El cuerpo en tensión, los dedos acariciando la roca buscando el siguiente agarre, y entonces para—sólo un segundo—y gira la cabeza. El mundo se abre bajo sus pies: un mar de nubes pintan el cielo, se mueven, como si respiraran. El aire es puro, a estrenar, una brisa ligera le roza el rostro cual promesa susurrada. Todo está en silencio, pero no es un vacío: es la armonía perfecta de la naturaleza alineada consigo misma. Este testimonio es una celebración del desafío, de la paz y del espíritu que, en apasionada exigencia, late en cada ascenso.
Hablamos con el Guía de Montaña argentino residente de Ibiza desde hace décadas llamado Alejandro Pellegrino, pero al que todo aquel que le conoce le llaman Pipeta, quien abriera la primera escuela de escalada en Ibiza y el primer delegado de este deporte representando a Ibiza frente a la Fereación Balear de Montaña.
-¿Cómo empieza tu aventura?
-Nací en Río Tercero en la provincia de Córdoba, Argentina, hace unos 50 años atrás, estudié Ciencias Químicas en la Universidad, y a mitad del primer año conocí a una chica que me invitó a escalar. La verdad es que lo de escalar lo llevé siempre en la mente y en el sentimiento, cuando era niño me trepaba a todo, me subía a la punta de los pinos y los movía haciéndoles oscilar, y además, subía para ver la vista porque yo nací en sitio plano. También era muy fanático de Batman, la serie original, y veía cómo subía los costados de edificios con sogas. Entonces con unos 8 años iba a los talleres mecánicos del barrio y les pedía que me hicieran unos garfios con tornillos y cuerdas y los tiraba a los techos y los trepaba.
También me acuerdo que mi tía tenía una foto del cerro Fitz Roy o Chalten (nombre original) y siempre me impresionó esa montaña, y fue en Patagonia donde empecé a escalar en montaña aunque sea de los sitios más difíciles del mundo. Estuve 20 días esperando que el clima me permitiera ver el cerro. Hay que caminar 20 kilómetros para llegar a la base de la pared para recién empezar a subir. Generalmente muchos de los accidentes pasan en aproximación que puede ser más peligrosa que la escalada en sí. Y me metí por los glaciares, solo, y me dio tanta alegría como miedo, pero desde entonces no puedo dejar de escalar.
-¿Por qué la aproximación puede ser más peligrosa que la escalada?
-Por desprendimientos de piedras, o se te desfonda el suelo glaciar, o grietas, etcétera, mientras que en pared siendo tan vertical estás más protegido de por ejemplo de caída de piedras.

-¿Cuál es la diferencia entre alpinista y escalador?
-Para mí, en una definición quizás más filosófica, me parece que alpinista es cualquier persona que escale o incluso camine por las montañas respetando a la montaña y el entorno. La no competición, la actitud altruista… De hecho hay unas bases de alpinismo que las puedes encontrar en la U.I.A.A., el ente máximo regulador mundial del alpinismo, ahí está todo, quien quiera saber qué tipo de deportista es que vaya allí y lea. Ellos fueron los que dieron la voz de alerta por los anclajes de acero que son peligrosos en ambiente marino.
Creo que la diferencia entre las personas que van a subir de grado y otros que van por placer exclusivamente. Siento que desde que es deporte olímpico que se confunden conceptos porque dicen por ejemplo que el rocódromo es el paso previo a la roca, y nada que ver, no en estos tiempos donde se ha desvirtuado o cambiado cosas esenciales.
En el rocódromo no están los conceptos básicos de escalar la roca. Antes sí, cuando empezaron los rocódromos eran una suerte de paso previo pero para gente que estaba enfocada en convertirse en alpinista con todo lo que eso lleva. Ojo, que me parecen geniales los rocódromos, con sus inclinaciones perfectas, con toda la seguridad, con los agarres puestos a medida, colores, niveles… genial, pero eso no es escalada. Eso es escalda del tipo olímpica, homologada, reglada, todo en bandeja y con aire acondicionado. Y está muy bien para entrenar y para gente que no quiera más que tener su rato de deporte sin la necesidad de ir fuera.
Por otro lado la escalada es lúdica, más espiritual donde al riesgo le considero algo sacro. Ninguno está mal, o bien, ni mejor ni peor, son diferentes y no tienen nada que ver.

