalizar, no sabían vivir de otra manera en la sociedad», relata.

Del boxeo al mercado inmobiliario

Su pasado como boxeador le ha servido para su carrera como empresario: “Los negocios son un poco como el boxeo, hay que estar preparado, defenderte bien y estar muy bien concentrado”.

Aunque para él, en las transacciones no hay un perdedor ni un ganador: “Cuando se hace un trato, las dos partes están felices porque han ganado. Yo no veo que haya un perdedor o un ganador”.

Este deporte le ha dado disciplina (“no puedo parar si tengo un objetivo”) y tranquilidad: “Tranquiliza mucho la mente. Cuando dejé los combates, me di cuenta de que estaba menos concentrado en los negocios. Fue una sorpresa, pensaba que sería al revés y que iba a tener más tiempo para mis objetivos. Pero pasó al contrario”.

Prejuicios

Fue un combate de alguna manera luchar contra los prejuicios construidos sobre los vecinos de Sa Penya: “No son todo lo malo que siempre han dicho. Así lo ven de afuera», aclara.

La batalla contra los prejuicios no fue la única. Falta de información y desconfianza también fueron retos a superar. «Tuve que investigar mucho lo que estaba pasando allí. Las personas estaban muy cerradas porque soy un extranjero y me tocaba enrollarme un poquito al tiempo que me daba cuenta que había personas en esas familias que son muy correctas, leal y formales, con las cuales podía tratar. Me gustó esa parte del barrio”.

Ventas

No todos los propietarios tenían esa mirada romántica de la zona. Incluso, hubo vendedores, recuerda, que se deshicieron de sus propiedades sin haberlas visitado. «Me llamaba gente de otros países que se habían enterado de que había alguien comprando ahí. Y querían vender como fuera, no sabían ni dónde estaba su propiedad ni les importaba», rememora.

Su proyecto de negocio

Según dice, su proyecto tiene mitad de negocio y mitad de un objetivo social: “Soy un hombre de negocios, pero cuando empecé aquí me enamoré del barrio y cómo me trataron las familias. Entonces pensé en ellos también. Tiene una parte social, podría alquilar las casas mucho más caras porque hay mucha demanda”.

Sabía que una casa era una gota en un océano, insuficiente a todas luces para forzar un cambio real en el barrio. Por eso, fue comprando más y más, hasta llegar al potente número de 30 viviendas. “Teníamos que intentar completar la calle Alta”, recuerda.

Sin prisa

No tiene claro si seguirá comprando más viviendas en sa Penya. “Estoy abierto, soy un hombre de negocios».

De todas maneras, la intensidad será menor que hasta ahora porque da por finalizada una primera etapa. «Con la compra de mi casa (en el edificio del Casino) hemos completado mi idea y ya hemos logrado algo especial. Ahora tengo el foco en este proyecto tan bonito”.

Inversores

De momento, no tiene pensado desprenderse de las casas. No descarta dar entrada en el capital a inversores en la sociedad que ahora comparte con su mujer. 

Se encontrarán una empresa saneada porque no ha recurrido en ningún momento a la financiación bancaria. Recursos propios, coches, barcos, préstamos de conocidos…

Un tipo especial en todo regla.

 

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