Laura, la inquilina de la vivienda ubicada en Es Novells 55, en Santa Eulària des Riu, decidió abrirle las puertas de su casa a Mariana, una compatriota argentina que trabajaba con ella en los mercadillos de la isla. «Le ofrecí un lugar porque no tenía a dónde ir. Parecía buena persona, que podía ayudarme con algunos gastos de la casa, entonces dije ¿qué puede salir mal?», ha declarado la afectada en diálogo exclusivo con La Voz de Ibiza.
Lo que comenzó como un acto de buena fe se transformó en un «infierno» que duró meses. Según Laura, los problemas comenzaron cuando Mariana quiso empadronarse en la dirección, un trámite que debía autorizar el propietario de la vivienda. «Cuando le dije que yo no podía ayudarla con eso, ahí cambió todo. Empezó a tratarme mal, a decirme que no se iría y que, si tocaba algo suyo, me denunciaría», ha agregado.
«Si me sigues molestando, lo único que vas a ganar es quedarte sin casa porque te voy a joder la vida. Yo no tengo nada que perder, solo tengo dos maletas, así que cállate la boca y no digas nada», fue la amenaza que, según Laura, la okupa le hizo cuando intentó enfrentarla.
La convivencia se tornó imposible a partir de julio. La mujer acumulaba bolsas de basura en el jardín, con decenas de plásticos y botellas de vidrio (algunas rotas) desparramadas por el terreno. «Con mis hijas no podíamos caminar sin toparnos con la mugre que esta mujer dejaba», ha confesado Laura.
«En cuanto tomé coraje hice una denuncia, pero en el cuartel de la policía local me han dicho que no pueden hacer nada. Siento que nadie nos protege», ha lamentado.
Luego, consultó a distintos abogados para ver qué podía hacer, pero todos le dijeron que iba a «ser difícil que te la saques de encima». «Ahí me di cuenta que la ley en España está hecha para defender a este tipo de personas», ha criticado.
Sin posibilidades concretas de resolver el conflicto por la vía legal, Laura recurrió a la empresa APD Security Iberia, especializada en desalojos de todo tipo de propiedades. Desde el sábado último, dos personas se instalaron en un anexo a la vivienda y ejercieron presión (sin violencia) para que la mujer abandonara el lugar, cosa que ocurrió en las últimas horas.
«Mis hijas me decían ‘mamá, por favor, sácame a esta mujer de encima’. Esto ha sido un sin vivir, y recién hoy después de 6 meses siento que empiezo a ver un poco de luz. Han sido meses de mucha angustia e impotencia», ha lamentado Laura.