-¿Tienes algún referente de escalada?
-Sí, de España por ejemplo, Iker Pou. Es como el Messi de la escalada. Naturalmente es buenísimo, alguien tocado por Dios, y además con muchísima ética, respecto a la montaña y la naturaleza, a través del estilo limpio.
-¿Qué es el estilo limpio?
-Es la manera de abrir nuevas vías desde abajo administrando la incertidumbre mientras dejas la menor cantidad de material fijo posible. Cuando abandonas un anclaje fijo que queda por seguridad es porque es lo mínimo necesario, por respeto a la montaña pero también para que el escalador que venga detrás tenga una buena experiencia, si llega y hay anclajes por todos lados no necesita pensar ni tomar decisiones y eso merma el espíritu de la escalada, o el asumir el riesgo con responsabilidad. Es fundamental dejar las vías lo más puras posibles.

-Asumir el riesgo con responsabilidad, ¿y qué más hace falta?
-Saber retirarse a tiempo por ejemplo. Esto se trata de superar un desafío muy grande con entrenamiento, conocimiento, equipo de seguridad adecuado, y muchas decisiones como a veces, el retirarte. El hombre cuando está expuesto es cuando realmente aprende, por decirte una, a ser humilde, algo vital y necesario en el mundo actual.
La escalada es el camino, mucho más que la meta. Y el respeto por la montaña es vital.
-Te oigo decir eso y lo primero que se viene a la cabeza es el Everest y en cómo lo han convertido en una prostituta, y como los guiris se dejan detrás basura y restos de todo tipo.
-Uy, sí, es básico del principio de alpinismo; si subo con conservas debo bajar las latas yo mismo, es como el principio del socorro, yo puedo estar a punto de coronar cima, de una montaña que ha sido mi sueño de toda la vida, pero me encuentro a alguien en peligro o herido y debo socorrerlo, compartir agua y comida y bajarlo a base. El alpinismo tiene ese componente indisoluble de humanidad.
Y el Chaltén parecido, cuando yo fui hace años no había nada prácticamente, ahora hay wifi, restaurantes y de todo en la base pero me acuerdo la primera vez que fui que había un bar llamado La Pulpería y llegué con un campera de goretex roja, unas calzas finas y una botas plásticas enormes entonces cuando entro, los gauchos me miran y me preguntaron de “qué planeta viniste, che?!” y luego “vamo a tomar unos vinos” y cuando me quise despedir literalmente no me dejaban irme, querían seguir chupando y tuve que salir corriendo – literal [carcajadas].

-Sí, sí, conozco los bares de campo del interior de Argentina llamados pulperías, son peligrosos y no venden pulpo [risas]. ¿Qué se siente haciéndolo, en ese momento que estás subiendo?
-Alegría, paz, miedo, pero en diferentes momentos. Es también una gimnasia mental de poder ir superando en cada momento los obstáculos que se presentan, pero siempre en un estado de cierta calma. Muchas veces en estados de alta exposición estamos como en un estado de meditación profunda aún sabiendo que te estás jugando la vida, pero haces lo que tienes que hacer sin distracciones. La montaña es la expresión máxima de libertad.
-¿Escalar te ha cambiado la personalidad?
-Sí, todo, me cambió la vida. Yo estaba en la universidad haciendo política además del estudio, era delegado de finanzas, reuniones, coordinación… pero muy vacío todo hasta que encontré la montaña. Cambié la manera de comer, empecé a hacer yoga, no sé, me cambió la vida. Y no escalamos para escapar del mundo, sino para encontrar una versión más clara de nosotros mismos.
-¿La escalada es una conquista o una rendición? ¿Y qué opinas del ego en tu deporte?
-[suspira, piensa]. Yo te hablo de mi experiencia personal. Yo pasé por varias etapas, al principio fue algo muy puro, de descubrimiento personal, de liberación, de irse del seno familiar. Luego empezó el “cuánto de mí puedo dar” y fue más de autodescubrimiento y desafíos. Luego empecé con la escalada competitiva y pasé la “enfermedad del grado”, que es la obsesión de conseguir números, pero eso no me llenaba tampoco. Pero ojo, que me gusta la competición y en mi caso no es contradictorio porque compito conmigo mismo y si además contra alguien sano, con valores, con amor y respeto a la montaña y fair play, del que además puedo aprender, entonces competir me gusta mucho. Es la diferencia entre ir a ganar o ir a medirse con otro.

