La curiosidad se define como una emoción agradable que involucra la búsqueda de información, conocimientos y experiencias nuevas. Es alimentada por la voluntad de superar o ampliar nuestro dominio, conocimiento y comprensión del mundo, y este a este Señor le brota de dentro, lo domina.
Alguien que desde sus estudios del árabe antiguo y habiendo visitado lugares ancestrales podríamos considerar como un viajero en el tiempo. Un Señor que ha tenido la suerte de tener unos padres y abuelos que le enseñaron que la mayor riqueza en la vida no es el dinero, si no, la cultura o el conocimiento; la importancia de la curiosidad como motor primario de la sabiduría y el cogerle el gusto al mismísimo aprender.
He acompañado su nombre en el antetítulo catalogándolo de explorador, cuando debería de haber escrito guest experience manager o pintor, ambas cosas que él es, pero me pareció mezquino y poco justo con lo más importante de su personalidad que es el cómo ha sido y sigue siendo un curioso voraz, capaz de haberse metido en todo tipo de situaciones a la busca del conocimiento. No es un explorador de pico y pala, de pincel y de tamizador, pero sí es de esa búsqueda incansable de la cultura antigua que en cierta manera hace a la humanidad quién es hoy.
Tiene una vocación de servicio mezclada por el placer que le produce el intercambio al conocer personas variopintas, mientras, comparte sus días junto al equipo del que forma parte en su trabajo valorando siempre, a las personas.
Voy al encuentro de Manuel Sorá (Valencia, 1959), quién me cita en el Hotel Mongibello de Siesta, un lugar tan retro como peculiar. La piscina se confunde con el mar y todo cuelga del horizonte, cielo perfecto y despejado, es un día ibicenco de postal.
Con ese fondo comenzamos…

-Tienes una vida tan vivida que daría para varias entrevistas, cada viaje sería una, pero antes que nada danos una pincelada de en qué has andado estas últimas décadas.
-Nací en Valencia pero vine a Ibiza con tres meses. Íbamos y veníamos. Mi padre eran ibicenco y mi madre valenciana, pero me parieron en Valencia porque mis tías eran enfermeras allí y es que aquí en Ibiza por entonces la sanidad era muy básica. Entonces mi madre iba a parir allí, pero vamos, que me he criado entre Ibiza y Valencia.
Luego de los estudios básicos estudié Filología Francesa en Valencia pero también hice el servicio militar en el año 1979.
-¿Era obligatorio en aquel entonces, no?
-Sí, sí … 13 meses estuve en servicio. Después me mudé a Barcelona para estudiar La Escuela de Artes y Técnicas de la moda, que duró dos años y medio.
Luego para Italia, a Florencia un año. Fui a aprender italiano y trabajé en una empresa de cuero con la que viajamos por todo el país buscando el cuero que se necesitaba, al norte y al sur… Fue todo muy interesante ese viaje para mí.
Después hice unas oposiciones para entrar en Iberia. En el año 88 entré a trabajar en el aeropuerto de Ibiza en pista como coordinador de vuelo. Al año me ofrecieron un trabajo en Lufthansa y yo venía estudiando alemán pero le dije al jefe de escala que mi alemán era muy parco y pobre, pero me mandó a Lufthansa Frankfurt dos días a hacer los exámenes igual [risas]. Al cabo de una semana me informaron que pasaba a formar parte de Lufthansa, desde 1992 hasta que cerró sus oficinas en Ibiza en el 2003. Pasé por ticketería, embarque, hice un poco de todo. Tengo mucho agradecimiento con esa empresa porque conocí a muchísima gente y varios se convirtieron en grandes amigos, y tengo recuerdos muy bonitos. Pero en 2003 hubo un problema en Palma y alguien decidió que cerrar las operaciones en Ibiza era parte de la solución, entonces la cerraron. No te puedo explicar el disgusto y la tristeza. Habíamos luchado mucho por tener vuelos en invierno… nos habíamos involucrado en ir a más pero de repente se acabó y todos a la calle.
-Y en el aire como dicen, claro, ¿y qué has hecho después?
-Me llama una amiga que vivía en Toronto me dice vente que tú hablas francés y te va a ir muy bien. Y fui. Estuve como dos meses solo porque no pude obtener la visa para poder quedarme, y ya tenía una oferta de una casa de zapatos pero no me me iba a quedar ilegal, que ya entonces tenía una edad y además que a mí no me gusta la ilegalidad. Volví a Ibiza.
-¿Con ganas de quedarte?
-Me llama otra amiga [carcajadas], que me dice que acaba de volver de vacaciones en Siria y me cuenta y yo… pues… me fui a Siria que me pareció un país interesante.
Yo he estado muchas veces en Israel por asunto personales y ya conocía Egipto, entonces me atrajo la posibilidad de conocer los demás países de la frontera. Estuve en un hotel de Damasco una semana y me encontré con una universidad muy cerca y entré a preguntar si tenían programas para extranjeros de lengua árabe antigua y me dicen que ese domingo próximo comenzaba uno. Corriendo a la embajada de España para solicitar la visa que me hicieron rapidísimo además de darme una porción de tarta y té, se portaron muy bien. Y empecé el curso que era como módulos de dos meses cada uno. A la mitad del segundo me tuve que volver a Ibiza, corría el 2004 que fue el mismo año que empecé a trabajar aquí.
-Con aquí te refieres en este edificio, ¿no?
-Sí, antes era el Hotel Don Carlos de Palladium Hotel Group y ahora hace un par de años que empezó este proyecto tan bonito llamado Mongibello. Y hasta que me jubile.
-Y eres el guest experience manager, aunque es deducible la respuesta, mejor descríbelo tú a tu puesto.
-Este es un trabajo muy interesante, el cual es simplemente ayudar a que la experiencia de nuestros huéspedes sea lo más feliz posible. Donde el cliente se sienta respetado, cuidado, ayudado, comprendido y de buscar soluciones a todas las necesidades o deseos. Mi mayor prioridad es que si hay un problema – encontrar una solución, pero enseguida. El trato personal es muy importante por lo que viene muy bien tener mucha psicología porque son diferentes personas de diferentes países entonces hay que escuchar muy bien. Ayuda muchísimo hablarle al cliente en su propia lengua siempre que sea posible.

