A Jennifer Vicenti Dálvez (Caracas, Venezuela, 1983) le cambió la vida en lo que parecía una plácida tarde más de fin de semana que nunca olvidará. El pasado 18 de septiembre, esta instructora deportiva residente en Ibiza estaba relajándose en la terraza de la casa de unos amigos en Sant Joan cuando sintió la picadura de un insecto (luego supo que era una araña violinista) que le trajo terribles secuelas contra las que aún hoy continúa luchando.
Jennifer estaba con el perro de sus amigos y primero pensó que lo que le había picado en la zona del músculo isquiotibial (en la parte posterior del muslo) era una pulga. Sin embargo, a los 15 minutos el dolor era insoportable: “Era como una quemadura”.
De Sant Joan volvió a Vila, donde vive. Logró, aún con el dolor, dormitar, pero cerca de la medianoche se despertó: “El dolor era neurálgico, me dolía la espalda, se me empezaron a inflamar los ganglios no sólo inguinales sino del resto del cuerpo, lo sentía en las axilas, en la boca. La herida se hinchó como una burbuja y supuraba”.

Tras hablar con una amiga médica, Jennifer se dirigió a urgencias de Can Misses. Según precisa a La Voz de Ibiza, reconocieron de inmediato la picadura de la loxosceles rufescens, también conocida como araña reclusa parda mediterránea, araña violinista mediterránea o araña de los rincones, inmediatamente.
Lo primero que Jennifer sintió es lo más característico: se siente más como una quemadura que como una picadura de insecto.

El riesgo no es poca cosa. Amputaciones de miembros e incluso la muerte. Así lo describe la web del gobierno de México: «Puede provocar la muerte debido a que su veneno disuelve los tejidos, causa muerte celular, contiene poderosas enzimas que destruyen todo lo que tiene proteínas y su efecto es 10 veces más poderoso que la quemadura con ácido sulfúrico». Por eso, se trata de una de las más venenosas de España.
Las consecuencias de la picadura de la araña violinista
Jennifer empezó en ese momento con un largo tratamiento con antibióticos. El dolor era intolerable: “Tenía que ir cada dos días a que me inyectaran analgésicos”.
Los analgésicos eran tan fuertes que pasó la mayor parte de las primeras semanas durmiendo. De cualquier manera, apenas podía tenerse en pie, mucho menos trabajar: “No podía ni caminar”.
Su zona lumbar sufrió, a causa del veneno de la araña, una ruptura muscular y a raíz de eso una hernia.
Además del tratamiento médico, ella complementó principalmente con Immunocal, centella asiática y vitaminas.
Hoy todavía no se recupera: “Tengo una restricción de movimientos importante. Al utilizar la cadera me duele la ciática y tengo mucha sensibilidad en la zona lumbar y dorsal”.
Sin embargo, puede decirse que ha sido un caso afortunado: “He tenido muchísima suerte. Me han contado de gente que ha perdido dedos y a mí no me han tenido que amputar nada”.
De hecho, un turista galés de 19 años que veraneaba en Ibiza en 2021, sufrió en efecto la pérdida de dos dedos de una mano tras la picadura de la araña violinista.