-A lo largo de la conversación se ha referido en varias ocasiones a las crisis. Más concretamente a la de principios de los 80…
-Es que fue muy dura. Esta la tengo grabada, bien grabada.
-¿Corrió peligro Las Dalias?
-Sí.
-¿Tuvieron que hipotecarse y esas cosas?
-Perdimos una de las cosas más valiosas que teníamos, que era la casa payesa en la que nació mi madre, aquí al lado. Fue muy triste, pero bueno, lo podemos contar, mi madre tiene 93 años y está como una rosa.
-Y encima, supongo que mal vendida.
-Exacto. Cuando hay crisis, se mal venden las cosas… Pero bueno, la vendimos y pudimos seguir adelante. El mercadillo nos ayudó mucho a salir adelante. Mis hermanos dejaron el negocio por razones personales y yo me quedé al frente de todo y empezamos a ampliar y mejorar el mercadillo, no vivimos solo del mercadillo, pero era la actividad principal.
-¿Qué recuerdos le quedan de esa época?
-La soledad del empresario. Miraba a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo… Y no había nadie, estaba solo ante el peligro, firmando los créditos y apareciendo en los registros de morosos como el Asnef y el RAI. Sería injusto si no reconociera el papel de mi hermana Lucía, quien siempre estuvo a mi lado y a la que siempre le estaré agradecido enormemente.
-¿Eso marca carácter?
-Lo tengo grabado a fuego porque estar a punto de perderlo todo es muy duro. Lo que no mata engorda, dicen. Todos son aprendizajes. Está todo pagado gracias a Dios y tenemos una buena situación económica para afrontar los retos que tenemos por delante. A nivel emocional, en cambio, yo creo que nunca se recupera uno del todo.
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