Cincuenta años después de aquel solemne “Españoles, Franco ha muerto”, el dictador no ha desaparecido del imaginario colectivo. Dos leyes de memoria después y con el franquismo fuera del Valle de los Caídos, uno de cada cinco españoles considera que la dictadura de Francisco Franco fue “buena” o “muy buena”, según el penúltimo barómetro del CIS recogido por El Condifencial. El mismo porcentaje, el 21%, opina que la democracia actual es “igual”, “peor” o “mucho peor” que la dictadura.
La fotografía sociológica que dibuja el CIS es clara y a la vez inquietante: el franquismo conserva simpatías significativas en la España de 2025, y esas simpatías se concentran, de forma llamativa, en dos extremos generacionales muy concretos.
Jóvenes y franquismo: entre el desconocimiento histórico y los memes
Los datos del CIS apuntan a un primer grupo llamativo: los menores de 24 años. Uno de cada cinco jóvenes de entre 18 y 24 años cree que el régimen de Franco fue «bueno» o «muy bueno», y en esta franja se concentra también el mayor porcentaje de población que considera el sistema democrático igual o peor que la dictadura: el 24,9%, es decir, uno de cada cuatro.
Para Narciso Michavila, presidente de GAD3, estos jóvenes han crecido en democracia y en un entorno digital en el que “Franco un meme”, más que un referente histórico claro. No tienen recuerdo directo del régimen, ni tampoco sus padres, y esa distancia facilita una mirada banalizada del pasado.
El catedrático de Educación de la Universidad de León Enrique Javier Díez Gutiérrez subraya que la raíz del problema es doble. Por un lado, apunta que “la primera razón es que somos una anomalía respecto a la mayor parte de Europa. Mientras la gran mayoría de las democracias europeas (Francia, Italia y Alemania) se construyeron desde el antifascismo (por la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial), en España se construyó desde la superación del pasado, desde el olvido”.
Por otro, señala directamente al sistema educativo: “Una de las asignaturas pendientes es la inclusión de la memoria histórica democrática desde los 6 a los 16 años. Es el período por el que pasa toda la población española por la educación obligatoria, y, por tanto, el único contacto de muchas personas con el conocimiento científico”. Sin una formación sólida sobre el franquismo, se instala lo que Hannah Arendt definió como la “banalidad del mal”.

Díez lo concreta con ejemplos del aula: “No es extraño encontrarse alumnos hablando entre risas de ‘Franco, ese bro’, o repitiendo la consigna de que ‘con Franco se vivía mejor’. En algunos colegios hay jóvenes que cantan el ‘cara al sol’ de memoria en el recreo. No ha habido voluntad para incluir la etapa franquista en el sistema educativo y estas son las consecuencias”.
Redes sociales, desinformación y rebeldía política
El profesor de Sociología de la Universidad Complutense José Antonio Alcoceba coincide en que los jóvenes son víctimas de una “política educativa errática en la que el franquismo no se ha contado nunca desde un punto de vista histórico”, pero añade otro factor decisivo: el ecosistema digital. Las redes, sostiene, “construyen visiones muy reducidas de la realidad”, y “los discursos simples en redes sociales calan mucho”.
Alcoceba apunta también a la influencia de determinados creadores de contenido que, sin hacer política abiertamente, sí moldean el clima ideológico de sus audiencias: “Hay influencers como el Xokas y otros similares que aunque no hagan contenido de temática política, sí dan sus opiniones y generan un caldo de cultivo determinado que favorece la polarización”. En la universidad, añade, esa polarización se ha trasladado a las aulas hasta el punto de que debates que antes eran posibles desde posiciones distintas ahora derivan en “violencia verbal”.
Díez introduce, además, un elemento socioeconómico: “Lo refleja la filósofa Victoria Camps en ‘ La sociedad de la desconfianza’, lo que ven los jóvenes es una sociedad que no les ofrece un futuro de esperanza. Oxfam muestra que el 1% más rico tiene más riqueza que el 95% de la población en su conjunto, el futuro parece peor, la desigualdad aumenta… El desasosiego por el futuro te lleva a fascinar un pasado idealizado. Lo decía Antonio Gramsci también: el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer y en ese intermedio surgen los monstruos”.