-¿Cuántos idiomas hablas?
-Hablo 8 y chapurreo 2. Unos diez, digamos.
-¡Qué barbaridad, ¿cuáles?
-Hablo español, catalán, inglés, alemán, hebreo, italiano, portugués, francés, holandés, y un poquito de griego y otro poco de árabe.
-¿Tienes predilección por alguno?
-A mí me gusta mucho el francés. Estuve 11 años en la escuela francesa. Además en mi casa desde siempre se habló en francés.
-Ah, vale, por referencia emocional.
-Sí, mis abuelos también hablaban en francés porque los dos estudiaron en Francia. Antiguamente el idioma universal en Europa no era el inglés como ahora, sino el francés, que además denotaba cierta altura cultural.
-Yo cuando hablo en inglés no pienso tanto como en castellano, y cuando me enfado reniego en argentino, ¿te pasa eso que hay cosas que salen en uno u otro idioma?
– Sí, cuando me enfado me sale el hebreo [risas] y no sé, tampoco me enfado fácil pero cuando algo me sale mal, me digo cosas [habla en hebreo] pero ni siquiera son insultos. ¿ahora, contar?, en francés, me sale así, si tengo que contar cualquier cosa oigo a mi cabeza un, deux, trois, quatre…
Me gusta mucho el italiano, mi abuela por parte materna era ítalo argentina de apellido Graziani y viajé mucho a Italia. Mi abuelo y mi padre eran expertos en la historia del arte… vengo de una familia clase media pero tremendamente cultivada. Nunca tuvimos mucho dinero pero siempre tuvimos muchísimos libros. Hablábamos en varios idiomas y viajábamos mucho. Mi abuelo decía que «la riqueza no se puede transportar en maletas”.
-¿Qué tal ha ido esta temporada que fue un poco rara para muchos?
-Bueno han habido dos eventos deportivos gigantes que eso siempre merma la afluencia de turistas, entonces al principio de la temporada nos costó un poco despegar pero a partir de julio muy bien, agosto y septiembre a tope, y ahora estamos muy bien y muy contentos. Sé que este sitio que es muy agradable y que está en un sitio inmejorable y se está forjando su renombre. Además tenemos un equipo de gente excelente a todos los niveles y entre todos hacemos una piña para que esto vaya adelante.