Por ejemplo, con mi pareja Danchu fuimos tres veces campeones de España en “rally de escalada” que son eventos de 12 horas subiendo en 5 lugares diferentes de España donde haces máxima cantidad de metros y de nivel por puntos. Y nos encantó competir. Pero pasó algo. Habrás visto siempre a escaladores van con las manos llenas de polvo blanco, es magnesio. Porque se dice que el magnesio te ayuda al grip o al agarre mientras hay estudios que dicen que el magnesio que te pones una vez y luego la segunda capa sobre la primera es deslizante por la piel… Pero no hubo ningún estudio que certifique que ayude al agarre, y tampoco ni hay cuestionamientos.
Falta más mente crítica en la escalada y en el mundo en general. Pero la gente copia, entonces todo el mundo con magnesio, pero es que luego además queda toda la montaña con manchas blancas que no está bien visualmente porque estás cambiando la naturaleza del lugar y el magnesio también degrada la roca. Otra, los que suben por detrás del primero tienen marcadas la zonas de agarre, lo que les quita la posibilidad de leer la montaña y como escalador te vuelve más débil por la falta de desafío. O sea, que las dos cosas están mal.
Entonces propuse a todos los competidores no usar el magnesio, pero se negaron porque querían ganar. Nosotros competimos sin y ganamos. Nos dio una motivación y un orgullo enorme. Para mí el magnesio está conectado con el ego del escalador que no quiere aceptar las condiciones de ese día, pensando sólo en el resultado. Y lo del Everest es la meca del ego en este deporte. Gente que sube en helicóptero para decir que subió.

-¿Has tenido experiencias de máximo riesgo, cercanas a la muerte?
-Sí, en Patagonia una vez escalando una vía de 700 metros nos pilló una tormenta que no nos permitió avanzar e hicimos noche esperando bajar con sol al día siguiente. Acabamos medio congelados y un poco delirantes. Éramos tres, a uno le dio un ataque de pánico, y yo empecé, medio despierto medio dormido, a disparar con los brazos porque me creía en Vietnam, disparando al enemigo, porque escuchaba el ruido del helicóptero pero la realidad es que eran mis dientes rechinando mientras mi compañero me gritaba «¡ya para, Thomson!» [carcajadas]. Tengo tres imágenes de todo oscuro, un poco más claro, y ya sol radiante que nos hizo un defrost y bajamos. Esa fue la primera vez que vi que podría morir, pero a partir de ahí, escalador para toda la vida.
Luego tuve un accidente importante hace mucho tiempo cuando se deshizo un pedazo de roca y caí 10 metros. Por suerte, siempre voy con equipo de seguridad pero me di un buen golpe, pero pude al menos hacer un auto rescate.
-¿Hay alguna cuestión de seguridad extra que hayas advertido al resto?
-Sí, hubo uno por ejemplo del que hablo en mi tesis para convertirme en TD3, una titulación que te prepara para dirigir un centro de alto rendimiento a nivel olímpico, donde expliqué que en todos los lugares con paredes a menos de 30 kilómetros de mar, donde se ha utilizado acero inoxidable en anclajes fijo de abandono, si se usaron los de acero del tipo AISI 303 y 4 después de 5 años son muy peligrosos porque se rompen espontáneamente.

Yo estoy a tope con anclajes de titanio porque no se degradan por ambiente marino, entonces es seguro y dura más, lo que alarga la vida de las vías que no hay que llenar de agujeros en re-equipamientos. Pero siempre lo mejor de todo es no poner anclajes fijos y utilizar “friends” que son un enganche de poner y quitar en grietas o agujeros ya existentes. Es lo más sostenible.

-Eres aperturista de vías, ¿tienes algunas secretas?
-Sí, claro, muchas, pero es que si las publico corren riesgo de saturarse. Y sí, el propósito de abrir vías es para compartirlas, pero es que actualmente es peligroso porque hay gente que se atreve sin tener conciencia ni educación. Entonces unas las comparto pero otras no. Estaba Sa Pedrera para los ibicencos, Atlantis para los turistas, Buda para los escaladores pero el efecto Instagram los destruyó, si bien son los sitios más seguros porque son donde más se ha gastado en anclajes. La mayoría de vías son seguras.
-¿Cuál es el top 3 de lugares en Ibiza para escalar?
-Bueno, depende del nivel que tengas. A mí me gusta mucho la más difícil de la isla que es Kirikú, una vía que abrí yo en Buda.

