MÚSICA ELECTRÓNICA

La revolución silenciosa que empezó en Ibiza: así nació el sonido Balearic y la cultura del club

La historia de transformación de una isla aislada y pobre en el epicentro global de la música electrónica y el ocio nocturno

Ibiza lleva un siglo siendo objeto de fascinación, aquella sensación de paraíso perdido, de un lugar que cambia y se transforma sin perder del todo su esencia, sigue vigente hoy. Lo demuestra el libro “Balearic. Historia oral de la cultura de club en Ibiza” (Editorial Contra), una obra de Luis Costa y Christian Len que recorre, a través de decenas de testimonios, cómo una isla pobre y aislada se convirtió en el epicentro mundial de la música electrónica.

De los orígenes a la revolución musical

A principios del siglo XX, Ibiza era una de las zonas más pobres de España. Las tierras costeras no valían nada, y su aislamiento atrajo a artistas y pensadores europeos fascinados por su libertad. Ese espíritu acogió después a los beatniks, a los hippies y a toda una contracultura que, durante las décadas de 1960 y 1970, convirtió a la isla en un espacio de absoluta libertad.

En ese entorno nació Amnesia, fundada por Antonio Escohotado, la primera discoteca concebida como un proyecto artístico de música grabada.

Durante los años 70 y 80, Ibiza fue el epicentro de una comunión inédita: payeses, artistas, extranjeros y locales compartían pista. En Amnesia o KU (posteriormente Privilege), coincidían estrellas como Grace Jones, Ron Wood o Roman Polanski con hippies, gitanos o fugitivos del horror político. Entre ellos estaba Alfredo Fiorito, considerado el “padre del sonido Ibiza”. Su manera de pinchar —mezclando jazz, rock, bandas sonoras y electrónica— sentó las bases de un estilo nuevo, abierto y emocional, que años después sería exportado al mundo.

DJ Alfredo
DJ Alfredo

El expolio británico y el nacimiento del “Balearic Beat”

En el verano de 1987, cuatro jóvenes británicos: Paul Oakenfold, Danny Rampling, Nicky Holloway y Johnny Walker, llegaron a la isla, quedaron fascinados con las sesiones de Fiorito y copiaron su estilo. Lo empaquetaron, lo llevaron a Reino Unido y lo bautizaron como “Balearic Beat”. Aquella apropiación marcó el inicio de la proyección global del sonido ibicenco, pero también, como señalan los autores del libro, “el comienzo de un expolio musical”.

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José Padilla
José Padilla. Redes Sociales

Otra figura clave de esa época fue José Padilla, el DJ que convirtió el atardecer en un ritual sonoro en el Café del Mar. Sus mezclas, calculadas al segundo para sincronizar con la caída del sol, emocionaban hasta las lágrimas. Vendía sus cintas a mano hasta que su idea se convirtió en una marca internacional. Pero Padilla acabaría perdiendo los derechos de su propia creación. “Fue el artista que inventó un género, pero también una de sus primeras víctimas”, subraya Len.

De Space al imperio de los clubes: el salto al negocio global

En 1989, Pepe Roselló fundó Space Ibiza, un club que cambiaría para siempre el ocio nocturno. Su concepto era revolucionario: bailar al aire libre, de día y sin privilegios. En su pista se mezclaban modelos, mecánicos, artistas y vecinos. Pero con el auge de los años 90, la fiesta se profesionalizó, las discotecas se cubrieron y la industria sustituyó a la espontaneidad.

La llegada de promotores británicos consolidó el modelo comercial con marcas como Ministry of Sound o Manumission, mientras que locales como Pacha o Privilege se convirtieron en símbolos del lujo global.

Pacha Ibiza 1996. Cortesía Pacha
Pacha Ibiza 1996. Cortesía Pacha

“El paso de lo lúdico al negocio fue inevitable”, explica Costa. Y aunque muchos lamentan la pérdida de autenticidad, Ibiza se consolidó como la gran discoteca del mundo, donde la música dictaba tendencias globales.

Regulación, ruido y el dilema de la libertad

La expansión del turismo trajo también tensiones. Las ordenanzas municipales regulan hoy estrictamente el uso de la música y las actividades de DJ en las playas. En Vila, por ejemplo, solo se pueden solicitar dos licencias anuales para actuaciones con DJ, mientras que Sant Josep aplica la normativa del Parque Natural de ses Salines que prohíbe fiestas o música de alto volumen.

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Santa Eulària ha impuesto sanciones que superan los 180.000 euros a locales que incumplen la ley, y Sant Joan directamente prohíbe los beach clubs.

El debate continúa. Desde la asociación Dipef, que agrupa a DJs y productores, insisten en que “no se trata de fiestas ni excesos, sino de música”, y reclaman una regulación única y justa que permita convivir descanso, cultura y medio ambiente.

“La libertad se ha reducido”

El DJ y productor Luciano reflexiona sobre este cambio generacional: “Lo que veo hoy es exactamente lo mismo que viví hace 25 años, pero al revés. La música underground se ha convertido en el lado comercial de Ibiza”.

Para el artista suizo-chileno, el exceso de restricciones y la rigidez institucional han restado libertad: “Como muchas instituciones se han vuelto tan rígidas y todos se han empezado a poner trabas entre sí, la libertad se ha reducido”.

La isla ha cambiado, sin embargo, autores como Len recuerdan que la magia persiste: “Ibiza conserva su esencia espiritual y su conciencia colectiva. Es un lugar de libertad, único en el mundo”.

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