José Ramis Prats comienza el día cada mañana rodeado de naturaleza, paz y tranquilidad. En el patio de su blanca casa al más puro estilo payés se respira tradición y cultura.
Sobre todo, cuando saca las vainas de esparto y comienza a entrelazarlas con sus grandes manos. Poco a poco el trenzado adquiere forma de pleita con la que acabará confeccionando cada uno de los cestos que fabrica como esparter.
Aunque es una de las profesiones más antiguas de la isla, este ibicenco no lo ve como un trabajo, sino más bien como un hobby que lleva practicando desde hace 26 años. En el 2016 le llevó a obtener el reconocimiento de Maestro Artesano Honorífico por el Consell de Ibiza.
Un oficio que esconde un gran trabajo laborioso detrás de cada creación. Comienza con un viaje en barco en busca del material. El aspecto de las vainas de esparto, cuando este artesano comienza a trabajarlas, es flexible y suave.
Algo necesario para que su trenzado sea posible, pero cuando se recolectan su apariencia es muy distinta. La recogida se realiza en la isla de s’Espartar, en Cala Conta.
Para lo que se necesita un permiso por parte del Govern Balear. Una vez allí, se extrae la hoja de esparto verde que presenta una textura áspera y rígida, se mete en sacos y se deja en remojo bajo el agua del mar durante 40 días. Por último, se lava bien y se deja secar al sol.
Autodidacta
Ramis se introdujo en el mundo del esparter de forma “completamente autodidacta”. Poco a poco y a base de “prueba y error” fue averiguando los entresijos del sector.
El tiempo aproximado para hacer un cesto de tamaño medio “es de una semana, dedicándole ocho horas diarias”.
Por lo que, reconoce, es necesario “tener paciencia”. Asimismo, se trata de un “trabajo duro” desde la recogida que se hace en pleno julio bajo las altas temperaturas del verano, hasta su proceso de fabricación por el gran número de horas que hay que dedicarle a cada pieza. Factores que harán que el oficio “se pierda con el tiempo”, lamenta.
Carnicero y camarero
Trabajó durante 33 años como carnicero y, después, como camarero en un negocio familiar. En esta última etapa es cuando tiene su primer contacto con la profesión del esparto. Entonces no podía dedicarle más que una hora por las noches.
No fue hasta que se jubiló, en el año 1997, cuando pudo dedicarle más tiempo. Y, aunque admite que es un oficio que no le da “para vivir”, le aporta otras “muchas satisfacciones” como el “ambiente entre compañeros artesanos y amigos”.
Cada sábado se le puede encontrar en el Mercado de Sant Josep durante la temporada estival junto a su mujer y también en febrero en el la Feria Artesanal del Puig de Missa en Santa Eulalia.