-¿El que abre, bautiza?
-Sí, es el juego del aperturista, que le pone nombre. Y le puse Kirikú por una película preciosa africana de animación con el mensaje de que cuando alguien es malo es porque tiene una espina clavada y Kirikú le saca y lo vuelve bueno.
Me gusta poner nombres que tengan mensaje, como otra vía que le puse Baraka basado en otro peliculón… tengo otro que es Pájaros, por Hitchcock.
La vía más difícil del mundo es una cueva en Noruega que es una 9C.
Kirikú es una vía 9A, o sea, muy alta en dificultad, estoy esperando a que alguien la haga por primera vez…
-No entiendo, pero si la has abierto ya la has hecho, ¿no?
-No, porque yo la hice cayéndome y en artificial que es como abres vías. Y para “hacerla” hay que subir sin caerse. Es muy amplio el tema.
-¿Cómo puede ser que todos los escaladores sean tan flacos y escuálidos?, que sí, que entiendo que no has de ser gordo o robusto porque el peso obviamente es un factor, pero ninguno parece tener mucho músculo tampoco y has de ser fuerte, ¿o no?…
[risas]
– Los que pasa que el cuerpo se adapta a la necesidad y desarrolla musculatura más fibrosa para tener la maxima fuerza y resistencia con el menor peso posible. los músculos están presentes sin ser muy voluminosos. El cuerpo se adapta a la necesidad.
-¿Ha habido un cambio desde que la escalada pasó a ser un deporte olímpico?
-Sí, te diría que el 70% de la gente que escala ahora va al rocódromo. Ha habido un boom, es innegable.
-¿Qué es eso que haces que llamas coaching climing?
-Es mi trabajo actual, coach a través de una escalada íntima para el autodescubrimiento mediante el trabajar los miedos de la gente. Que no es tanto miedo a la altura, es que en situaciones donde te retas a ti mismo te salen los demonios… La gente está desesperada por abrirse y soltar, y hay situaciones muy bonitas donde colgados revienta el tapón y llorando a veces se confiesan con ellos mismos… se reconocen, pero en voz alta.
Estamos, mi pareja y yo, muy contentos porque está teniendo mucho éxito y ver luego los resultados en sus vidas, en el día a día, en sus relaciones y en el trabajo es muy satisfactorio. Me encanta haber encontrado este canal para poder ayudar a los demás, me da mucha alegría.
-También haces escaldas personalizadas, ¿cierto?
-Sí, para personas individuales hasta n2 máximo para poder enfocarnos en las personas y no masificar la montaña. Hemos realizado escaladas con familias de hasta 4 miembros alguna vez para usar el deporte como una manera de mejorar la relación entre ellos ó, grupos de empresa para mejorar la relaciones de equipo, pero estas son excepcionales. También he tenido varios famosos escalando conmigo pero no me preguntes quién porque parte del trabajo es la discreción… [se me queda mirando, pícaro, y suelta] …¡la verdad es que tampoco tengo idea quienes son! [carcajadas].
-Dime una sugerencia sobre qué tienen que tener en cuenta las personas que quieran contratar este tipo de servicios.
-Que contraten a guías oficiales, titulados y certificados por la Asociación Española de Guías de Montaña y que se aseguren de ver que las titulaciones están al día. Lo pueden solicitar justo antes de confirmar la reserva.
-Por último, seguro la pregunta más relevante, ¿Qué pasa cuando en medio de un ascenso te da el apretón? [risas]
-Que ahí mismo… [risas]. Normalmente si haces por ejemplo un big wall en El Capitán que está en el Parque Natural de Estados Unidos Yosemite, llevas lo que se llama el poop tube ó poop bag y es básicamente como su nombre lo indica; una bolsa donde haces tu necesidades que luego te acompaña hasta que la desechas como es debido.
Pero te voy a contar una anécdota muy escatológica… En un viaje a esa montaña me pasó que estaba escalando The Nose, una pared de 1.200 metros, éramos 4 y nuestro compañero que iba de primero se había olvidado el agua pero tenía litros de zumo de manzana. Hacía mucho calor y este metiendo zumo sin parar. De pronto, escuchamos un grito desesperado desde 50 metros más arriba y me muevo para verle, para ver qué le pasaba y veo como un spray marrón cayendo sobre mí.
-¡Nooooooo, terrible! [risas]
-Sí, sí, es lo que estás pensando. Le insulté en 106 idiomas. Subimos y cuando nos juntamos arriba él estaba blanco, muy mal, descompuesto con un Jackson Pollock al lado suyo [carcajadas]. Le asistimos y por supuesto, yo tomé el mando pero sobre todo, ¡para ir el primero!
