TAUROMAQUIA

Muere Rafael de Paula, el genio imprevisible del toreo que convirtió el miedo en arte

El legendario torero jerezano fallece a los 85 años en su ciudad natal. Fue un artista inigualable, tan brillante como atormentado, y un símbolo de la tauromaquia más pura

El torero Rafael de Paula
El torero Rafael de Paula

El mundo del toreo despide a una de sus figuras más singulares y fascinantes. Rafael de Paula, nombre artístico de Rafael Soto Moreno, ha muerto este 2 de noviembre, Día de los Difuntos, en Jerez de la Frontera, a los 85 años, a causa de una dolencia natural.

De Paula nació en 1940 en el seno de una humilde familia gitana. Su destino parecía ser otro: mecánico de bicicletas. Pero la vida, como en los grandes relatos del arte, torció su rumbo hacia el toreo. Sin apenas haber visto antes una faena, con solo 13 años dio sus primeros pases a una becerra, y aquel instante cambió su vida.

En 1957 debutó sin caballos en Ronda, y tres años después, en 1960, tomó la alternativa en la misma plaza, apadrinado por Julio Aparicio y con Antonio Ordóñez como testigo. Desde entonces comenzó a fraguarse la leyenda de un torero distinto, capaz de romperse la cintura en un natural eterno o de levantar a un tendido con una sola verónica.

El artista y sus sombras

La carrera de Rafael de Paula fue tan brillante como irregular. Sus seguidores lo recuerdan como un torero dotado de una sensibilidad artística desbordante, pero también marcado por un carácter indómito y una fragilidad física y emocional que le impidieron alcanzar todo el éxito.

Padecía una degeneración congénita del cartílago rotular, una dolencia que lo obligó a pasar hasta diez veces por el quirófano y que lastró su trayectoria. Tenía afición, corazón e inteligencia, las tres cosas básicas para ser un torero grande, pero no pude porque las rodillas se empezaron a quebrar en 1972 y estuve 28 años a merced de los toros”, confesó en una entrevista publicada en 2006.

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Aquel mismo año, en vísperas de un homenaje en Las Ventas, reconoció con tristeza: Siempre quise ser un torero de época, pero no pude”.

“Nunca el toreo fue tan bello”

El 28 de septiembre de 1987, Rafael de Paula firmó en Las Ventas una de las faenas más recordadas de la historia reciente del toreo. Aquel día, ante un toro de Martínez Benavides, bautizado Corchero, el periodista Joaquín Vidal afirmó: El toreo era el arte de dominar al toro hasta que Rafael de Paula lo convirtió en sinfonía. Nunca el toreo fue tan bello.”

Esa faena quedó grabada como su obra maestra, el momento en el que su arte alcanzó la eternidad. “Fue la tarde más emocionante de mi vida”, reconocería años más tarde el propio torero.

Pero hubo otras gestas. En 1964, en su Jerez natal, se encerró con seis toros de Salvador Guardiola, cortó seis orejas y fue llevado en volandas hasta el Santuario de la Virgen de la Merced, donde los aficionados cantaron una salve en su honor. También en Jerez, en 1979, inmortalizó al toro Sedoso, del Marqués de Domecq, al que cortó las dos orejas y el rabo tras una faena histórica. Una placa en la plaza de toros aún recuerda aquella tarde legendaria.

Entre el arte y el escándalo

Rafael de Paula fue también protagonista de algunos episodios extramuros que acentuaron su fama de personaje atormentado y excéntrico. En 1985, fue detenido tras una corrida en El Puerto de Santa María, acusado de contratar a dos personas para “dar un escarmiento” al presunto amante de su esposa, Marina Muñoz, hija de su primer apoderado.

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Finalmente, el Tribunal Supremo lo condenó a dos años y tres días de prisión por inducción al allanamiento de morada, aunque fue absuelto del delito de homicidio o asesinato frustrado. Ingresó en prisión en 1995, aunque obtuvo el tercer grado un mes después.

El caso tuvo una enorme repercusión mediática, no solo por su gravedad, sino por la peculiar personalidad del torero, que se convirtió en tema de debate nacional. En 2014, volvió a ocupar titulares cuando conmutó seis meses de cárcel por una multa de 1.800 euros, tras haber amenazado a su abogado con un cuchillo y una azada.

Un genio literario y fotográfico

Rafael de Paula trascendió lo taurino. Fue una figura literaria y estética, fuente de inspiración para escritores, fotógrafos y artistas. El poeta José Bergamín le dedicó su célebre obra La música callada del toreo, y su imagen (ensimismada, triste, con mirada de siglos) quedó inmortalizada en retratos que son ya iconos del arte taurino.

En 2002, el Gobierno español reconoció su aportación a la cultura con la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Y cuatro años después, en 2006, recibió un emotivo homenaje en Las Ventas, donde miles de aficionados le devolvieron el cariño que le profesaron durante toda su vida.

La última tarde

El 18 de mayo de 2000, en su querida plaza de Jerez, compartiendo cartel con Curro Romero y Finito de Córdoba, escuchó los tres avisos en sus dos toros. Desolado, entre lágrimas, se arrancó la coleta y puso fin a una carrera de casi medio siglo. Fue su adiós definitivo a los ruedos.

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Después, vivió retirado, alternando periodos de silencio con apariciones públicas tan imprevisibles como su propio carácter. En 2012 protagonizó un tenso episodio en Ronda, cuando, durante la presentación del libro de su hijo, pidió al público que “no lo comprara”.

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