-Si algo es conocido en Ibiza por los locales es que hay turistas que piden cosas absurdas o imposibles, seguro te habrá pasado, ¿alguna que puedas contar?
-Sí, una vez el cliente quería un transfer aeropuerto – hotel pero en helicóptero hasta el tejado del hotel. Lo que, para quién no lo sepa, está prohibido por ley, no se puede hacer. Pero yo sin saberlo en ese momento y como siempre intenté satisfacer los deseo del cliente y averigüé que aquí evidentemente no había ese servicio, en Palma tampoco y sí desde Barcelona que costaba 4 mil euros hasta la isla y 2 mil del aeropuerto al hotel. Luego me entero que directamente no es legal. Y el cliente, al que le habían dicho que los atascos son monumentales en Ibiza se enfadó porque no le dábamos lo que no podíamos.
Yo soy muy dinámico, trato de entender siempre exactamente lo que el cliente necesita, desde dónde lo pide, o sea, en qué estado emocional está… es que son muchísisimos años de cara al público, eh. También los estudio y sé cuando el cliente dice la verdad o cuando miente [risas].
-¿Cómo es eso?
-Pues, sí, para tener un beneficio o compensación hay quienes son capaces de mentir. Me duele, no me gusta, pero cada vez hay menos porque en la hostelería en España ya hemos aprendido mucho y estamos mejor preparados.
-Hablando de eso, he escuchado quejas de algunos empresarios de la calidad profesional de los trabajadores estacionales, podrá ser por la situación habitacional y los sueldos pero dicen que hay muchos trabajadores que vienen sin preparación.
-Es fundamental que la gente esté muy bien formada, preparada. Los clientes de ahora exigen mucho, primero porque Ibiza es uno de los destinos internacionales más conocidos del mundo, y por eso se espera mucho del servicio en la isla. Luego hay gente viene creyendo que esto es Mónaco 2 y falta mucho, mucho. La innovación es constante, la preparación tiene que ser constante, la formación también.
Y por otro lado yo tengo amigos preparados y con trabajo que no vinieron por las condiciones de vivienda. Pero la juventud que viene a trabajar debe estar preparada, debe entender que viene a formar parte de un equipo en donde nunca es “yo” sino que siempre es un “nosotros”, y que hay que prepararse mucho para saber lo que se hace para poder dar un servicio de calidad, y que siempre hay que honrar al trabajo, hay que ser serio y agradecido; pulcro.

-Además pintas cuadros, ¿de dónde te ha salido esa veta artística y qué tipo de pinturas creas?
-Mi abuelo paterno pintaba y me encantaba subirme al ático con él en la casa de Ibiza y le preparaba los colores, pintaba, además que me contaba muchas historias ya que sabía mucho de historia griega, italiana y de oriente medio. A mí me fascinaba todo lo que me contaba.
Siempre me gustó mucho el expresionismo porque es una manera de entender la pintura más libre. Las escuelas académicas están muy bien, me gusta mucho estudiar y leer sobre pintura, viajar por el mundo y visitar museos como los que he visitado en París, Budapest, Munich, y el Muze’on de Tel Aviv Lamanut que tiene una de las mejores colecciones de expresionismo del mundo.
Pero para mí el mundo cambió a partir del Salón de los Independientes en París en 1901. Allí se realizó la primera manifestación del expresionismo. Había dos escuelas, la alemana llamada Die Brücke o El Puente, y otra de Dresden que se llamaba el Der Blaue Reiter o El Jinete Azul. Siempre me gustó la explosión de color. Otra corriente que me gusta mucho, que es más libre todavía, es la del Fauvismo, que nació en Bélgica, con sus referentes Henri Matisse y André Derain, me encanta Marc Chagall por decirte algunos … en definitiva un atrevimiento, un libertad sin normas… vomitar el color; a mí el blanco y negro nunca me gustó. Amo el color. Será quizás por haber nacido en el franquismo que era todo blanco y negro [risas]. Por eso también me ha encantado siempre viajar por el mundo porque fue cuando vi que se podía vivir de otra manera, y yo siempre quise y quiero ser libre. Las únicas ataduras del alma son las que yo me pongo.

-Sé que eres fan de una de las mejores publicaciones de todos los tiempos como lo es Tintín, cuéntame cómo fue tu relación con este clásico francés.
-En mi casa todo el mundo leía Tintín. Mi padre me decía siempre cuando le decíamos que estábamos aburridos nos decían de coger un libro y sentarse a leer. Tintín, Asterix, El guerrero del antifaz, El jabato, y leer y leer y leer. Pero mi familia siempre estuvo muy conectada a Tintín, de hecho lo he leído en varios idiomas, y hoy por hoy lo sigo leyendo porque para mí es una bocanada de frescura. Para mi Tintín era un libro para niños que querían ser adultos y se basaba en un mundo de los años 30 y la verdad que me importa un rábano el pasado del autor, ha creado un personaje fantástico y a mí me ha unido a él para toda la vida. Tengo algunos objetos que me encantan.