Ese malestar social se traduce, en parte, en rebeldía política. Díez lo formula de forma cruda: “Ser malote hoy en el instituto ya no es vestir con chupa de cuero o cresta punki, ahora es ser de Vox. Esto es provocativo y al profesorado le pone en una incomodidad. Ser antisistema para ellos es ser de Vox. La rebeldía ha cambiado de bando. Antes era el 15-M y ahora se ha dado la vuelta”.
Los mayores de 75 años: memoria vital y nostalgia del orden
En el extremo opuesto, los mayores de 75 años constituyen el otro gran núcleo de apoyo al régimen. Hasta el 25,8% de los españoles nacidos antes de 1950 califica de «buenos» o «muy buenos» los años de la dictadura franquista, la proporción más alta de todas las franjas de edad. Muchos de ellos vivieron su juventud y buena parte de su vida adulta bajo el franquismo.
El analista político Ignacio Varela propone una lectura biográfica: “Si ahora tengo 70 años y cuando murió Franco tenía 20, probablemente el régimen fuese una época feliz para mí. Creo poco en estas preguntas formuladas a pelo porque se mezclan con vivencias personales”. De ese modo, la percepción del régimen se cruza con recuerdos de juventud, estabilidad laboral o ascenso social.
Varela añade que la comparación con la política actual también pesa: “Hay un altísimo nivel de malestar y rechazo con la política actual. Cualquier cosa con la que compares la política actual saldrá ganando. La población actual está convencida de que el principal problema de la sociedad española es la política”.
Para Narciso Michavila, el fenómeno recuerda a lo que ocurre en Rusia con la memoria de la URSS: “Los más mayores tienen mejor opinión del régimen comunista que los que crecieron en los años 90. Para ellos la llegada del capitalismo fue un caos, y añoraban la seguridad de la Unión Soviética. Los más mayores asocian el franquismo a una imagen y valores en los que se han criado”.
Vox, la ultraderecha militante y los nietos que escuchan a sus abuelos
Los microdatos del CIS indican que el 61,7% de los votantes de Vox cree que la dictadura de Franco fue «buena» o «muy buena», frente al 41,6% de los votantes del PP. El partido de Santiago Abascal ha declinado participar en el acto conmemorativo por el aniversario de la coronación de Juan Carlos I, pero uno de sus integrantes apunta sobre los resultados del CIS: “Los nietos suelen hacer caso de lo que dicen sus abuelos, que son gente sensata”.

La activista neonazi Isabel Peralta, de 23 años, ofrece el retrato de una parte de esa juventud que ve con simpatía el franquismo, aunque ella misma se siente más próxima a José Antonio Primo de Rivera. Afirma que “estamos acostumbrados a que desde una etapa temprana se nos hable de Franco como el hombre del saco que viene a por nosotros. Mi generación no ha vivido con el franquismo y mis padres tampoco. Mostrar tanto interés en que desde el sistema educativo se genere una visión de Franco en la juventud termina viniéndose en contra”, y añade que ha ocurrido “igual que con la ideología de género, que se toma como una parodia de la biología”.
Cómo ha cambiado la percepción del franquismo en 15 años
Pese a este repunte del “franquismo sociológico”, los datos globales siguen siendo claramente contrarios a la dictadura. En líneas generales, el 6,1% de los españoles califica de «regular» la dictadura, y la mayoría, un 26,4% y un 39,1%, que fue «mala» o «muy mala». En paralelo, un 40,8% de los encuestados cree que la democracia actual es «mejor», mientras que el 33,8% cree que es «mucho mejor».
La comparación temporal, sin embargo, muestra un cambio: en 2008, el CIS ya preguntó por la memoria de la Guerra Civil y el franquismo, y solo el 11,2% decía que le daba igual un régimen que otro (5,3%) o prefería un régimen autoritario (5,9%), mientras que el 85,5% consideraba que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, un porcentaje superior al actual.
El escritor Manuel Vilas sintetiza el hartazgo de parte de la sociedad ante la persistencia del tema: “Estoy de Franco hasta los cojones, hay que invocar el exabrupto”. Para él, la fijación con la figura del dictador es un lastre: “Si Franco pudiese regresar se moriría de risa. Imagínate que en 1925, la gente estuviera obsesionada por algo de 1836. Esta es la anomalía que vivimos en España. Esta resurrección del franquismo me produce un enorme aburrimiento. Es metafísicamente aburrido y es todo un revival franquista que nos quita las ganas de modernidad, las ganas de poner la mirada en un país que esté en la élite”.