-Te has criado en Ibiza, ¿Qué añoras de aquellos tiempos?
-Recuerdo los pocos coches, la tranquilidad… Mis padres vivían en Ibiza, eran profesores, pero teníamos una casita en San Antonio.
Recuerdo que mi padre alquilaba un carromato porque no tenía coche para irnos cada año a Valencia con todo, hasta ¡la lavadora!, porque hacíamos marzo a octubre allí y de octubre a marzo aquí. También recuerdo que vivíamos junto al mar y que mi abuela siempre nos decía “póngase el sombrerito, las chilenas” y nosotros no parábamos de correr, nadar, movernos y la abuela se quejaba de que no le hacíamos caso diciendo “¡acá se vive la zíngara!”[risas].
En los sesenta esto era como la película Verano Azul, mucha tranquilidad, sol, mar, barcos antiguos de chimenea que tardaban 12 horas en llegar a Valencia… cómo se pasaba la aduana…
-¿¡Cómo que aduana!?
-Sí, sí, en aquel entonces había que pasar aduanas. Había unos carabineros en unas mesas al bajar del barco.

-Lo que me llama mucho la atención del pasado es que para estar España sumergida en la opresión franquista, qué libre era Ibiza, ¿no?
-Siempre, es cierto, la isla siempre vivió en libertad. Con mi padre hemos hecho nudismo desde esa época, a Franco no le importó mucho la isla. Vivíamos muy tranquilos, nada nos preocupaba y todo era fácil. Iba con mi padre en bicicleta a Salinas y había hippies, todos desnudos, con flores en la cabeza, todos de buen rollo.. Había paz.
-Qué época espectacular…
-Sí, muy bonito, fue muy bonito. Y el recuerdo me huele a Patchouli [risas].
-¿Qué es eso?
-Un perfume que se hacía a base de un incienso, muy fuerte. Mis profesores usaban eso.
-¿Qué haces durante los inviernos?
-Viajar, leer y pintar. Además la música clásica y por supuesto pasar ratos con los amigos.
-Habiendo vivido y viajado a tantísimas ciudades del mundo, ¿en cuál te gustaría jubilarte o cual es tu favorita?
-A mí me gustan mucho París, Florencia y Jerusalén. Pero la que me ha aportado mucho en lo personal ha sido Alejandría, donde he pasado muchos inviernos estudiando griego y aprendiendo del escritor Constantino Cavafis y ya de pequeño en clases de latín nos hablaban de él.
Me encanta leer, escuchar música clásica y la poesía, amo la poesía. Y uno de mis grandes dolores ahora mismo es ver que la gente joven no lee.
-…y se va a poner peor con la I.A., ¿qué te parece lo de la Inteligencia Artificial?
-Pues que nos ayuda pero que no debemos cortar el contacto personal. Hay demasiados aparatos y, ¿si les pasa algo qué van a hacer? Yo trabajo con aparatos pero tengo un libro que le llamo “el libro de la verdad” donde apunto todo porque si falla el ordenador y pierdo información, que me ha pasado… pues no, gracias.
Yo soy de la vieja escuela.

[Sonriendo le digo] -Qué suerte hemos tenido de haber nacido en el siglo pasado, donde si se te caía la comida al suelo menos de 5 segundos te la podías comer, donde sabíamos todos los números de teléfono de memoria, que cuando llamabas a tu pretendida, ¡rogabas! que no atendiera el padre… todo el día en la calle jugando, presentes… ¡Qué buenos tiempos esos!
Lo que temo es que a las nuevas generaciones les cortas la luz y están muertos, no saben mucho del hacer sin una interfaz digital por medio, ¿no?
-Bueno yo veo mucho desde amigos o clientes en una mesa y todos con el teléfono en la mano, ¡con lo bonito que es conversar! Y aparte puedes estar 8 horas y mi pregunta es; ¿Qué has aprendido?
-Que van a los conciertos y los ven a través de la pantalla del móvil, ¡estando allí!, es terrible.
-Si, lo sé. Yo cuando llego a mi casa pongo el teléfono en la nevera, porque ahí no suena [los dos a carcajadas].
Yo me dedico a mis libros, alguna película, ver ballet, escuchar música y algún programa de televisión que habla… ¡de libros!
Yo tengo muchos libros que leer, muchos conciertos por escuchar, no tengo tiempo para tonterías.
-Podría seguir horas escuchándole, pero lo dejo en paz, que ya es la hora del té…